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Opinión

Las morales de Evo

El presidente de Bolivia: ¿Negociador como Lula o destructivo como Chávez?

El agitador Evo Morales acaba de ser electo presidente de Bolivia y la izquierda mundial está de plácemes. El activista sindical y líder de los cocaleros, que ha estado subvirtiendo el orden en Bolivia desde hace algunos años, es, sin duda —con la posible excepción de Hugo Chávez— el más radical de todos los políticos izquierdistas latinoamericanos llevados al poder recientemente por el voto popular (un movimiento que puede acentuarse aun más si Manuel López Obrador resulta electo presidente de México en las elecciones generales de ese país el año entrante).

Los indígenas bolivianos, muchos de los cuales ni siquiera hablan español, han votado por Evo Morales porque se parece a ellos y habla como ellos y dice ser solidario con los problemas que padecen y dispuesto a resolver esos problemas. Aunque atenuadas por el pragmatismo de la era postsoviética, la receta es la misma que antes se ha puesto en práctica sin éxito, en medio mundo: nacionalización de recursos, mayor control estatal, programas sociales en beneficio de los más pobres repletos de contenido ideológico.

Para sostener esos programas, el gobierno, cualquier gobierno que se lo proponga, necesitará ampliar su base de sustentación y acallar a sus adversarios políticos en la búsqueda de un consenso que, en el caso más ideal y ominoso, suele llamarse "unanimidad".

Por supuesto, pasados son los tiempos de los radicalismos guerrilleros (aunque persistan como aberración en los forajidos de las FARC y del FLN de Colombia) que llevaron a Ernesto Guevara, alias Che, a luchar y a morir en la selva boliviana, donde ahora sus simpatizantes acceden al poder a través de la denostada y desacreditada democracia.

Evo Morales es un político, un astuto y mañoso líder sindical, y sabe que ese programa de reivindicaciones sociales que le lleva a la presidencia debe contar con un financiamiento capitalista para que pueda llegar a ser medianamente exitoso y le garantice a él la tenencia del poder.

El peligro del narcotráfico

Puesto a mandar y presionado a cumplir lo que ha prometido, Evo (que bien podría tener tres caras) tendrá que salir a buscar los recursos con que ahora mismo no cuenta, y eso le llevará, por gravedad, a las manos obsequiosas de Hugo Chávez y del narcotráfico.

El primero, en su afán de aumentar su estatura política, despilfarra los recursos del Estado venezolano en una campaña de subversión continental que se enfrenta a la hegemonía norteamericana, al tiempo que recicla los gastados truismos socialistas. Los narcotraficantes están llamados a ser los inevitables aliados de quien se ha erigido en el mayor conservador de la materia prima de su industria: la hoja de coca. El polvo blanco que intoxica y dopa a medio mundo es demasiado valioso para que este cacique cocalero se detenga en pruritos, digamos morales.

Así que el presidente electo de Bolivia tendrá, por una parte, que acudir a sus aliados naturales: Chávez y los narcotraficantes, sin los cuales andaría muy pobre de recursos y en camino de perder el poder a manos de sus propios desencantados partidarios; y, por la otra, contemporizar con sus adversarios políticos, incluidos el Ejército y la clase empresarial, aunque, en alguna parte de su agenda, debe estar proyectada la destrucción o remoción de todos ellos.

¿Tendrá el talento del negociador y el estadista, como ha demostrado el presidente Lula, de Brasil, o se inclinará más a la demagogia peligrosa y destructiva de Chávez?

Teniendo en cuentas las abismales diferencias entre los énfasis de un candidato de la oposición y un presidente en el poder, tal vez Evo Morales nos sorprenda con una muestra de moderación. Me inclino a creer, sin embargo, que su gobierno estará regido por la duplicidad que acompaña siempre a la demagogia y que suele prohijar la corrupción. Evo Morales querrá vivir a la altura de su leyenda de radical defensor de los indígenas explotados y, al mismo tiempo, hacer su gestión política viable. Como es muy difícil alcanzar simultáneamente ambas metas, apelará al engaño y, cuando lo descubran, a la represión.

Muchos bolivianos, justamente anhelosos de aspirar a lo mejor para su país, se muestran optimistas de que estas elecciones que llevan a Evo Morales a la presidencia servirán para cerrar un paréntesis de inestabilidad y violencia en la reciente historia de Bolivia. En mi opinión, ese paréntesis aún distará en cerrarse y más bien presenciaremos un ahondamiento de la crisis política boliviana, acentuada por la soberbia triunfalista que habitualmente sirve para enmascarar la ineptitud.

El sufrimiento y la frustración populares sólo habrán de aumentar, mientras este presidente, proveniente de los suburbios de la historia, apelará a las grandes palabras y los grandes gestos dirigidos a sus seguidores y simpatizantes, en tanto contentará con otro discurso a los contrarios y a todo el que lo quiera oír. No en balde hay más de una moral en su apellido.

© cubaencuentro

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