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Opinión

Un error de peso

¿Se apresura Washington al considerar a Raúl Castro una versión 'light' de su hermano?

Washington tiene un historial de torpezas considerable en su trato con el régimen castrista, pero no hay duda que la declaración en que llama a Raúl una versión "light" de Fidel establece un nuevo récord. A menos que sea una cortina de humo. Se sabrá en pocos días, porque si algo caracteriza a la política norteamericana respecto a Cuba es por una parte la rigidez y por la otra los tanteos.

En la actualidad los puntos claves del interés de Washington en la Isla apenas necesitan los dedos de una mano: estabilidad política en la nación caribeña, inmigración y exilio controlados y que La Habana no sea una amenaza real para Estados Unidos en cuanto al terrorismo y el narcotráfico. Este país ha actuado en los diversos momentos en que alguno de estos puntos han traspasado la línea en que comienza a convertirse en un problema.

Mientras tanto, el resto es retórica, medidas que se sabe resultan poco eficaces, pero mantienen una esperanza en el sector de la comunidad exiliada cuyos votos electorales cuentan, y dejar pasar el tiempo.

Es precisamente este último punto —el dejarlo todo en manos del tiempo— el que Raúl Castro acaba de recordarle a los norteamericanos que no es una buena estrategia, o al menos que no es la única estrategia disponible.

La entrevista aparecida en el periódico Granma es otro ejemplo de servilismo periodístico. Pero como ocurre siempre en ese diario, nada importan las preguntas y poco sirven la mayoría de las respuestas. Lo que tiene valor son los temas escogidos. Y Raúl escogió hablar de muy pocas cosas. Eso es lo que vale la pena analizar.

Mandato diferente

En primer lugar, esta entrevista a 18 días del traspaso temporal de poderes demuestra que existe una gran posibilidad de que éste se extienda más allá de la fecha prevista hasta el momento: el 2 de diciembre.

El ministro de las Fuerzas Armadas dice que Fidel Castro se recupera "gradual y favorablemente", pero no da más detalles. Al mismo tiempo deja claro que los planes para la sucesión estaban establecidos, que sólo fue necesario activarlos y se vuelve a mencionar la posibilidad de que el Comandante en Jefe muera. Hace referencia a su forma de actuar "discreta" y enfatiza que seguirá esa práctica.

Este detalle personal —el único de la entrevista más allá de los agradecimientos de rigor hacia quienes se han preocupado por la salud de su hermano— tiene una singular importancia. El mandatario en funciones no dice nada nuevo, hace una referencia como de pasada sobre su carácter, pero al mismo tiempo está advirtiendo al pueblo cubano de que no se debe confundir discreción con falta de acción. Es más, está señalando que de ahora en adelante vamos a ver un tipo de mandato diferente por completo al que venía ejerciendo el Comandante en Jefe.

Otro aspecto a destacar es lo limitado del discurso de Raúl: está hablando para dos públicos exclusivamente, el de Estados Unidos (la administración norteamericana y el exilio) y el de la Isla.

Para quienes viven en Cuba queda claro que en los próximos meses no verán la más mínima posibilidad de una apertura democrática, quizá incluso ocurra todo lo contrario. Por lo pronto continuarán las movilizaciones militares, no como una respuesta a una amenaza real (el mismo reconoce que se trata de una acción preventiva y que lo demás es "retórica"), sino como un ejercicio de control. Al pueblo hay que mantenerlo "entretenido" y para un militar no hay un entretenimiento mejor que un entrenamiento: poner a la gente a marchar y a cavar trincheras.

Esta práctica le sirve además para matar dos pájaros de un tiro: convierte cualquier intento de resistencia pacífica y retraimiento en un acto de deslealtad militar y deja claro que el país está regido por un gobierno militar: la vida cotidiana convertida en una sucesión escalonada de maniobras bélicas.

No tomárselo a la ligera

Respecto a Estados Unidos establece un discurso de apariencia moderada, en que vuelve a referirse a la disposición de La Habana a negociar con Washington. No agrega nada nuevo ni ofrece un primer paso, pero enfatiza esta actitud con un lenguaje desprovisto de referencias ideológicas. Ni la más mínima huella del vocabulario de su hermano.

Si con Washington Raúl quiere mostrar que es una persona práctica que no suele "exagerar peligros", con el exilio opta por ignorarlo: no hay referencias a la "mafia de Miami" ni comentarios sobre "planes terroristas" desarrollados por las organizaciones de esta ciudad.

Una vez más vuelve a aparecer el hombre práctico, al referirse a lo que podría considerarse el único "logro" del exilio desde que se supo de la enfermedad de Castro.

Frente al incremento de los recursos dedicados a las transmisiones de Radio y TV Martí, responde que "en definitiva están gastando sumas millonarias de dinero del contribuyente norteamericano para lograr el mismo resultado de siempre: una televisión que no se ve".

Creo que a la larga este argumento podría resultar más efectivo, entre los ciudadanos y congresistas norteamericanos, que las clásicas respuestas airadas de Fidel.

Se apresuró el Departamento de Estado al considerar a Raúl una versión "light" de su hermano. No es posible predecir aún si estamos en los comienzos de otro castrismo o asistimos a un paréntesis del conocido. En todo caso, Raúl puede resultar un gobernante con el que se puede negociar, sólo que la negociación no va resultar nada fácil y es mejor no tomárselo a la ligera.

© cubaencuentro

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