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Cine, Arte 7, Padura

Lamentos para turistas, diálogos para sordos

Con unos personajes que carecen de vida, el escenario de esta película podría llamarse “La azotea de los lamentos”: todos son unos quejones gratuitos inmovilizados por el miedo

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Regreso a Itaca la más reciente realización del director francés Laurent Cantet, levantó una tímida protesta entre algunos directores y críticos cubanos, cuando fue retirada del 36 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, celebrado en La Habana. Según las diferentes versiones, la película había sido incluida en el programa pero fue retirada sin explicaciones, lo que por supuesto, hizo pensar a todos que se debía a su contenido crítico con la situación actual de la Isla.

Tras la ola de inquietud, el escritor Leonardo Padura, el guionista del filme, pidió calma y silencio para aparentemente tramitar la subsanación del error, a lo cual todos se adhirieron y cuatro meses después, fue finalmente exhibida al público habanero durante una semana de cine francés. Hay que notar que la película se venía presentando en varios festivales internacionales, entre ellos los de Venecia, Toronto, Reikiavik y Brujas, desde agosto del año pasado.

¿Golpe publicitario tanto para el gobierno como para los productores? Pudiera ser, pues implicaría el triunfo de la paciencia cordera de los realizadores y una muestra de la benévola tolerancia de los censores, que rectificaron su supuesto error. Esto se me ocurre porque luego de ver el filme, que me parece un desastre artístico, temático y hasta político.

Cinco amigos se reúnen en una azotea habanera con el Morro como telón de fondo casi constante, calcomanía molesta en casi todos los encuadres, que parece gritar: “Se rueda en Cuba”, para que el extranjero no se llame a error.

Tania (Isabel Santos) es oftalmóloga. Viviría en la miseria si no fuera porque sus hijos le mandan dinero desde Estados Unidos. Rafa (Fernando Hechevarría) es un pintor al cual un arbitrario acto de censura le quitó la inspiración y lo llevó a la frustración y al alcoholismo. Eddy (Jorge Perugorría) es un “cuadro” un “dirigentico”, que fue alguna vez un escritor de promesa pero que decidió tomar el camino pragmático y aprovecharse de las migajas del régimen sirviéndole como un mercenario. Aldo (Pedro Julio Díaz Ferrán) es un ingeniero, que aunque se dedica ahora a arreglar y componer baterías para carros y a pesar de que su hijo es un buscavidas que lo único que quiere es largarse del país, sigue siendo un creyente en el sistema, que piensa que se echó a perder por la maldad de algunos. Finalmente Amadeo (Néstor Jiménez), es el escritor que se fue hace dieciséis años para España, donde ha tenido que hacer “de todo” para sobrevivir y has sido incapaz de escribir una línea. Les tiene una sorpresa a sus amigos, ha regresado para quedarse.

Es un breve atardecer y una larga noche en la cual se reúnen los amigos supuestamente para celebrar la llegada de Amadeo. Se escuchan sus conversaciones y de vez en cuando Cantet hace breves cortes hacia las azoteas aledañas, en las cuales unos hombres matan un puerco, una pareja discute y otros oyen o miran el juego de los Industriales. Dice Cantet que estos saltos son breves porque quiso evitar el cliché. Yo diría todo lo contrario, utiliza esos cortes como imágenes de cliché para otorgar localismo visual a la cinta.

Pero esto es una azotea situada en el terreno de Pedro Juan Gutiérrez y habitada por personajes de Padura. Estos solamente se quejan y se recriminan. No solamente es difícil pensar que son amigos íntimos, sino que parecen no haberse visto en largo rato. Los diálogos (a veces monólogos), son graves y ridículos. La interacción entre los personajes no fluye y suena a falsa y la única manera que tiene de dar “autenticidad” y humor a los personajes es mediante la grosería, que parece ser lo único que concede cubanidad.

Por otra parte, casi todos hablan sin parar y esto es lo que constituye la trama. Sabemos lo que son, lo que sufren y lo que se guardan entre sí, por lo que dicen, porque aquí no se ve nada. Inclusive, más allá del parloteo explicativo, no hay nada que manifieste lo que son los personajes ni visual ni verbalmente. Los personajes están definidos por un contexto que no se expone, porque la tibieza crítica del texto lo impide. Se menciona a “ellos que nos quitaron…” a “los que nos hicieron la vida imposible”, pero todo en términos muy generales. Quien no está informado de la realidad cubana no sabe de qué ni de quién se habla. La historia no funciona de forma independiente.

Los supuestos escritores parecen muy críticos porque en un momento dado mencionan a los prohibidos: Orwell, Cabrera Infante y Vargas Llosa, sin ningún antecedente. Su gran broma interna es citar, como referente para circunvalar la realidad cubana, los primeros renglones de Conversación en la Catedral, la obra de Vargas Llosa que comienza así: “Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la Avenida Tacna, sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú?” y hacen un guiño cómplice. Este reto tiene muy poca importancia porque la película no es cubana, es francesa, con tema cubano.

Laurent Cantet (Francia 1961), ha sido un director aceptable. Tiene a su haber una excelente película The Class (2008), por la que fue premiado en Cannes. Su tema es el de la integración cultural de la juventud étnicamente diversa en la Francia de hoy. Pero es un autor excesivamente politizado, cuyas obras apuntan a apoyar una tesis y con ello sus argumentos se vuelven fallidos y encartonados, porque sus soluciones están en función de una premisa ideológica. Es el caso de Human Resources (1999) y Time Out (2001). Luego se ha girado al tema del hedonismo de la burguesía occidental que explota sexualmente a sus antiguos esclavos con Heading South (2005).

Según él mismo cuenta, lleva casi una década viajando a Cuba, interesado en la temática cubana. Participó en la realización de 7 días en La Habana, aportando uno de los dos cuentos más flojos, La fuente, en donde se le nota embelesado por las expresiones folclóricas, con la boca y el lente tan abierto que el segmento no dice nada. Ahí trabajó con Padura y acordó con éste segur trabajando juntos y ahondar cinematográficamente en el tema de su obra La novela de mi vida.

Leonardo Padura es probablemente el escritor más exitoso residente en la Isla. Sus libros venden bien en el extranjero y entre los muchos premios que ha ganado, en 2012 le concedieron el Premio Nacional de Literatura. Se dio a conocer inicialmente por una tetralogía de novelas policiales cuyo personaje central era el teniente Mario Conde. Confieso que me agradaron las primeras cuatro entregas. A pesar de que se le veían las costuras (el policía bueno con un jefe también bueno), narraba una realidad marginal bastante ajena a lo que por lo general se publicaba en literatura cubana en aquel momento.

El contexto policial hacía obviar que sus personajes habían detenido su desarrollo en la adolescencia, que repetía personajes estereotípicos (el parapléjico buena gente que se arruinó en Angola, la madre buena cocinera y siempre con una frase sesuda a flor de labios), para humanizar la trama y un lenguaje proclive a lo cursi que se disipaba por la necesidad de narrar acción.

Aunque El hombre que amaba a los perros me parece una buena novela a pesar de sus limitaciones, en La neblina del ayer, La novela de mi vida y Herejes, la cursilería del lenguaje las hace casi ilegibles. La puerilidad de los diálogos entre esos viejos adolescentes resulta penosa y la timidez con que encara el contexto las convierte en obras intrascendentes a pesar de las pretensiones grandilocuentes de Padura. El escritor es un malabarista que se mueve entre varias cuerdas flojas: complacer al lector, jugar al enfant terrible y guardarse de la ira de los censores. Todo es demasiado estudiado, demasiado astuto.

Regreso a Itaca saca y une lo peor de Padura y de Cantet. Elimina la parte de su novela en la cual un descendiente de Heredia se plantea cambiar la historia mediante omisiones a un texto del poeta. Se enfoca en las relaciones entre los amigos. Pero mientras en la novela, se centra en la historia de una traición, en el filme eso se diluye. Se acentúa la necesidad del creador de regresar a sus raíces (Padura invariablemente firma y fecha sus textos con: Siempre en Mantilla), que es el caso del personaje central, Amadeo.

Cantet una vez más mira al nativo con los asombrados ojos del folclorista y con la condescendencia y el paternalismo que un primermundista siente por el Tercer Mundo. Es un intelectual sin brújula. Es una mezcla combustible. Los personajes carecen de vida. El escenario podría llamarse “La azotea de los lamentos”. Todos son unos quejones gratuitos inmovilizados por el miedo que les metieron en la piel desde jóvenes. Pero resulta indigerible que gente tan amargada y tan supuestamente lúcida, sean tan resignados y que el creador vuelva al lugar de donde tuvo que salir huyendo para poder volver a crear.

De paso, arremete no muy sutilmente contra los intelectuales del exterior “aquellos que aquí no eran nadie y ahora se han inventado unas historias…”. También trata de minimizar hechos pasados como “no fueron tan malos…” y de la forma que hablan los personajes de lo que se supone sean sus experiencias, parecen que están leyendo un relato ajeno.

Entre la pobreza del guión y lo engolado de los diálogos, los actores no pueden estar peor. Isabel Santos, que se había desempañado muy bien en sus dos últimos filmes (Vestido de novia y La pared de las palabras), no sabe qué hacer con este personaje sin matices. Pedro Julio Díaz Ferrán (Aldo), parece perdido ante las cámaras y tose sus parlamentos. Jorge Perugorría no usa más clichés porque no puede y porque tampoco su alcance histriónico se lo permite. Repite un personaje que ha venido haciendo en sus últimas películas, solo con distinto vestuario y otro telón de fondo. Pero los gestos son los mismos. Fernando Hechevarría es quien mejor le saca a su papel, que a su vez es el más breve y comedido.

Néstor Jiménez tiene aquí una oportunidad de brillar como principal, pero su dicción y su carencia resultan horribles y monocromáticas. Suena y luce cursi. Es cierto, como dije ya, que la escritura de los diálogos no ayuda, pero pudo haberse soltado un poco más. Cantet, el antropólogo asombrado, como es francés, no tiene oído para el disparate verbal de este guión. No es capaz de corregir a sus actores. Hay que ser sordo para soportar la banda sonora de este filme. Este tipo de pieza conversacional se le da muy bien al cine francés, pero aquí no pudo sobrepasar la barrera del idioma.

La fotografía de Diego Dussuel, que trabajó en 7 días en La Habana, no pasa de rutinaria. La selección musical que representa la historia de los personajes, que incluye a los Fórmula V, a Serrat y a The Mamas and The Papas no le suena orgánica a este grupo de cincuentones (me pregunto si en realidad con la supuesta edad de estos personajes en realidad California Dreaming pudo haber representado algo para ellos, que apenas se empezaban a masturbar cuando Cass Eliot moría de un infarto, aunque Padura por su edad sí pudo haberla disfrutado), parece más bien una colección ecléctica para informar a turistas y curiosos. Y a Bola de Nieve lo usa mejor Almodóvar.

El filme podría resumirse aplicándole una frase del genial Billy Wilder, quien a una pregunta de Cameron Crowe sobre qué opinaba del cine de Woody Allen, en el libro Conversaciones con Billy Wilder contesta: “¿Ese no es el director en cuyas películas los personajes hablan y hablan mientras la cámara los sigue y siguen hablando y no van a ninguna parte?”

Regreso a Itaca (Francia/Bélgica, 2014). Dirección: Laurent Cantet. Guión: Laurent Cantet, Leonardo Padura, Lucía López Coll y Francois Crozade, basado en La novela de mi vida de Padura. Director de fotografía: Diego Dussuel. Con: Néstor Jiménez, Isabel Santos, Jorge Perugorría, Fernando Hechevarría y Pedro Julio Díaz Ferrán. No tiene fecha de estreno en Estados Unidos. Está disponible, esporádicamente en algunos sitios de la red. El DVD oficial sale el 4 de junio. Se ha estrenado en varios festivales europeos, en diciembre en Francia y recientemente en España.


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