Actualizado: 26/06/2024 13:34
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Relaciones Cuba-Rusia, Soberanía

Submarinos y soberanía

La coincidencia de sendos submarinos nucleares en Cuba, uno de Rusia y otro de Estados Unidos, solo confirma el menoscabo de la soberanía nacional

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La visita de una flotilla de guerra rusa a La Habana ha alborotado el solar, con la vieja manía de juntar razones y pasiones bajo un mismo cielo; cual si se tratara de una telenovela, pero la realidad siempre supera a la ficción y la coincidencia de sendos submarinos nucleares en Cuba, uno de Rusia y otro de Estados Unidos, solo confirma el menoscabo de la soberanía nacional.

La casta verde oliva y enguayaberada carece de sentido de Estado, de un proyecto de independencia, y anda tan necesitada de postalitas que un lunes anuncia forrajeo de dinero entre los países euroasiáticos; el miércoles pone en portada del Granma a los marinos rusos; y el viernes aclara que supo, con antelación, de la llegada del sumergible atómico estadounidense a Guantánamo, pero que no es bienvenido porque ocupa ilegalmente un trozo de suelo patrio.

Cuando Fidel Castro cacareaba que mandaba el Primer Territorio Libre en América, la Isla albergaba la Base Naval de Guantánamo bajo bandera de Estados Unidos, la base de espionaje de Lourdes y una brigada de infantería motorizada; ambas con bandera soviética.

Al colonialismo español, sucedió el neocolonialismo estadounidense, y de la mano de Castro llegó el predominio soviético. El primero dejó cultura, lengua, religión y emprendimiento económico; el segundo transmitió modernidad ágil, prosperidad y desigualdad; el tercero financió los programas sociales de la revolución y provocó retraso económico, generalizó la bolsa negra y dispuso de carne de cañón para conflictos de baja intensidad en África.

Una vez superada la Guerra Fría, carece de sentido la presencia simbólica de una flotilla militar rusa en La Habana mísera, salvo para la propaganda gubernamental que pretende hacer creer a sus víctimas que el Kremlin actual es la Unión Soviética, como dijo el presidente Díaz-Canel al canciller Bruno Rodríguez en podcast aéreo, a la vuelta de Moscú con las manos vacías.

Cuba necesita de una política exterior que evite la subordinación a potencias extranjeras y la única manera de conseguirlo, es poniendo en valor el capital humano que formó la revolución. Porque lo que no consiguen explicar los aplicados componedores de batea del tardocastrismo es cómo uno de los países que más gente formó en diferentes especialidades viva tan mal y dependa de las remesas de la solidaria y atacada emigración.

La dictadura más vieja de Occidente es alérgica a la libertad y la riqueza. Su plan consiste en repartir pobreza para tratar de garantizarse el control político; truco que ha quedado en evidencia con la nefasta política económica del fallecido Luis A. Rodríguez López-Calleja, empobrecedor de Cuba, a ritmo de hoteles e instalaciones turísticas que permanecen vacíos y deteriorándose. Eso pese a haber consumido enormes recursos de propiedad estatal; es decir, el yernísimo jugó a la ruleta con dinero que no era suyo; como sigue haciendo GAESA ahora mismo.

Una isla sin pescado que llevarse a la boca es el peor ejemplo de la ineficacia del comunismo liberticida; el desmantelamiento de la agroindustria y el colapso del Sistema Electroenergético Nacional completan un panorama desolador para la mayoría de un pueblo noble, sacrificado en aras de la megalomanía jesuita que convirtió la discrepancia en traición y premió la obediencia ciega sobre la capacidad y el mérito.

Ningún país vive de visitas amistosas e inamistosas de unidades militares

El castrismo siempre ha desconfiado de los cubanos y de los valores de la nación; de ahí su empeño en reescribir la historia una y otra vez, intentando borrar aciertos de la República, de la cual, una mayoría de las nuevas generaciones ignoran hasta las fechas.

La revolución renunció a la riqueza generada por los cubanos, entre 1960 y 1968. Al primer despojo lo llamó nacionalización, al segundo Ofensiva Revolucionaria, y luego solo simuló reformas —que no tocan las bases del comunismo de compadres— tras la crisis de los balseros. Apertura interrumpida por la aparición de Hugo Chávez, a quien Castro I entregó la soberanía nacional, como reconoció Carlos Lage en una mala tarde: Somos un mismo país con dos presidentes.

El embullo Obama fue cortado de cuajo por el convaleciente en jefe, que desató una ofensiva feroz contra la reforma de Castro II, a quien le faltó coraje para seguir adelante y echó el freno y desmanteló su programa, con las nefastas consecuencias que hoy padece Cuba, con altos índices de empobrecimiento y desigualdad.

Era la segunda vez que Fidel aguaba la fiesta de Raúl; antes lo hizo en 1986, con aquella campaña de Rectificación de errores y tendencias negativas, al descubrir que había gente construyendo el socialismo con merolicos. Salvajada a la que se opuso Humberto Pérez González, con una carta explicativa que repartió en el último pleno del Comité Central al que asistió. Los merolicos de ahora mandan en GAESA.

Cuando la flotilla rusa y el submarino estadounidense pongan proa a sus bases, el cuartico estará peorcito, porque ningún país vive de visitas amistosas e inamistosas de unidades militares, por poderosas que sean; al menos los yanquis generan trabajo para un reducido grupo de empleados cubanos y colaboran con autoridades cubanas en desastres naturales y otras contingencias. Los rusos dan limosnas desde que se la dejaron en los callos a un Fidel Castro noqueado por la perestroika. Quien traiciona una vez, traiciona siempre.

Pero el desgobierno anticubano está tan necesitado de un salve que si mañana Irán garantizara petróleo, asistiríamos a un programa intensivo de construcción de mezquitas chiíes a lo largo de la Isla. Y si los chinos soltaran pasta, Confucio pasaría a ser materia de examen obligatorio en las desvencijadas escuelas cubanas y los templos budistas se levantarían sobre las ruinas de centrales azucareros y otros logros de la Batalla de Ideas.

Ni en sus peores momentos, Cuba ha padecido un gobierno tan entreguista y zombi; sin un plan de independencia nacional, solo matando innings y rezando por un milagro. Los cobardes viven instalados en la posposición y toda resistencia, incluso la que se proclama creativa, solo sirve para menoscabar la soberanía y convertir a la Isla en cangrejo: poca carne, tremenda muela y patrá.


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