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El calvario de poner a producir 'tierras ociosas'. Herramientas en moneda dura y la burocracia de nunca acabar.

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Los ciudadanos verán alejarse cada vez más de sus mesas los productos del campo mientras los agricultores enfrenten más trabas burocráticas para comercializar sus frutos y precios de usura para adquirir sus herramientas.

A pesar de que Cuba ocupa el antepenúltimo lugar del mundo en el Índice de Libertad Económica, según un estudio realizado en 2008 por la Fundación Heritage, si usted tiene vocación de agricultor —y mucho dinero— este es el momento de hacerse granjero en la Isla.

La tierra no vale nada; por pura abulia, los campos labrantíos se extienden por todo el país cubiertos de malezas; y un funcionario del Ministerio de la Agricultura, que bien puede ser una hermosa joven de encantadora sonrisa, estará aguardando, formulario en mano, por el valiente que decida adentrarse en los breñales.

"¿Tiene usted experiencia agrícola?, sí; ¿de cuántos años? ¿Posee usted un tractor o animales de tiro, algo así como una yunta de bueyes, un caballo o un burro?, no. ¿Y arados o cultivadoras, y herramientas de labranza, digamos un azadón, o un pico y un machete?, tampoco. Bueno, señor, su caso será analizado y se le dará una respuesta", le dirá la joven, en caso de ser usted un campesino inerme. Pero no espere por la respuesta, consígase las herramientas, porque sin ellas ni soñar con que le adjudicarán ni la más mínima parcela de tierra.

Puesto que en Cuba las UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), el DEP (Departamento de Establecimientos Penitenciarios), el EJT (Ejército Juvenil del Trabajo), las ESBEC (Escuelas Secundarias Básicas en el Campo), los IPUEC (Institutos Preuniversitarios en el Campo) y las jornadas de trabajo voluntario en el campo han ejercitado en las faenas agrícolas a casi todos los ciudadanos, parece obvio que sólo se precisa de un poco de dinero para hacerse merecedor de un terreno en usufructo, según el Decreto-Ley No. 259 sobre la entrega de tierras ociosas.

Como las tierras labrantías se encuentran abandonadas desde hace décadas, muchas cubiertas por el temible marabú, esos arbustos invasores de púas agresivas, tan populares en el mundo desde que el señor presidente ponderó su verdor pernicioso en los campos de Cuba en su discurso del 26 de julio de 2007, hágase de herramientas de marca.

Para derribar el marabú y hacer fructificar la granja de sus sueños, realice sus compras en algún comercio de la corporación Cubalse. En una ferretería que bien puede llamarse Meridiano, adquiera un buen machete. Un Collins fabricado en Colombia le hará desembolsar 12,50 pesos convertibles, esto es, 312,50 de los devaluados pesos cubanos. Pero no desestime esta moneda, si logra hacer fructificar la tierra de promisión, serán estos pesos los que reciba a cambio de sus frutos.

En posesión del Collins, precisará de una lima para afilarlo, la cual le costará 4,10 convertibles, esto es, 102,50 pesos devaluados. Como debe hacer ringleras con lo chapeado, también necesitará un rastrillo, el que rastrillará de su bolsillo antes de tocar la hojarasca de marabú 4,45 convertibles, o lo que es lo mismo, 111,25 pesos de su salario.

Con las herramientas idóneas, y librado del marabú, necesitará una cabaña o un cobertizo para protegerse del sol y la lluvia mientras traza y cultiva sus parcelas de labranza. Cómprese una cinta métrica, una escuadra, un martillo, un berbiquí… La cinta métrica le costará cuatro pesos convertibles; la escuadra, 7,55; el martillo, cinco; el berbiquí, 7,10… Para no proseguir, esto le sumará la bonita cifra de 23,65 pesos convertibles. Si incluimos el machete, la lima y el rastrillo, la cifra asciende a 44,75 pesos de los duros, porque de los blandos, por los que tendrá que sudar la camisa muy duro, importan 1.117,75 pesos.

Cuando nos referíamos a que precisaría algún dinero para tomar la tierra de sus sueños, no tuvimos en cuenta la cantidad para herramientas ni para semillas; pero sí unos 75 ó 80 centavos devaluados, la calderilla indispensable para comprar los barbitúricos que el psiquiatra ha de medicarle. Serán para controlar la depresión que sufrirá cuando, entre usted y sus clientes, se interponga un ejército de inspectores y policías que, primero, le exigirán su carné de identidad, y luego de informarse sobre qué día usted nació, quiénes son sus padres, dónde vive y por qué se encuentra fuera de su municipio, pasarán a interrogar a sus boniatos, a los que requerirán, antes de decomisarlos: ¿por qué, si proceden de tierra roja, viajan con destino a una bolsa negra?


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