Actualizado: 28/06/2024 0:13
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Golpe militar, Anexión, Nacionalismo

Parar al llanero con un decreto de Hamilton

Dadas las circunstancias de este momento, la anexión de Cuba a Estados Unidos es la política que menos oportunidades tiene de triunfar a corto o mediano plazos

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La anexión de Cuba a los Estados Unidos es una opción política que tiene cierto arraigo en un sector de la oposición al régimen de La Habana, que se halla dentro y fuera de la Isla. Este texto que se leerá es la dúplica a la réplica que hizo José Gabriel Barrenechea a un artículo mío que criticaba uno suyo. Significa que este es el cuarto artículo de la serie que ha publicado Cubaencuentro en este mes y espero que contribuya a entender cuál es la situación de Cuba y los cubanos, más allá del objeto de la polémica.

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La solución del dilema de Cuba, según José Gabriel, pasa por la instalación de un gobierno autoritario de derechas que adoptaría la forma de una Junta Militar de Renovación Nacional. La fuerza que sería capaz de liderar ese proceso en Cuba es GAESA, aquí y ahora, dada la alta concentración de poder y riquezas en sus manos. Contrario a esa realidad, José Gabriel confía en que el gobierno autoritario de derechas será el resultado de un golpe de Estado liderado por mandos militares intermedios —esto es, inferior al grado de coronel—, para quedar así fuera de la nomenclatura del Partido y del control órganos de inteligencia de los cuerpos armados del Estado.

Evidentemente el autor del artículo que se discute no conoce ni las estructuras ni las dinámicas de los cuerpos armados que se hayan al servicio del Estado cubano. Pensar que un golpe de Estado se produciría a partir del alzamiento de estos mandos militares, sería como creer que se iniciaría una revolución a partir de las organizaciones de base del Partido. Suficiente con tener en cuenta la disposición combativa demostrada por los aparatos represivos del régimen en casos como el de Alina Bárbara López y Jenny Pantoja en Matanzas.

El artículo de José Gabriel no solo está lleno de absurdos como el anterior, sino que también está repleto de contrasentidos; como es el caso de imaginar que un gobierno autoritario de derechas es una condición de posibilidad para la emergencia de una democracia occidental madisoniana. También lo es el suponer que el electorado cubano integrado en el sistema democrático americano sería partidario de aplicar una política WASP de americanización de Estados Unidos y de exclusión de los pueblos latinos y caribeños.

La anexión es la solución —asegura José Gabriel— ante el desastre que significó el proceso revolucionario cubano en las últimas seis décadas y media, nunca un resultado de la incapacidad del pueblo cubano para gobernarse a sí mismo. (Esta es una idea que defiende en el artículo anterior, pero que niega en este último.) Incluso es falsa la premisa con que trata de demostrar que el castrismo es producto de la inestabilidad política de la República y la confirmación de una falla en el sistema democrático cubano —que es fruto del “nacionalismo martiano”, además.

El análisis de José Gabriel sobre la relación entre una Base Económica (dependencia) y la Superestructura Ideológica (soberanía) es escolástico y falla al tratar de demostrar que está última es la responsable del naufragio de la democracia en Cuba; algo que dice sin entrar a considerar la condición colonial de la sociedad histórica cubana, que sería en verdad la causa de la contradicción que logra advertir pero no identificar.

La prueba de que el nacionalismo cubano es antidemocrático —según José Gabriel— está basada, precisamente, en las políticas de izquierdas adoptadas por los gobiernos de Machado y de Batista. (Esto me hace recordar al poeta José Emilio Pacheco, cuando dijo que el lugar del cordero se haya en las fauces del lobo.) Luego nos dice José Gabriel que la causa de la desinversión en la industria que ¿ocurre? en las décadas de 1920 y 1950 se encuentra en las políticas de “salarios dignos” y “derechos disparatados” que adoptaron los gobiernos autoritarios de Machado, Batista.

Entiendo que el nacionalismo martiano es un obstáculo a vencer por las huestes anexionistas, pero la defensa que hace de José Gabriel se desconecta de la realidad histórica del país puesto que lo que sucedió fue todo lo contrario de lo que nos está diciendo. Porque se sabe que la política económica de Batista fue keynesiana (emulando con Roosevelt), algo que se tradujo en una mayor inversión industrial, un intenso desarrollo de infraestructuras y una ampliación del tejido empresarial que no tuvo parangón en la historia —¡60 por ciento de La Habana se construyó en esa época!

Yendo por la senda del absurdo nos encontramos con la idea peregrina de José Gabriel, que, partiendo de una premisa acertada, —sociedad norteamericana polarizada—, acaba en una historia fabulosa en donde el Partido Republicano logra modificar los balances de poder incorporando a Cuba en la federación de los Estados Unidos. Estando en ese estado de alienación, José Gabriel no se percata de que la anexión convertiría a Cuba en el 5to. Estado por su población, el 36vo. por su territorio; pero con menos de un tercio del PIB per cápita del Estado más pobre de Estados Unidos hoy mismo.

Golpeando con furia el monte, José Gabriel avanza haciendo tabula rasa de una historia de más de seis décadas y nos ofrece como resultado una imagen simplona y en nada creíble del proceso. (Luego, ¿qué decir de las conclusiones de su artículo?) Incluso nos dice que la política económica de la Revolución, primero se desconectó de las realidades del país y finalmente se redujo a una redistribución de la riqueza creada durante la República.

Entiendo que la ensartar de absurdos y contrasentidos que contiene la réplica de José Gabriel no es razón suficiente para no contestar a cuestiones que señalo en mi artículo y que es objeto de su crítica. Quizá lo mejor es cuando se refiere a la participación de la diáspora en un programa de reconstrucción del país durante la etapa post castrista de transición a la democracia. Parece que José Gabriel no se entera de cuál es el patrimonio de las clases opulentas en la Isla —incluido los ahorros de la población, equivalentes al 80 por ciento de la renta nacional— ni está informado en materia de flujos de remesas.

Los mapas de José Gabriel son un producto de la fantasía, pero no son un resultado del estudio concienzudo de las realidades y del proceso de la sociedad histórica cubana en los últimos tres siglos lo menos. Estamos ante alguien que imagina un mundo deseado y lo describe a partir de una visión posibilista del cambio, pero sin contar con asideros en la realidad ni hallar un fundamento en las fuerzas vivas de la sociedad.

La cultura popular en Cuba es una mezcla de tradiciones a veces encontradas y a veces coincidentes; como es el caso de la relación entre el espíritu libertario y el sentido pragmático del cubano, que se resuelve saliendo adelante a través de los intersticios del sistema y creando nuevas realidades en base a estrategias de sobrevivencia que responden a situaciones límite que se han dado en el proceso.

Creemos que la tradición comunitaria del pueblo cubano es clave en una estrategia de subversión de la totalidad del orden existente, sobre todo cuando se intenta superar la fractura y el estado de precariedad que afecta hoy a la sociedad. Evidentemente la anexión no es la solución al dilema que enfrentan Cuba y los cubanos, particularmente si se entiende cuál es la situación de sistema capitalista mundial en la actualidad y el cuadro de oportunidades de Cuba en un proceso de inserción en la civilización emergente por vía de la “aceleración evolutiva” y no por “incorporación histórica” —según la visión antropológica de Darcy Ribeiro (1992) al respecto.

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Después de lo dicho me atrevo a decir que la anexión de Cuba a Estados Unidos es la política que menos oportunidades tiene de triunfar a corto o mediano plazos de acuerdo a las circunstancias que se dan en este momento del proceso y según las tendencias y fuerzas políticas que se manifiestan en esta coyuntura de la historia. Tampoco creo que la defensa de la causa que hace José Gabriel sea una gran contribución a su éxito; sobre todo, cuando niega el nacionalismo martiano para ofrecer en cambio la democracia de élites madisoniana como solución al dilema de Cuba y los cubanos.


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