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Actualizado: 28/06/2024 0:13

Ecuador

Las dudas y Correa

¿Entrará el país andino en una época de 'humanismo cristiano de izquierda' o va camino de una nueva mascarada?

Decidor fue sin duda el bautizo católico-kichua que precedió la asunción del presidente ecuatoriano Rafael Correa. Estuvo allí con sus amigos Hugo Chávez y Evo Morales. Ningún otro mandatario extranjero fue invitado a esta suerte de ritual con mucho de pacto ideológico.

Pero más que el apoyo de Chávez y Morales, y tal vez más que un océano de fe, necesita Correa para salir airoso de los compromisos que tiene por delante.

Enmarcado en los apetitos de refundación política que afecta a considerable porción de Latinoamérica, el doctor en Economía acaba de recibir el espaldarazo del ex presidente y ex coronel Lucio Gutiérrez, diana frecuente del discurso del flamante mandatario —nació hace 43 años en la coqueta Guayaquil— contra la "partidocracia". Voluntariamente, no avaló a ningún candidato al parlamento, a pesar de que tiene seguidores en el recinto.

Por lo pronto, no se conocen los términos del acuerdo, aunque vale recordar que el movimiento Alianza País, que lidera Correa, ayudó a echar del poder a Gutiérrez en abril de 2005.

Hacia la Constituyente

Pocos, sin embargo, vislumbran otro camino que no sea la Constituyente, y no sólo para gestionar como Dios manda, sino para revertir la inestabilidad gubernamental que en dos lustros ha visto desfilar por el Palacio de Carondelet a siete presidentes. Si este domingo habló de convocar la consulta sin el permiso del Congreso, los votos de la Sociedad Patriótica le permitirán contar con la bendición del parlamento.

No tiene ya el analista político Paúl Mena que preguntarse si "pedirá el presidente a sus partidarios que salgan a la calle para demandar la Asamblea". Estuvo a punto, sin duda, pero un enemigo vino en su rescate.

Impulsos de esta índole en el otrora candidato que admitió ser capaz de actos o declaraciones prepotentes, podrían topar con un "país que quiere reforma política, pero no quiere grandes enfrentamientos que sólo conduzcan a mayor inestabilidad", señala no sin razón Mena.

¿Para cuándo estará lista la muy controversial Constituyente si se piensa en su funcionalidad dentro de un período de cuatro años? ¿Cuáles serán las reformas directoras? ¿Servirá en efecto para alejar el fantasma del caos y que la medicina, como se ha dicho, no sea peor que la enfermedad? Ecuador mira atentamente a la convulsionada Bolivia.

Otro experto, Simón Pachano, asegura que la "Constituyente se enfila hacia la eliminación política de esos partidos y dirigentes, antes que a generar mejores condiciones para la gobernabilidad".

Aunque el discurso de investidura tocó puntos sustanciales y demuestra el conocimiento de quien los ha manoseado por largo tiempo, no resulta nuevo en los predios continentales. El dilema radica en que este discurso suele pasar en breve de la crítica acerba al neoliberalismo a la lucha antiliberal; o sea, termina volviendo sus armas contra la democracia, y convocar una Constituyente ya va siendo un pretexto para esto último.

Habría que preguntarse seriamente si la oleada emergente en Latinoamérica busca refundar o perpetuar; liberar o posesionar nuevos rostros o castas en el poder.

No sin intención, el comunicador Diego Oquendo invita a no imaginar que "elegimos a un aspirante a mandamás, cuando lo que queremos es un jefe del Estado en toda la línea: sereno, severo, visionario, convencido de su causa", señala.

Objetivos a ganar

Aunque parezca suficiente, el establecimiento de la asamblea está lejos de ser el único combate por librar. Si algo esperan los ecuatorianos, es que la reforma política no deponga los niveles que en la macro y microeconomía alcanzó el país en el último lustro, por primera vez en su historia.

El incremento significativo del salario mínimo y la reducción en diez puntos de la pobreza reflejan saldos de estimación. Son frutos de los precios del petróleo, las remesas de inmigrantes (1.700 millones de dólares en 2006) y lo que Pachano llama "las certezas de la dolarización", instaurada desde 2000 y todavía en medio de un enconado contrapunto.

Se da aquí el caso de que la inestabilidad política de la cúpula en el poder no ha ido de la mano de la crisis económica en los últimos años, pues el Estado ha mantenido equidistancia con respecto a la marcha de la economía.

Otra, sin embargo, es la faz que más de una vez ha enseñado Correa, quien propone un cambio de modelo con incremento de la intervención del Estado. ¿Hasta dónde llegará? Otra incertidumbre.

Las relaciones internacionales que establecerá el ex ministro presionarán el éxito o fracaso de su gestión. Los vínculos con el régimen de Hugo Chávez se levantarán sobre ideología y acuerdos petroleros, y con Cuba, sobre el prometido contrato de "decenas de miles de médicos", según dijo al canal nacional Ecuavisa el 9 noviembre de 2006.

Desde luego que en el marco de la asunción del poder, el líder de Alianza País le deseó pronta recuperación a Fidel Castro, a través de Carlos Lage, el vicepresidente isleño. Y tampoco podía faltar el agradecimiento por los programas de oftalmología y alfabetización implementados. La nación sudamericana posee, además, 6.000 becarios en Cuba.

Pero si Correa —considerado a la vez ecologista, yuppy, antiimperialista de vocación latinoamericana, mestizo de la costa y telegénico— está más cerca de Evo Morales y Chávez, no hace mucho prefirió ubicarse próximo a Lula da Silva, en frase que lo distanció momentáneamente del venezolano, repelido en no pocas áreas políticas en Ecuador.

Culto y populista

Como en otra no reducida gama de temas, este hombre de origen en la clase media baja, pero con estudios superiores en Bélgica e Illinois, desanda, rejuega, rodea y vuelve sobre sus pasos, como para zafarse de las definiciones fáciles.

Si en varias ocasiones, por ejemplo, se ha despachado contra el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, en otras tiende a inclinarse a esas negociaciones advirtiendo sobre las desventajas y un cambio en su estructuración. Sin sufrir el retorcimiento, puede negarse al TLC y demandar al mismo tiempo a Washington que mantenga las preferencias arancelarias ya existentes.

El recién investido sí conoce la decisiva relevancia de EE UU como primer socio comercial de Ecuador, además de su principal mercado de combustible. También es verdad que se ha desempeñado invariable en cuanto a que la base norteamericana de Manta no esté un minuto después de la fecha convenida en 2009.

Si al contrario de gran parte de América Latina, EE UU y la Unión Europea, Correa se ha negado a llamar terroristas a las guerrillas colombianas, por otra parte insiste en que no permitirá que tal fuerza "ponga un pie" en su territorio.

La reciente entrevista con Álvaro Uribe en Managua contiene las líneas para la solución del diferendo por las fumigaciones aéreas de Bogotá (herbicida glifosato) contra las plantaciones fronterizas de droga, que el viento suele trasladar hasta territorio ecuatoriano y perjudicarlo.

Entre los asuntos que no podrá dejar de lado se encuentran la corrupción y la pobreza, que sobrepasa el 50 por ciento de la población, y debe —como él mismo ha precisado— involucrarse en limitar el servicio de la deuda externa del país, así como en la entrega de créditos a los microempresarios a través de los excedentes petroleros.

Pero, en fin, ¿entrará Ecuador con Rafael Correa en una real época de humanismo cristiano de izquierda, como se autodefine el mandatario, o estamos frente a un nuevo espejismo, otra mascarada que antes de intentar la disminución de los sufrimientos populares, hará todo esfuerzo por eliminar o mermar las libertades?

© cubaencuentro

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