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Actualizado: 01/07/2024 13:46

Humor

Despejando la 'X' (Alfonso)

Los viajes fuera de la Isla resuelven el problema aparentemente insoluble de tener revolución y queso roquefort al mismo tiempo.

No sólo las revoluciones transforman el mundo, sino también la poesía. Y la verdad es que en Cuba se ha conseguido una síntesis de ambas cuyo máximo exponente es el periódico Granma. Después de que Nicolás "Sensemayá la Culebra" Guillén dejara vacante el puesto de Poeta Nacional (por razones ajenas a su voluntad), Granma ha llenado ese vacío con creces: lo mismo convierte una derrota aplastante en una victoria moral que una crisis galopante en un plan de ahorro, o consigue metáforas tan sublimes como la del "sobrecumplimiento de la cosecha de papas".

Y eso que son ocho páginas. Nunca se ha tapado tanta realidad con tan poco papel. Sirve hasta para proteger a la Isla de los ciclones: para Granma un huracán no es más que una oportunidad para que las autoridades y el pueblo muestren lo bien preparados que están los planes de evacuación. Como diría Lezama: "un país frustrado en lo esencial político (y económico, y social y familiar) puede alcanzar virtudes y expresiones si es descrito en esos papiros con nombre de embarcación que anuncian cada día la sobreabundancia de tubérculos invisibles".

Pero cuando aparecen tareas que hasta a los redactores de Granma les daría vergüenza acometer, entonces se puede contar con la intervención salvadora de los escritores y artistas cubanos, especies que pueden detectarse fácilmente por el carné que llevan en el bolsillo.

Ellos han dado vida a lo que es ahora el género más floreciente de la cultura cubana, el de las declaraciones. Si le caen a golpes a una vieja o le recetan a un periodista independiente una dieta de luz solar por un cuarto de siglo, ahí aparece algún intelectual diciendo que el periodista era agente de alguna potencia interplanetaria que intenta conquistar la Tierra y que en otro país seguramente lo usarían como carnada para pescar tiburones. Y que los hematomas de la vieja son un efecto óptico.

Entre estos artistas de las declaraciones son habituales Lisandro Otero y el ministro de Cultura, Abel Prieto, autor de la novela El vuelo del gato (prohibida por la Convención de Ginebra contra la tortura y, sin embargo, traducida al árabe para que así la CIA pueda conseguir que los talibanes presos digan todo lo que saben), quienes no son los únicos.

Cultores del género

Han aparecido nuevos nombres entre los cultores del género, o en su defecto, letras, como es el caso de X Alfonso, quien a pesar de su nombre no guarda ningún parentesco con Alfonso X ni con Malcom X, y muchísimo menos con Barbarito X o Celia X.

A este muchacho se le considera uno de los más destacados músicos de su generación, pese a todos sus esfuerzos en sentido contrario (quien haya escuchado su disco X-Moré, que supuestamente es un homenaje a Benny Moré, sabe lo que estoy hablando. Lo único que puedo decir de ese disco es que el día que a X Alfonso se le ocurra grabar un Comandante-X con el mismo entusiasmo y talento que utilizó en el disco que le dedicó al Benny, será el fin de la revolución tal y como la conocemos).

En una ocasión, X dijo: "Lo que nos separa de las [generaciones] anteriores es que nosotros estamos tratando de hacer música desde Cuba. Antes preferían irse fuera, hablar mal del gobierno cubano para hacerse publicidad o para acabar trabajando en la construcción".

Nunca ha quedado claro cuáles son esas generaciones anteriores (Y), porque si es la de los que se van fuera de Cuba, esas abarcan edades que van desde dos semanas (en el útero) hasta los 80 años (fuera del útero). Como X no especifica a quiénes se refiere con lo de "generaciones anteriores", sólo se puede concluir que X es menor que Y. El problema es definir el valor de Y que, según la información que nos ofrece X, puede tratarse del grupo musical Habana Abierta.

X dijo de la película Habana Blues (de la que es autor de la banda sonora) que "fue una e'X’'periencia muy bonita al principio", aunque lamentó que tras el é"X"ito se haya formado una banda con su mismo nombre pero sin los músicos del filme. Debo aclarar para los que no están al tanto que la película Habana Blues cuenta más o menos la trayectoria del grupo Habana Abierta, desde el underground habanero hasta tierras españolas, con la ligera diferencia de que en la película uno de los protagonistas decide quedarse en Cuba, cosa que no ocurrió con los músicos en la vida real.

O sea, que Habana Blues es igual a Habana Abierta luego de despejar la A (de Abierta) y sustituirla por B (de Blues). Lo mismo se puede decir de la relación entre la música de Habana Abierta y la que X hizo para la película. La música de Habana Blues es igual a la de Habana Abierta luego de despejarle la gracia y el talento.

Luego X se queja de que algunos músicos de Habana Abierta (Y) se disfracen de la banda Habana Blues (Z) para ganarse las judías copiándole a X la música que a su vez X copió de Habana Abierta para hacer la música de Habana Blues. Conclusión: Z = Y-X. Es decir, cuando X le sustrae (música) a Y, lo que queda es una mierda que sirve para darle de comer a Y.

El difícil arte de las declaraciones

Otro reciente cultor del género de las declaraciones es Edmundo Desnoes, un destacado escritor cuya última novela, Memorias del subdesarrollo, fue estrenada tiempo atrás, justo en la tertulia de Domingo del Monte (ciertamente con mucho menos éxito que Cecilia Valdés, aunque en su adaptación al cine tuvo bastante más suerte que su competidora.)

Desnoes, en medio de las gestiones para presentar una nueva edición de Memorias del subdesarrollo, declaró: La Habana (¿Blues?) "es la única ciudad del mundo que ha envejecido conmigo, a diferencia de otras ciudades mitológicas en las que han crecido nuevos órganos y que han sufrido cirugía plástica".

El escritor añadió: "en Cuba he descubierto arrugas en los edificios y paredes desconchadas", pero "esto no me entristeció, pues las ruinas tienen su belleza". Eso es realmente consolador para todo el que se pregunte qué sentido tiene el último medio siglo de historia cubana. Y ahí está la respuesta: para que el ex-critor Edmundo Desnoes se sienta mejor con sus arrugas. Si alguien se pregunta por qué Desnoes no regresa a vivir a un país que le ofrece una ventaja tan apreciable, su respuesta no va a ser menos enriquecedora: "Necesito las comodidades del desarrollo y la única intensidad que puedo asimilar es la de un buen roquefort".

Y ahí no podemos hacer otra cosa que darle la razón. El queso roquefort se hace de leche y si hay una sustancia que no es compatible con las revoluciones es precisamente la leche. La única revolución compatible con el roquefort sería la francesa, pero ahí también había que tener cuidado no fuera a pasar que el queso fuera en realidad el cebo de la guillotina.

Los habituales del género, como Lisandro Otero o Abel Prieto, no dejan de ejercer su magisterio en el difícil arte de las declaraciones.

Otero lo mismo aplaude a tipos-que ponen-bombas-en-lugares-públicos-pero-a-los-que-sería-injusto-llamarlos-terroristas, que explica por qué el Comandante no tiene tanto dinero como la reina de Inglaterra, a quien de paso acusa de derroche, distanciamiento de sus compatriotas y necesidad de que desaparezca de la escena política (se refiere a la reina por supuesto).

Abel Prieto, por su parte, en una reciente visita a Venezuela, criticó al periodismo de ese país calificándolo de basura, situación únicamente comparable con la de un eunuco burlándose de un tipo por tenerla chiquita.

Prefiero el queso parmesano

Llega entonces el momento de preguntarse de qué fuente de inspiración sale tanta declaración luminosa. La famosa frase del poeta Heberto Padilla: "los poetas cubanos ya no sueñan", no puede estar más equivocada. Como he tratado de demostrar, los escritores y músicos cubanos sueñan y mucho. El problema es que el sueño es siempre el mismo: un viajecito. Los que están dentro sueñan con viajar fuera. Los que están afuera sueñan con viajar a la Isla a recoger algún premio y encontrarse con una ciudad que tiene más arrugas que ellos.

También están los músicos de Orishas, que viven fuera y quieren instalarse en Miami, y justo entonces se acuerdan en una entrevista que en Cuba los censuraban (después de haber dicho tiempo atrás que eran procastristas). O el caso de Lisandro Otero, que vive en Cuba pero va a comprar los mandados a México, o viceversa. Es que ya uno se confunde. Abel Prieto es un caso aparte. El ministro cubano de Cultura no está luchando por un viajecito de adentro para afuera o de afuera para adentro, sino por conservar el derecho a repartirlos.

Y no es que acuse a estos intelectuales cubanos de estar obsesionados con el viaje en sí. Entiendo que el viaje resuelve el problema aparentemente insoluble de tener revolución y queso roquefort al mismo tiempo. Por suerte no tengo ese conflicto. Por una parte, prefiero el queso parmesano. Por la otra, si tengo que acompañarlo con algo, prefiero que sea con pan. Es que la revolución me da acidez y encima no alimenta mucho.

© cubaencuentro

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