Actualizado: 28/06/2024 0:13
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Artes Plásticas

Una Bienal en declive

Signos del deterioro en la novena edición del evento: Dispersión, improvisación, falta de rigor, localismo, anarquía museográfica…

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Son varias las cuestiones que afectan el perfil de una cita que en su momento fue, sin duda alguna, un referente de rigor y de altísimo poder de convocatoria a escala internacional. Varias son las motivaciones que precipitan al vacío el legado de este encuentro lateral del arte.

La predisposición temática es una limitante que termina por convertirse en un procedimiento censor en sí mismo, en este caso dedicar una bienal al tema de la ciudad, en un espacio urbano afligido por el deterioro, es otra de las incongruencias delirantes de esta convocatoria. El yugo temático suele acarrear resultados muy distintos y resbaladizos de los que en principio se hubieran deseado.

La muestra oficial

La edición dedicada a la memoria, por ejemplo, trazó un mapa enrarecido y obtuso donde parecía que sólo el soporte fotográfico era el medio de mayor idoneidad para expresar estas cuestiones. En esta oportunidad, la ciudad dejó de ser un foco de reflexión vasta para servir de asidero a propuestas rancias y muchas veces demasiado nobles en la calidad de sus principios enunciativos.

La muestra oficial, localizada en las instalaciones de La Cabaña, no hizo más que advertir del deterioro de un evento cuya articulación temática resulta a ratos contraproducente, sobre todo de cara al infinito catálogo de preocupaciones que pueden ser hoy objeto de profundos debates.

No es posible transitar la ciudad de La Habana sin el dolor de ver que a cada paso se descubre la ausencia de una construcción. Las fachadas ya no aguantan ni alcanzan a ocultar lo que acontece en el interior de las viviendas. El propio deterioro de la ciudad es la metáfora más elocuente de la esclerosis de un sistema que patalea por imponerse.

La muestra celebrada en el CENCREN y que, frente a tanta mediocridad, se ganó el afecto de muchos, no fue otra cosa que un gesto delirante. Aquí un número enloquecedor de neveras se dieron cita en una exposición en extremo folclórica, localista, y hasta burda.

Las únicas piezas que por la seriedad, el juego autorreferencial y la envergadura conceptual que las sustentaban, merecen salvarse de esta especie de escaparate de pretensiones fueron las de Jorge Perugorría y René Peña. En ambas se descubre una articulación de sentidos, mientras que en el resto abunda mucho el color y la pose.