Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 02/07/2024 13:30

Pasión por los caudillos

Ignacio Ramonet, Fidel Castro y las causas perdidas.

En mayo de 2002 se dio una conferencia de prensa en el Hotel Hilton de Caracas para anunciar la fundación del Capítulo Venezuela del Observatorio Global de Medios (Media Watch Global).

Los representantes del Media Watch Global, el periodista hispano-francés Ignacio Ramonet y el intelectual brasileño Joaquim Palhares, hicieron una presentación sobre los objetivos de la organización y la necesidad que tenía la sociedad venezolana de fiscalizar sus medios de difusión privados.

Cuando en determinado momento un periodista venezolano tomó la palabra y formuló señalamientos críticos contra el gobierno de su país, fue interrumpido por un pequeño grupo de seguidores del presidente Hugo Chávez, que en actitud de manifiesta intolerancia le impidieron hablar. Ante las protestas de varios concurrentes que se solidarizaron con el periodista, Ramonet pidió respetar su derecho a expresarse libremente y el periodista por fin pudo hacerse escuchar.

El recuento de este incidente, del que fui testigo, es a propósito del reciente libro Fidel Castro, Biografía a dos voces, de Ramonet. Desde el Media Watch Global, Ramonet ha arremetido, muchas veces con argumentos razonables y válidos, contra la concentración de la propiedad de los medios de comunicación en países occidentales, el aumento del poder de los conglomerados mediáticos y la merma de la calidad del trabajo periodístico de muchos medios informativos.

En contraste, jamás ha levantado su voz para criticar al gobierno cubano por tener el monopolio absoluto de los medios de comunicación en la Isla y por aplastar todo intento de ejercer el periodismo independiente. En el caso de Venezuela, el Media Watch Global tampoco ha dicho nada de las innumerables y arbitrarias cadenas de radio y televisión del presidente Chávez, ni del uso partidista que da a los medios de comunicación pertenecientes al Estado.

Omisión deliberada

El problema de Ramonet es que cojea del pie de la incoherencia. Como a otros intelectuales de izquierda cegados por el antiamericanismo y alentados por la desastrosa política exterior de la administración Bush, a Ramonet le apasionan los caudillos de La Habana y Caracas —este último, a diferencia del primero, elegido democráticamente en dos ocasiones y ratificado en el cargo por referendo revocatorio, pero con tendencias cada vez más autoritarias y militaristas—.

Estos intelectuales jamás dirán, por ejemplo, que Amnistía Internacional en junio de 2003 designó como presos de conciencia a los 75 disidentes y periodistas detenidos y encarcelados ese año en la ola represiva conocida como la Primavera Negra. Omiten, y es un poco ingenuo pensar que no sea deliberadamente, el incómodo hecho de que tanto Amnistía como Human Rights Watch y otras organizaciones de derechos humanos hayan condenado en reiteradas ocasiones la represión y la ausencia de libertades en la Isla.

Para estos intelectuales, el embargo estadounidense contra La Habana y la obtención de logros en la salud y la educación lo justifica todo, inclusive la violación sistemática de los derechos de un pueblo.

Como bien dice el escritor Manuel Díaz Martínez en una reciente carta —respecto a las declaraciones de la diputada española Isaura Navarro (Izquierda Unida), quien votó en el Parlamento español contra una Proposición no de Ley que reclamaba la libertad de los presos políticos y de conciencia cubanos—, la Declaración Universal de los Derechos Humanos no admite excepciones fundamentadas en la consecución de "parámetros de bienestar" superiores a los de otros países.

La Declaración Universal, cuya sola posesión trae tantos peligros en Cuba, dice al respecto: "En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática".

Aunque la Declaración Universal está redactada de modo tal que puede acoger interpretaciones amplias, acordes con las particularidades de cada democracia, es evidente que las leyes cubanas infringen este principio fundamental, por mucho que Ramonet y otros se empeñen en negarlo.

Asimismo, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos —que el Estado cubano continúa sin suscribir— prevé la suspensión de algunos derechos siempre y cuando se cumplan estrictas condiciones, lo que no equivale a dar carta blanca a regímenes represores para que suspendan la vigencia de tales derechos: "Ninguna disposición del presente Pacto podrá ser interpretada en el sentido de conceder derecho alguno a un Estado, grupo o individuo para emprender actividades o realizar actos encaminados a la destrucción de cualquiera de los derechos y libertades reconocidos en el Pacto o a su limitación en mayor medida que la prevista en él".

Acceso ilimitado

Según se ha dicho en los medios de prensa, la obra de Ramonet es una recopilación de más de "100 horas" de conversaciones sostenidas con Fidel Castro, entre finales de 2003 y diciembre de 2005. Sin entrar en la polémica de si algunas partes del libro son un refrito de discursos e intervenciones de Castro y sin analizar el contenido del libro, llama la atención el acceso ilimitado que ha tenido Ramonet al gobernante cubano.

De otro modo no se pueden interpretar las 100 horas (así, en números redondos) concedidas por Castro y que, aun a lo largo de dos o tres años, equivalen a varias jornadas laborales de ocho horas. Incluso para un gobernante que tiene fama de trabajar incansablemente —dicen que hasta altas horas de la madrugada—, es mucho tiempo.

¿Qué tiene en común Ramonet con Gianni Miná, Frei Beto, Oliver Stone y otros, a quienes Castro ha dado tantas horas de su tiempo tan preciado para que lo entrevisten?

El Comandante, que en el ocaso de su vida y de sus proyectos ya no tiene a casi nadie que le escriba, sabe escoger muy bien a sus entrevistadores y se siente muy a gusto con estos intelectuales, que no esconden su admiración por él.

En enero de 2005, durante el Foro Social Mundial de São Paulo, circuló en los medios de prensa una foto donde Ramonet, eufórico, levantaba el brazo de Chávez en señal de victoria. Todo parece indicar que Chávez ganará las elecciones presidenciales de diciembre, con lo cual su segundo mandato consecutivo llegaría hasta 2013.

La Constitución vigente, redactada con el apoyo mayoritario de los partidarios de Chávez, permite apenas una reelección consecutiva. ¿Dirá algo Ramonet si Chávez y la bancada oficialista en el órgano legislativo introducen reformas para permitir otra reelección del mandatario en 2013?

De momento, el presidente venezolano ya amenaza con modificar la Constitución si la oposición no presenta candidato en las presidenciales de diciembre.

© cubaencuentro

En esta sección

Izquierda, centro, derecha

José Gabriel Barrenechea , Santa Clara | 25/04/2022

Comentarios


Los tontos y el gobierno

Julio Aleaga Pesant , Manzanillo | 15/04/2022

Comentarios


El Mal no viene solo de los Urales

Ariel Hidalgo , Miami | 11/04/2022

Comentarios


Respuesta a Esteban Morales

José Gabriel Barrenechea , Santa Clara | 07/04/2022

Comentarios




Putin está ganando la guerra

Alejandro Armengol , Miami | 11/03/2022

Comentarios


La guerra contra las ideas en Cuba

Alejandro Armengol , Miami | 23/02/2022

Comentarios


El embargo, 60 años y sigue

Alejandro Armengol , Miami | 07/02/2022

Comentarios


Sin los Castro

Alejandro Armengol , Miami | 18/01/2022

Comentarios


La crisis de la «baja» cultura en Cuba

Francisco Almagro Domínguez , Miami | 14/01/2022

Comentarios


Subir