Actualizado: 01/07/2024 10:18
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Con ojos de lector

La Cuba no tan secreta

En su libro más reciente, Amir Valle trata el tema del jineterismo, que ha situado a Cuba entre los paraísos del turismo sexual.

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Valle en ningún momento comparte el "interés exacerbado en el exterior en demostrar que la prostitución había resurgido en nuestro país debido a la indolencia del gobierno ante la penuria del pueblo, así como que contaba con la anuencia o la tolerancia de los máximos dirigentes de la Revolución". Pero en el resumen con el cual cierra ese bloque formula varias interrogantes, de las cuales extraigo éstas: "¿Es inútil mentirle a la gente desde posiciones oficiales donde sí se conoce la magnitud de un fenómeno como la prostitución? (…) ¿Sigue siendo válido mentir y ocultar las reales connotaciones de un fenómeno con el pretexto de que «no podemos ofrecer argumentos al enemigo»? ¿La ceguera oficial ante fenómenos como éstos no pueden entenderse también como una forma de fomentarlos, permitirlos y tolerarlos?". No tengo muy claro que la indolencia o la tolerancia de un gobierno sean más censurables que el mentir de manera consciente y ocultar la realidad, pero en cualquier caso las consecuencias aquí son las mismas.

Siete de los textos que integran Jineteras van encabezados con citas pertenecientes a la Biblia. Eso, junto a algunos clichés que se emplean, fue señalado en su reseña del libro por la periodista argentina Leonor Silves, para quien ambos detalles revelan el costado más moralizante de la labor realizada por el autor. En mi opinión, se trata de un defecto que permea la óptica desde la cual éste aborda el asunto. Al referirse a unas entrevistas que determinó no incluir, Amir Valle expresa que lo hizo "para reforzar la visión apocalíptica de muchos de los protagonistas de estas historias reales, precisamente para que el lector recibiera sin tibieza el impacto de un mundo amoral, sucio, denigrante y absolutamente inhumano". Y anota que sólo así creía lograr lo que pretendía: "que la gente sufriera, se molestara, se asqueara, se preocupara; en fin, descubriera que, más allá de sus propios problemas existenciales, sociales y personales, existe un mundo terrible del cual deben protegerse y contra el cual debemos luchar".

No creo yo que ese criterio de que el asco y el repudio moral sean un buen modo de abordar un fenómeno tan terrible y preocupante como el de la prostitución, de la misma manera que tampoco creo que lo sea la estética con la cual buena parte de la literatura de ficción lo ha idealizado. En esa satanización de las jineteras, se descarga sobre éstas todas las culpas, olvidando "las causas que las obligaron a tener que acudir a un medio de vida tan asqueroso" (son palabras pertenecientes a la entrevista que Raúl Tápanes López hizo a Amir Valle en www.letralia.com). Por otro lado, esa postura de superioridad moral desde la cual Valle juzga a las jineteras no pienso que se diferencia mucho de lo que él mismo considera "el gran error de los periodistas y sociólogos que habían intentado, antes que yo, meterse a estudiar este fenómeno: no puedes ir a una persona asumiendo la pose de juez".

Quiero referirme, por último, a otro aspecto del libro que también tiene que ver con principios éticos, aunque en este caso relacionados con el ejercicio periodístico. En las páginas iniciales el autor reproduce esta cita del Artículo 16 del Código de Ética de la Unión de Periodistas de Cuba: "El periodista tiene la obligación de no revelar la identidad de las fuentes que hayan solicitado permanecer anónimas". Tati, la Fabulosa, una de las testimoniantes, lo previene además acerca del riesgo de que el libro llegue a caer en manos de la policía cubana. Eso, anota Valle, hizo que tomase conciencia de ello y que determinara "asumir un derecho que como periodista de graduación me asiste: la protección y mantenimiento en secreto de mis fuentes".

Al final de la entrevista a la jinetera que se hace llamar Greta, se puede leer esta Nota del Autor: "G, cuyo nombre real es María Josefa, se casó en 1999 con un empresario griego a quien conoció en Cienfuegos y actualmente vive en Salónica (Grecia). Tiene una hija de dos años a la que puso Greta". De Lalito, el fotógrafo a quien antes aludí, aclara que "abandonó ilegalmente el país con una suma fabulosa de dinero gracias a estos negocios. Compró los papeles para su residencia en un par de meses y en la actualidad imparte clases de fotografía en una universidad de República Dominicana. En la Feria del Libro de Santo Domingo, en mayo del 2000, fue a verme al stand de Cuba. Supe entonces que su nombre era Luis Eulalio Soto. Sigue teniendo mucho dinero porque lo que se llevó de Cuba lo invirtió en negocios publicitarios y en una reconocida distribuidora de libros dominicana". Sobre Charly el Gordo, la correspondiente Nota del Autor nos aclara que "abandonó el país en el 2001, en una lancha pesquera de su propiedad, escapando de una redada policial contra los vendedores de ron y tabaco. Actualmente reside en Miami. Su nombre real es Carlos Francisco Martínez Estrada". Copio este otro ejemplo: "Camila, cuyo nombre real es María Carla Rodríguez, reside desde 1999 en Manzanillo (México). Viene todos los años a La Habana". Y para no extender más estas citas, termino con una más: en la entrevista a Tati, la Fabulosa, Valle comenta que "fue el casete más oído por mí y por todos mis amigos". ¿Qué aportan a su investigación datos tan estrictamente privados como los anteriores? Muy extraña manera tiene el autor de Jineteras de entender la protección y la confidencialidad de sus fuentes.


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