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Actualizado: 28/06/2024 0:13

Sociedad

El dengue no cree en batallas

Higiene cotidiana y autonomía en las actuaciones de los ciudadanos: Las únicas 'armas' capaces de hacer desaparecer la epidemia para siempre.

El dengue, enfermedad infecciosa de origen tropical, es conocida popularmente en algunas regiones como rompehuesos, por el fuerte dolor que causa en las articulaciones. El mal es causado por un virus, transmitido generalmente por el mosquito Aedes Aegypti. Una de sus variantes, el dengue hemorrágico, puede ocasionar la muerte.

En las últimas décadas, esta enfermedad se ha multiplicado y ha devenido endémica en decenas de países, donde cada año se infectan millones de personas. Entre las causas que han impedido su eliminación está la ausencia de integralidad en la salud pública.

Lo que se conoce por salud, que abarca desde la educación sanitaria hasta la provisión de sistemas de desagües subterráneos, se practicaba ya hace unos tres mil años a.C. en algunas ciudades de la India. Posteriormente, hacia el año 1400 a.C., la ciencia de la vida (Ayurveda) se basaba en la idea de que la mente, el cuerpo y el ambiente forman un único sistema que crea y sostiene la vida. Esta concepción integral de la salud alcanzó gran desarrollo en la Grecia y Roma antiguas y estuvo presente en la medicina cubana desde su origen.

Antecedentes de una enfermedad

Hace más de dos siglos, en 1797, inmerso en la primera epidemia mortífera en Cuba de fiebre amarilla —enfermedad que se propagó en la Isla a mediados del siglo XVII, cuando su agente transmisor arribó en los barcos negreros procedentes de África—, el sabio Tomás Romay, una de las glorias de la ciencia y la cultura cubanas, presentó su Disertación sobre la fiebre maligna, enfermedad epidémica de las Islas Occidentales.

En este primer y notable trabajo de la literatura médica cubana, Romay expresó: "si no se observa el mayor aseo y limpieza, todas las demás preocupaciones serán ineficaces". Por ese discurso, sustentado en el carácter integral de la salud, fue designado Miembro Correspondiente de la Real Academia de Medicina de Madrid.

Casi un siglo después, en 1881, otro destacado científico cubano, el doctor Carlos Juan Finlay, después de largos años investigando las causas de la fiebre amarilla, arribó a la conclusión de la necesaria existencia de un agente extraño a la enfermedad como causa de la transmisión. Según él, para la propagación de la enfermedad eran necesarias tres condiciones: la enfermedad, un agente apto para contraerla, y un tercer agente independiente de la enfermedad y del enfermo, es decir, un vector.

En los experimentos observó las manifestaciones de la dolencia, revisó la información existente, analizó los resultados y convirtió la hipótesis en teoría: el agente trasmisor resultó ser el mosquito Aedes Aegypti. En otras investigaciones, como en el caso del cólera, Finlay también partió del concepto integral y estableció una relación entre las zonas afectadas y los canales abiertos de las insalubres aguas de la Zanja Real que abastecían a los habaneros.

Resulta contraproducente —con esa experiencia de siglos, establecida la integralidad de la salud y descubierto el agente en una enfermedad de similar transmisión— que en 1981 se reportaran en Cuba cientos de miles de casos de dengue y decenas de muertos, que ese mal brotara nuevamente en 1997, que en 2002 se reiniciara una gigantesca batalla contra el mosquito y que ahora, en 2006, sin anunciarse oficialmente, estemos inmersos en otra campaña por las mismas razones.

Ante la insistencia de la enfermedad, se impone una reflexión crítica. Salta a la vista que, si bien el esfuerzo hecho en el campo de la salud cubana es indiscutible, el mismo ha adolecido del enfoque integral. Las altas cifras de médicos por habitante y la baja mortalidad infantil se acompañan de cantidades de basura por habitante difíciles de superar, así como de agua potable y albañal acumulada y mezclada por doquier.

Batalla: método inútil

Los huevos del mosquito Aedes Aegypti, instalado en nuestra región hace ya cuatro siglos, pueden conservar la fertilidad en condiciones favorables hasta 12 meses aproximadamente. Su hábitat es la falta de higiene, por lo que su erradicación es imposible sin las correspondientes medidas higiénico-sanitarias, sin el fomento de la cultura de la salud, sin la información precisa e inmediata y sin la participación activa de los ciudadanos, paralela a la del Estado.

Ninguno de esos objetivos es alcanzable por medio de batallas; pues la recogida sistemática de la basura, la limpieza de las calles y la eliminación de los salideros no se hacen efectivos por esa vía.

Los resultados negativos contra el mosquito Aedes Aegypti demuestran lo inútil del método, a pesar de la cultura militar adquirida durante casi medio siglo de batallas contra "el enemigo", la ignorancia, las ilegalidades, la corrupción, la negligencia…

El concepto de batalla designa el enfrentamiento armado entre dos ejércitos, y el fin de cada uno es destruir o imponer su voluntad al otro. Las mismas se desatan cuando los objetivos son inalcanzables por otros medios y se desarrollan en un espacio y tiempo definidos. No se puede, por tanto, batallar por todo, todo el tiempo y en todas partes, porque ello implica centralización y subordinación, provoca daños colaterales, entorpece otras actividades sociales cotidianas e imprescindibles, y genera cansancio e indiferencia sociales.

¿Por qué si cada ciudadano puede ser un elemento activo contra ese agente, no se le brindan las posibilidades para ello? ¿Por qué para fumigar hay que esperar por el "ejército de salvación", si cada ciudadano, armado de insecticidas y un pequeño atomizador, puede ser un elemento activo contra ese enemigo? ¿Por qué para adquirir o reparar un depósito para almacenar agua o una tapa de tanque hay que esperar a que los más altos mandos autoricen su producción y venta?

¿Por qué hay tuberías de agua potable y albañal que permanecen vertiendo durante años? ¿Por qué no se informa con inmediatez la presencia de la enfermedad? Todo ello demuestra que las batallas son insuficientes para la conformación de culturas y que el paternalismo estatal inmoviliza a la ciudadanía.

Cuba, el imperio de la basura

En la versión del año 2002, además de en los salideros de agua —más del 70% de los 3.620 kilómetros de redes de tuberías estaban en mal estado y existían unos 10.000 salideros en interiores, redes y acometidas, así como 4.197 vertimientos de aguas albañales y 3.170 fosas derramando—, los principales focos estaban en los miles de metros cúbicos de desechos sólidos acumulados en las calles.

La estrecha relación entre basura amontonada y dengue quedó demostrada en la capital cuando se recogieron cerca de dos millones de metros cúbicos que, en relación con el número de habitantes, equivale a un metro cúbico de basura por cada capitalino. Es cierto que en las ciudades una persona puede llegar a producir hasta una tonelada de residuos al año; pero, por supuesto, no para recogerla de una vez, sino día a día.

La aparición de la enfermedad exige una vez más, de inmediato, una campaña para su erradicación; pero si no se toman las medidas correspondientes para solucionar sistemáticamente las causas, se procede a la conformación de una cultura ciudadana sobre la integralidad de la salud y se le brinda autonomía para actuar, en poco tiempo estaremos envueltos en una nueva batalla, y por supuesto, en un nuevo fracaso, porque el dengue, señores, no cree en batallas.

© cubaencuentro

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