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Actualizado: 01/07/2024 13:46

Béisbol

Un nuevo modelo para armar

¿Llegó la hora de ubicar el béisbol de la Isla en su justo lugar?

En menos de dos meses, tres equipos nacionales cubanos de béisbol cayeron derrotados frente a sus similares de Estados Unidos. Primero fue en el Mundial Universitario. Luego en el Preolímpico, con la selección de lujo. Por último, hace tan sólo unos días, tocó el turno a los juveniles, quienes acabaron anclados en el sexto puesto. Por si fuera poco, los tres fracasos han sido como anfitriones.

¿Qué ha sucedido? ¿Es fruto de la casualidad caer consecutivamente ante nuestros más tradicionales y enconados rivales en la arena mundial? ¿Será que llegó la hora de ubicar el béisbol de la Isla en su justo lugar?

Estas y muchas otras interrogantes están ahora mismo en boca de miles de seguidores del deporte de las bolas y los strikes. Meses después de concluido el Primer Clásico Mundial, donde se alcanzó un merecido pero inesperado segundo lugar, muchas espadas de Damocles penden sobre las cabezas de quienes deben tomar decisiones urgentes para detener los retrocesos que puedan existir en un deporte tan ligado a la historia y la cultura de los cubanos durante más de un siglo.

Tras el Clásico, no es de dudar que algunos sacaran conclusiones equivocadas. Ganar a equipos tan fuertes como Puerto Rico, Venezuela y República Dominicana, potencias en el área, y llegar adonde no pudieron llegar los principales inspiradores, Estados Unidos, pudo generar cierto exceso de optimismo, incluso entre los propios jugadores de la Isla. Sin embargo, no fueron pocos los que opinaron sobre las carencias en el juego de los cubanos, especialmente en el cuerpo de lanzadores, y que el Clásico no debía ser considerado un medidor demasiado confiable. ¿Principal razón? La mayoría de los peloteros profesionales no llegó en plenitud de forma física, elemento sí tenido muy en cuenta por los preparadores de la mayor de las Antillas.

Con la euforia se nubla el juicio. Si únicamente Japón pudo apabullar en la final a Cuba, no debería haber problemas para llevarse por delante todo trofeo que apareciese en el horizonte. Pero no fue así. Y si los jerarcas del deporte en la Isla son en realidad inteligentes, de esta terna de fiascos estivales deben salir los criterios de renovación imprescindibles para reconquistar el terreno perdido.

No más decepciones

Es cierto, los cubanos siguen siendo los campeones de todo: Juegos Olímpicos, Panamericanos, Centroamericanos (el único banderín cosechado este año, al menos hasta la fecha), Copas del Mundo e Intercontinentales. Pero ese reinado absoluto peligra. La mira está puesta en Beijing 2008, adonde asistirán junto con los norteamericanos, quienes a no dudarlo armarán un team capaz de disputarle el oro a quien sea. Tienen en su memoria el sabor amargo de la ausencia en Atenas y no desean regresar a casa con más decepciones.

Una de las principales preocupaciones estriba en que las nuevas promociones de peloteros cubanos no han aportado el relevo de aquellas grandes figuras que, aluminio en mano, asolaban los torneos: Omar Linares, Orestes Kindelán, Antonio Pacheco, Víctor Mesa y Lourdes Gourriel, quienes a su vez fueron el relevo de Antonio Muñoz, Luis Giraldo Casanova, Pedro José Rodríguez, Wilfredo Sánchez y Agustín Marquetti.

En la época de la madera, no aparece el jonronero ni el cuarto bate ideal, a pesar de los buenos dividendos ofensivos alcanzados por el industrialista Alexander Mayeta en los Centroamericanos de Colombia y el Preolímpico. En él se cifran las esperanzas de cara al fuerte torneo en China. Es un excelente bateador y defensor del primer cojín, y lo más importante es que juega sin presión. Lo demostró la primera vez que se puso la casaca nacional, siempre sonriente, bateando a sus anchas e impulsando carreras. Pero igual debemos apuntar que ni los Centroamericanos ni el Preolímpico, como torneos de desigual atractivo —los juegos de Cartagena ni siquiera ofertaban boletos para otros certámenes—, mostraron el nivel esperado.

También comienza a ser incierto el futuro en algunas posiciones claves. Es el caso del campo corto, con un Eduardo Paret que llegaría muy veterano al 2008, amén de que parece haber visto pasar sus mejores años. No olvidemos que es el primer bate en la alineación regular.

En su lugar se vislumbra el capitalino Rudy Reyes, un pelotero con muy buenas manos, pero de escaso bateo. Reyes tuvo un magnífico torneo mundial en el 2005, gracias a la lesión de Paret. Sin embargo, apenas ha podido jugar después de eso. En el reverso de esta moneda está Yoandri Urgellés, relegado siempre y a quien al parecer reservan para el 2008. Es un magnífico bateador y jardinero, pero ¿cómo esperan que rinda en un certamen como ese, si se posterga una y otra vez su debut en grande con la nave principal?

La receptoría es otro punto débil, si tomamos en consideración el papel ofensivo que en el béisbol actual tiene esa posición. Ni Ariel Pestano —otro veterano de cara a Beijing— ni Eriel Sánchez han mostrado poderío ni consistencia al bate en torneos internacionales. Por no hablar del pitcheo, urgido de medidas eficaces dentro de la venidera Serie Nacional para detener las lesiones y profundizar en repertorios de lanzamientos y pensamiento táctico.

Tempestades presentes y futuras

Pero acaso nada repare la honda grieta que en este deporte tan altamente profesionalizado implica mantenerse al margen del necesario roce con la principal liga en todo el planeta, la Gran Carpa norteamericana. Es una añeja deuda que comienza a pasar factura. Si no se traba conocimiento sistemático, por ejemplo, del pitcheo de Grandes Ligas, los bateadores cubanos serán la sombra de lo que fueron y estarán destinados a ser eternos segundones. Y cuidado…

Los estadios vacíos son otra señal de alerta. Un graderío desértico es también el rostro de una nación. Se conjugan muchas carencias, represiones y desalientos cuando los seguidores de un equipo lo abandonan a su suerte, como si les diera igual celebrar el triunfo o angustiarse por la derrota. Nuestro certamen mayor sigue oliendo a casa cerrada, a festividad que se aplaza, a solitario corredor de fondo que se va a desmayar a centímetros de la meta.

Cuando el tufillo politizante sigue prevaleciendo en las ineludibles decisiones que deben tomarse para reempinar el béisbol, se recogen estas y otras tempestades presentes y futuras. Se condena a los jugadores, que otra vez son los que más sufren y tienen que ver pasar sus mejores años sumidos en el estancamiento y la mediocridad.

El deporte cubano requiere oxígeno, clama por reformas, exige miradas menos complacientes y más a tono con los tiempos que corren. Es necesario, en fin, un nuevo modelo para armar.

© cubaencuentro

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