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Ballet Nacional, Alicia Alonso

Patética súplica a una autócrata

Integrantes del Ballet Nacional de Cuba imploran migajas a Alicia Alonso

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Me costó trabajo leer hasta el final la súplica que miembros del Ballet Nacional de Cuba de gira por España dirigieron anónimamente a Alicia Alonso.

No por la estulticia y miseria que puede albergar el alma humana, sino por ver hasta dónde se pueden degradar algunos cubanos por una paella, dos blúmers o un litro de aceite vegetal, equivalentes contemporáneos del plato de lentejas bíblico.

Muy triste para todos los cubanos, vivan donde vivan, que bailarines profesionales de una compañía de ballet que merecidamente ha ganado reconocimiento mundial a lo largo de los años, después de una gira de casi tres meses por España, mendiguen 50 euros (menos de 68 dólares) para cada integrante del conjunto, para comprar pacotilla y llevar de regreso a Cuba algunas monedas con que obtener muslos de pollo o leche en polvo.

Hay quienes cuestionan si ese correo electrónico que circula en medios intelectuales y artísticos en La Habana es real o falso. No tiene importancia: es creíble, y eso es lo peor. Porque refleja, lamentablemente, el nivel de humillación e indigencia moral en que pueden caer algunos razonando dentro de esquemas mentales creados por el totalitarismo para denigrar la condición humana y hacer más fácil ejercer la dictadura.

Además de lastimosa, la comunicación es incoherente y no podrá entenderla quien no sepa cómo se vive en Cuba. Decir que el dinero de la dieta no alcanza para “comer, comprar y ahorrar” es risible: las dietas (viáticos) son una subvención a quienes tienen que viajar por motivos de su trabajo, no una dádiva para “comer, comprar y ahorrar”, lo que se supone que haría cada persona con su salario (en un país normal, claro).

La comunicación es patética: se dirigen a Alicia Alonso como siervos de la gleba a los feudales o esclavos a sus mayorales. Casi abochornados por molestar a la Primerísima Ballerina Obsoleta con insignificancias tales como derechos laborales y humanos, y justificando no firmar el lloroso reclamo por “sentido común y conservar la seguridad de los bienes que nos reportan las giras”, es decir, para cuidar las migajas.

Pretenden que la bailarina en jefe haga mohines a su esbirro de turno por no comprar en “el Mercadillo” o pasearse por España con su esposa durante siete semanas, mientras los siervos viajan solos en ómnibus “espantosamente incómodos” (¿peores que los de Cuba?) y se alimentan “Dios sabe de que mala manera” (¿quizás bistec de cáscaras de toronja, pasta de oca, picadillo extendido, o café mezclado con chícharos?).

Es lamentable que para reclamar derechos haya personas que planteen que no saben ni les interesa que “cada quien que se defienda como pueda”, mientras los que reclaman tengan acceso al “regalo” que consideran les corresponde, no por talento o esfuerzo, sino por sumisión y mansedumbre.

La mentalidad feudal no es nueva en el Ballet de Cuba. Conocidas son las veleidades de la bailarina en jefe durante más de medio siglo, su prepotencia, intolerancia, envidia, complicidad con el poder, maltratos, favoritismos, soberbia y estilo de vida aristocrático.

Muy rápidamente viene a la mente la tentación de decir que los que reclaman tan patéticamente tienen lo que se merecen. Pero no nos degrademos a nosotros mismos: ningún ser humano merece ese pantano moral donde la tiranía ha sumido a los cubanos para avasallarlos y explotarlos, al extremo de hacer creer a bailarines profesionales que merecen 50 euros de regalo si los ruegan humilde y temerosamente, y si se han portado “bien” soportando abusos y humillaciones.

Tal vez no suceda nada, o quienes lloran reciban parte de “sus” 50 euros, o hasta toda esa suma, si la camarilla decide evitar escándalos ahora y pasar la cuenta después. Creer que la rebeldía de porcelana de quienes no llegarán nunca a cimarrones quedará sin consecuencias es de una candidez extrema. Imposible hacer el amor y ser virgen a la vez.

Mucho mejor como seres humanos les iría a esos pedigüeños si fueran capaces de renunciar al “regalo” y a la plañidera conducta que muestran en su carta y estuvieran dispuestos a vivir sin “la seguridad de los bienes que nos reportan las giras”, pero en condiciones mucho más dignas y honorables, en Cuba o donde fuera. A fin de cuentas, los integrantes del Ballet cubano son reconocidos en todo el mundo y podrían trabajar en muchos países por salarios decorosos sin tener que mendigar 50 euros a una autócrata antediluviana, por excelsa que haya sido como bailarina, o a su mayoral en la gira, colocado en ese cargo por ella misma.

Es cierto que las precarias condiciones de vida de los cubanos bajo la tiranía obligan a todos, dirigentes, médicos, profesores, ingenieros, científicos, artistas, deportistas, intelectuales, empresarios, técnicos medios, obreros calificados, militares, a ver el viaje al exterior como vía para resolver perentorias necesidades personales y de su familia, y en consecuencia considerar una conducta ovina como la vía más recomendable para lograr sus objetivos, trocando dignidad o solidez moral por acceso a electrodomésticos, ropa, equipos electrónicos, muebles, colchones, juguetes, privilegios o dinero.

Dejemos la doble moral a un lado aunque sea esta vez: ¿quién no ha caído en la tentación, unos más y otros menos, en algún momento de su vida, pensando en obtener una buena cena, una computadora, una muñeca para la hija o un abrigo para su mamá? ¡Quien esté libre de pacotilla que lance la primera piedra!

No crucifiquemos demasiado a esos infelices, sí, infelices, del Ballet Nacional de Cuba, que imploran por 50 euros. Otros cubanos han hecho cosas peores por mucho menos.

Como participar en un mitin de repudio por una cajita con congrí y pescado.


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