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Actualizado: 28/06/2024 0:13

Reportaje

«Ay, Mariela, no te rajes»

Ahora que los travestis celebran el aniversario 25 de El Mejunje, ¿qué dicen las Fru-Fru de Nueva Jersey?

En El Mejunje de Santa Clara, los travestis de la Isla celebran su aniversario 25. En Nueva Jersey, las Fru-Fru los aplauden, pero no olvidan las humillaciones que sufrieron a manos de la homofobia revolucionaria.

El travestismo es tan viejo como el hombre. Lo vemos en el panteón de orishas yorubas, en las antiguas Grecia y Roma, en los dramas isabelinos. A través de la historia, el hombre se ha transformado en mujer. De los harenes persas a los clubes gays del Greenwich Village, de Nueva York, el Chueca madrileño, o la fabulosa Habana de los años cincuenta, el varón ha liberado la mujer que lleva dentro.

Sembrar cejas, largas pestañas, colorear ojos, cachetes, desaparecer la nuez de Adán. ¡Ay, qué esfuerzo! Enfundarse en lentejuelas. Aguanta la respiración. ¡Más! "¡Coño, que me ahogo!". Ya sube el zíper. Mírate al espejo. ¡Pareces una reina! "¡Soy una reina!" (exclaman a coro). Son las Fru-Fru, alquimia, magia, amaneramientos, luces, en fin: ¡Teatro!

Y esta transformación teatral ocurre en West New York y en Union City, donde viven miles de cubanos viejos. ¿Y no son machistas? Cómo es posible que salgan de misa el domingo y corran a ver a las indómitas, desenfrenadas y homenajeadas Fru-Fru (poseen la Llave de ambas ciudades). ¿Y Sodoma y Gomorra qué?

"Aquí nos premian los alcaldes, en Cuba me acosaban", nos dice Adrián, integrante de Fru-Fru. "Si me ponía una camiseta apretada, ahí viene la mariquita. No había escapatoria. Una vez, en unos carnavales (1977), me vestí de arbolito de Navidad, pero no llegue ni a bailar con Los Van Van, un policía me agarró por los hombros y me dijo: 'pa' la jaula, maricón'. Me encerraron la noche entera en un calabozo. Llegue a tener tanto miedo, que hasta pensé en suicidarme. Desesperado, salté el muro de la Embajada de Perú. De ahí, a recoger mis cositas. Frente a mi casa había una turba gritando 'los maricones que se vayan'. Y yo, temblando, salí al balcón y les lancé la bomba: '¡si siguen gritando, me quedo!'".

¿De dónde sale el nombre Fru-Fru?

En el camerino, las Fru-Fru terminan de emperifollarse. Mil cabezas blancas con espejuelos las reclaman. Es La Noche de los Clásicos (los ancianos). Cuando la cortina se abre y aparece Pepito (el Fru-Fru mayor), vestido de verde chartré, y se burla de bastones, del alcalde y hasta de él mismo, la risotada llega al techo. Este Pepito de los cuentos, que nació para hacer reír, sólo lloró la noche que la hijoeputa de vigilancia de su cuadra le exigió abandonar Cuba, "porque gentes como él no eran dignas de vivir en la Patria Socialista".

Desde que Fidel Castro se entronizó, comenzó a perseguir a los que llamó extravagantes. Quizá motivado por su educación jesuita, su padre gallego, su libido de deportista frustrado, vaya usted a ver. En 1962, ordenó redadas policíacas contra las prostitutas, proxenetas y pájaros: "La noche de las tres P" (Virgilio Piñera cayó en una de estas). En 1965, incitó públicamente a la homofobia: "Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar un verdadero revolucionario", advirtió, y lo repitieron los loros de la revolución hasta la crucifixión de los amaneraos y cuantos se les parecieran.

Vendrían los campos de concentración de las UMAP, donde tiernos muchachos con alma de mujer fueron forzados a cortar caña quemada de sol a sol. Los que sobrevivieron a las alambradas de púas, fueron expulsados de centros de trabajo y universidades.

David: "¿Cómo que te botan? ¿Qué has hecho?".

Diego: "¡Yo no he hecho nada! Ser maricón".

Este es uno de los diálogos del filme Fresa y chocolate.

brart

A Pepe, el abuelo de las Fru-Fru (tiene un nieto de siete años), lo metieron en la cárcel por cabaretear La Habana, de ahí lo botaron por el Mariel. En Nueva Jersey, asistió a los shows de Fru-Fru, se reía mucho. Hasta que decidió salir del closet. Pepe está tan bien conservado que asusta. ¿Su fórmula? Antes de maquillarme, meter la cara en agua helada. "Los pellejos se estiran", dice.

Fru-Fru lo conforman cinco cubanos: Pepito, Gastón, Pepe, Héctor y Cesar. Todos venidos por el Mariel, excepto Héctor, que llegó en los noventa, reclamado por su hermana. "Nunca me había vestido de mujer —confiesa Héctor, que fue cantante en Cuba—, pero me vestí de mujer y me gusté. Cuando mi papá me vio en el vídeo que le mandé, me dijo: 'ay mi'jo, tú tenías que haber nacido hembra'… Yo le respondí: 'bueno, papi, la culpa es tuya, ¿no?'".

César, el de la boca grande, siempre llevó en su alma "la bayamesa" (es de Bayamo). Escribe los sainetes humorísticos. No le hace falta micrófono, tiene voz de trueno. Es de una comicidad explosiva. En escena se olvida de todo. "Soy una máquina de actuar", dice.

¿De dónde sale el nombre Fru-Fru? Del sonido que producían al caminar aquellos vestidos de las divas de los cincuenta, ajustados como segunda piel, que se abrían a media pierna en una gran flor de tul.

'La historia es tramposa'

¿Qué dicen las Fru-Fru de que ahora, en Cuba, los travestis estén de fiesta?

"La historia es tramposa —responde Adrián—. Después de 24 años, volví a Cuba. Una de mis hermanas quiso ver al transformista Samantha. Como yo olía a turista (a Dior), nos dieron mesa de pista. Y sale Samantha y tras la lluvia de aplausos, pide que enciendan la sala, me enfocan con el cañón de luz, y exclama: 'aquí hay una igual que yo, desde New York, nos visita una de las famosas Fru-Fru'. ¡Ay, yo quería morirme! Delante de toda mi familia. Yo comencé a llorar: 'Ay papi, perdóname'. Pero él, con la voz entrecortada por la emoción, me dijo: 'No importa lo que seas, tú eres mi hijo'. En Cuba ahora no persiguen a los gay, los felicito, pero a mí quién me quita los malos recuerdos".

En El Mejunje, su director, Ramón Silverio, aclara que "el sitio nunca se ha propuesto, ni se propondrá ser un lugar gay… sólo es un lugar para celebrar la diversidad". Responde a la política de Mariela Castro, la encargada por su familia de hacer brillar la tolerancia revolucionaria, lavar las culpas y convencer al mundo de que la homofobia instrumentada antes por la revolución, es consecuencia del machismo histórico de los cubanos.

En 1992, en un ataque de amnesia, Fidel Castro dijo: "no sufro de fobia contra los homosexuales. Realmente, en mi mente, esto nunca ha estado y jamás he sido partidario ni he promovido, ni he apoyado políticas contra los homosexuales. Eso correspondió, yo diría —agregó el desmemoriado— a una etapa determinada y está asociado mucho con esa herencia, con esa cosa del machismo".

Sólo que antes de su inquisitiva revolución, los cubanos no eran homofóbicos. En Santa Clara (entonces de 150.000 habitantes) había dos populares sitios gay, el Club 104, situado en la calle de Cuba, donde bailaban hombre con hombre, y el Frío Bar, a un costado del teatro La Caridad, donde se iba a ligar pareja hasta las dos de la mañana.

En la fabulosa Habana de 1958, los cabarés Night and Day y Rumba Palace ofrecían cada noche shows con una veintena de travestis. Estrellas del travestismo de la época, como el Chino Musmé y Omar Ferrán, cubrían portadas de revistas. Christina Jorgersen, ¡el primer cambio de sexo del mundo!, fue la estrella exclusiva de Tropicana.

Cuando Nueva York condenaba la homosexualidad, La Habana exhibía una docena de clubes gay (El Usero, Los Troncos, La Cuevita, El Sain't Michel, El Intermezzo…), Luis Carbonell era aclamado como el acuarelista de la poesía antillana y Frank Domínguez cantaba en la televisión su bolero El hombre que me gusta a mí.

Celebren los travestis cubanos el aniversario 25 de El Mejunje; pero, ¡ay Mariela, no te rajes! Hazle caso a Yoani Sánchez. Que la tolerancia hacia los travestis se extienda a los presos políticos, los periodistas independientes, Porno para Ricardo, y todo cubano que se exprese políticamente distinto a tu tierno padre y tu olvidadizo tío.

Fru-Fru se presentará para enamorados en el Casino del Schuetzen Park, de Union City, Nueva Jersey, el próximo 14 de febrero.

© cubaencuentro

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