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Actualizado: 02/07/2024 13:30

Literatura

José Escarpanter, una vida dedicada al teatro cubano

Escarpanter se encontraba entre los pocos críticos que se dedicaban sistemáticamente a estudiar el área más marginada de nuestra dramaturgia: el teatro del exilio

Acaba de morir en Alabama el pasado 30 de mayo, el crítico cubano José A. Escarpanter, donde ejerció la enseñanza por muchos años en Auburn University, aferrado a la Cuba de su memoria, la que siempre tuvo presente, a través de sus estudios de la dramaturgia nacional. Podría referirme a él con el lugar común de “una pérdida irreparable para la cultura cubana”, con la particularidad en este caso de que no se trata de una frase hecha, especialmente en lo que al teatro cubano se refiere y dentro de ese marco al teatro cubano del exilio, al que dedicó gran parte de su producción ensayística y donde la pérdida es francamente irreparable, cuyos investigadores podrían contarse con los dedos de una mano: Escarpanter se encontraba entre los pocos críticos que se dedicaban sistemáticamente a estudiar el área más marginada de nuestra dramaturgia. Bien lo reconoció en 2005 el “Instituto Cultural René Ariza” cuando le otorgó, muy merecidamente, el Premio René Ariza, ya que su vida estuvo dedicada íntegramente al teatro.

Lo conocí en los años sesenta, en un momento efervescente de la dramaturgia nacional. En 1960 había obtenido por oposición la cátedra de Historia del Teatro de la Academia Municipal de Artes Dramáticas de La Habana, y muy específicamente cuando en junio del mencionado año hizo el montaje, con los alumnos de la academia, de El arpa de hierbade Truman Capote, una obra, precisamente, acorde con su temperamento, medida, sutil, refinada, austera, escueta, muy distanciada de toda algarabía revolucionaria. Ya desde este momento también, se marcará para siempre su dedicación a la enseñanza y su afán de sembrar el amor al teatro entre las generaciones más jóvenes. Inicia sus investigaciones en relación con la dramaturgia del siglo XIX, formando parte de un primer equipo de investigadores cubanos dedicados a la revalorización del teatro bufo, publicando en Lunes de Revolución “El teatro en la Cuba colonial” y trabajando en ediciones críticas de obras de autores poco estudiados y conocidos, como José Agustín Millán. Posteriormente viajará a Praga y a Sofía para enseñar literatura española e hispanoamericana.

Perderemos contacto hasta que nos volvemos a ver en España, en los años setenta, cuando trabajó en el Programa de las Universidades Reunidas Norteamericanas en la Universidad Complutense, que dirigiera Orlando Rossardi. A partir de ese momento la comunicación se hizo más frecuente, encontrándonos en multitud de congresos universitarios y compartiendo nuestro mutuo interés en el teatro cubano, incluyendo espacios tan opuestos como Miami y Puerto Rico, la Universidad de Kansas en los congresos de la prestigiosa revista Latin American Theatre Review, o en Atenas, durante la XII Conferencia del Mediterráneo en la cual se le rindiera homenaje a José Triana. Personalmente, como dramaturgo, le estoy en deuda por infinidad de trabajos sobre mi producción escénica, en la línea de sus investigaciones sobre otros dramaturgos del exilio, como José Corrales, Pedro Monge, Julio Matas, José Abreu Felipe, Leopoldo Hernández y muchos más, y prólogos a ediciones de Editorial Persona. Cuando en el año 1995, Yara y yo editamos Anales Literarios. Dramaturgos, la edición no hubiera sido posible sin su colaboración, en la que también participaron muchos de sus alumnos, bajo cuya dirección entrenaba a sus estudiantes en el análisis de textos del teatro cubano del exilio. De esta forma, su conocimiento del teatro se proyectaba hacia generaciones de estudiantes que nunca, a no ser por Escarpanter, se hubieran percatado de la existencia de esta dramaturgia.

De la tragedia griega a las tradiciones afrocubanas, sobresalen sus interpretaciones respecto al teatro de José Triana. Pero quizás, entre todas sus investigaciones, la edición crítica del Teatro de Carlos Felipe, publicada con José A. Madrigal, con un extenso prólogo de Escarpanter y minuciosas acotaciones, es una de sus muestras más sólidas, uno de los mejores ejemplos de la amplitud de sus conocimientos. Minucioso y perspicaz, colocaba las obras dentro de su contexto inmediato que después ampliaba, gracias a su extenso conocimiento de la dramaturgia universal, trazando nexos que iluminaban el texto sujeto a análisis, que jamás flotaba en el vacío. Las relaciones que establece entre Carlos Felipe y dramaturgos tan diferentes como Ibsen o Maeterlinck sirven para redescubrir la obra de Felipe desde perspectivas que la enriquecen.

Esto y mucho más podría decirse de una vida dedicada al teatro, y en particular al teatro cubano, que era el cordón umbilical que lo sostenía en un exilio donde Cuba siempre estaba presente.

© cubaencuentro

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