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Con ojos de lector

Una inmensa e inabarcable catedral gótica (I)

Salvador Bueno, César López y Raúl Aparicio figuran entre los primeros escritores cubanos que comentaron y saludaron la salida, hace 40 años, de 'Paradiso'.

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Una novela que se afinca en sólidas bóvedas

Comenta López que Lezama Lima emplea un juego temporal que se mueve en un sistema asociativo más intrincado que el de Marcel Proust, aparte de que Paradiso no es en modo alguno una novela sobre el tiempo, como lo es En busca del tiempo perdido. Las asociaciones de Proust, añade López, son de una lógica más rigurosa y susceptible de ser precisadas por un método que ya es ortodoxo. En Lezama Lima, por el contrario, son más libres y resulta casi imposible detectarlas y rastrearlas, e incluso verificar su propia existencia.

César López se refiere, por supuesto, al escándalo suscitado por algunos pasajes a causa de su contenido sexual, y acerca de ello expresa: "Es cierto que algunas secuencias eróticas son particularmente inusuales en nuestra literatura (…) pero hay que señalar que la posible pornografía sólo residiría en leer estos pasajes fuera de sus contextos, en utilizarlos como vehículos sexuales o de morbosidad manifiesta o larvada. El retornello fálico de ciertas zonas de la obra descubre una de las obsesiones del cubano que tiene su paralelo secular en algunas civilizaciones".

Y concluye: "Pasado el tiempo de la adhesión indiscriminada en medio de un ambiente no propiciante, del ataque desleal desde la otra banda o de la algarabía bullanguera que negaba a gratuidad, Lezama aparece como una figura a ser tomada en consideración polémica, que es en definitiva la única estimación que importa, la que engendra".

Raúl Aparicio (1913-1970) también comentó la novela de Lezama Lima en "De una primera lectura de Paradiso", que publicó La Gaceta de Cuba en su número de junio-julio. Al inicio de su texto, apunta que un acercamiento sin brújula puede desorientar al inadvertido, y es posible entonces que "surjan las quejas de los náufragos en oleaje encrespado de la vivísima imaginería puesta al servicio de un pantagruelismo remozado". A lo cual agrega que el autor introduce una cantidad notable de elementos que hace entrar en su novela, puesto que "el género da para que quepan en ella".

Expresa que "en la consciente despreocupación por las formas novelescas con que ha sido escrito el libro, se ve el abrirse de muchos postigos hacia distintos rumbos de la vida cubana, y por cada uno de ellos descubrirse, en iluminación súbita, formas, actitudes, cuadros, en toda una profunda dimensión. Están dispuestos, por el peculiar ángulo de la visión del asomado al postigo, sin la trabazón que dispone la novela naturalista, pero en cada caso observado, en cada fragmento, el paisaje dominado se revela mediante el nivel estilístico apropiado por la plasticidad técnica del autor. Aunque para aquellos que precisan delimitaciones y encuadres, será el libro más novela aún cuando se publique la segunda parte, esta primera ya lo es. Y la aceptarán como tal todos los que recuerden aquella luminosa aseveración de D.H. Lawrence: Only in the novel are all things given full play. Cada elemento autónomo de Paradiso tiene full play".

Acerca de la estructura, Aparicio considera que Paradiso "se afinca en sólidas bóvedas, partiendo hacia diferentes direcciones del infinito en líneas que dan la sensación de estar aún en proceso dramático, inacabado. Como una catedral gótica. Y como ella, también inabarcable en una sola mirada y desde una misma posición. Hay que situarse aquí y allá, dinámicamente, mientras se avanza en la lectura: incómoda para los atacados de pereza mental, que tampoco pueden ver totalmente una arquitectura gótica". Y comenta que otro punto de semejanza con esta corriente es "la delectación en el fragmento, como desentendiéndose de un fin ulterior, moroso en el momento del proceso".

Al igual que Bueno y López, Aparicio se refiere al polémico aspecto de los pasajes eróticos: "Ha recreado artísticamente sus recuerdos el autor, con el lujo habitual de su hacer. El personaje José Cemí recibe el cañoneo del ambiente cubano de la época republicana, con los aluviones, que son casi un alud, de lo obsceno. Como sucedía en la realidad, y además, por la natural relevancia que tiene lo sexual en la adolescencia: son los más gruesos sedimentos con que la personalidad empieza a tomar perfil. Ignorarlo es ignorar la vida, ser antirreal. El poeta Lezama ha tomado el tema de lo obsceno en el cubano y lo ha esculpido con belleza que no resta verdad ni añade falsedades sobre todo en el capítulo ilustrativo que ha conmovido al cotarro, poniendo en evidencia a una zona de la cultura en forma de onanismo, que tiene el sustrato en la cantilena jesuítica de la castidad con que atiborraron a las generaciones de cubanos anteriores al triunfo de la revolución y que aún sobrevive con purulencia. La impudicia del adolescente se ha tapado sistemáticamente en la literatura criolla, o se ha tratado con sinapismo. Lezama abandonó los cuentos de hadas demostrando indudable valor al acometerlo".

Raúl Aparicio termina su trabajo con esta defensa de la novela de José Lezama Lima: "Hay un versículo de Pablo en su Epístola a Tito, donde se postula: 'Para los limpios, todas las cosas son limpias'. Confío en que con ese espíritu lean todos a Paradiso, único modo de hallarle su belleza pues este poeta, como Dante, ha recorrido en las estancias de su jugoso libro, muchos aposentos del Infierno, antes de entrar en el Paradiso".


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