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Actualizado: 01/07/2024 13:46

Artes Plásticas

Un evento histórico casi postcastrista

La exposición 'Killing Time' en Nueva York: Una insurrección del arte cubano en las narices de la izquierda norteña. Ver galería.

Uno de los epítetos manidos del castrismo para calificar la ideologización trascendente de un suceso es "evento histórico". No importa si el hecho reúne el requisito para ocupar un lugar en la memoria colectiva, lo que importa es que sea negociable para la propaganda oficial.

La historicidad se la agregará a posteriori algún politólogo del Consejo de Estado. Por ello, si en pleno Nueva York, en el corazón del gran imperio, se genera un acontecimiento connotado para el arte cubano del último siglo y que, sin embargo, contiene todas las cualidades que lo hacen material excepcionalmente indeseable en la historicidad revolucionarista, su condición antagónica al "evento histórico" del socialismo caribeño le imprime por lógica sospecha una significación digna de documentar.

En el caso de Killing Time (Matando el tiempo), inaugurada el pasado 12 de mayo en la galería Exit Art (475 10 Ave.), en la cual participan obras y desempeños de más de setenta artistas residentes dentro y fuera de la Isla, lo sospechoso se originó desde la convocatoria propiamente, que anunciaba a posibles candidatos de ambas orillas el propósito de rememorar las inolvidables jornadas del arte de los ochenta en la Isla. Aquella década que subvirtió el monótono panorama de la plástica cubana de los setenta, transformando y revitalizando drásticamente los recursos expresivos y cambiando el rumbo del discurso visual hacia términos de contracultura y postmodernidad.

Remembranza de los ochenta

A quienes estuvimos atentos a ciertos detalles de la preparación de Killing Time, se nos hacía difícil conciliar la idea de un intercambio con pretensiones apolíticas entre invitados de ambos escenarios, en un marco de referencias a motines del talento tan críticos y tan provocadores hacia el modelo totalitario, hasta el punto de haber sido objeto, durante esos años, de hostigamientos y cárcel por parte del régimen.

Sin embargo, las jornadas inaugurales de la muestra en sí nos apercibió de que había existido cierta táctica diversionista entre los curadores para obtener el espacio y la promoción de lo que en verdad se convertiría en una conmemoración del surgimiento del arte contestatario en la Isla y su legado de continuidad en las generaciones posteriores, aun más allá de las ideologías.

No hubo funcionarios de La Habana invitados, como se rumoraba, ni mediatizaciones a la hora de mostrar al público anglo —en un circuito usualmente simpatizante con el liderazgo de Castro— las verdades precarias que el denominado nuevo arte cubano tuvo que sortear, entre ellas la censura y las represalias de la cultura oficialista, y hasta la acción directa del aparato represivo.

Se esperaba la participación de un grupo de artistas de la otra orilla, lo cual se malogró por los consabidos problemas de visado. Lamentable, porque su concurrencia hubiera elevado la temperatura emocional del encuentro. Aun así, los que asistimos al acontecer inaugural de la muestra fuimos testigos de una conmovedora remembranza del espíritu de los ochenta, donde se respiraba la causticidad de las estrategias del arte de aquella etapa.

Pinturas, instalaciones, vídeos, reproducciones gráficas, esculturas, todo un conjunto de calidad estética balanceada, eficazmente distribuida por la mano curatorial, que a su vez había dispuesto de una vitrina y un amplio panel de dos caras para ofrecer profusa información documental acerca del fenómeno renovador de entonces y sus principales protagonistas. Una memorabilia que se debe al empeño coleccionista de Glexis Novoa, uno de los comisarios de la exposición, y al préstamo generoso por parte de algunos de los artistas.

Ilustrando el 'Renacimiento cubano'

Obras como Pirámide Roja (1989), de Alonso Mateo; Ritual Art DE, Iman Project (1989), de Juan-Si González; La Historia Reconstruye la Imagen (1987), de Consuelo Castañeda; o Jornada de la Cultura Cubana (1989-2007), de Rafael López Ramos, por citar algunas, aportaron al espacio una auténtica atmósfera ochentosa, ilustrando el espectro temático y los niveles de tensión ética que caracterizaron el llamado "Renacimiento cubano".

Esto estuvo reforzado y enriquecido por otras resonancias derivadas o convergentes, y menciono ejemplos como la instalación Mezclilla (2001), del dúo Enema; Calendario (2007), de Rigoberto Quintana; o Heart Art Attack (2002), de Ramón Williams, que marcan una línea sucesoria y actualizada en la más joven vanguardia, la cual sigue manteniéndose cercana al presupuesto conceptual y problematizador, aunque sin descartar las opciones del mercado.

Por otra parte, la presencia de obras de César Trasobares, George Sánchez y Maritza Molina, cuyos quehaceres artísticos han crecido fuera de la Isla, pero que están conectados por concepción e idiosincrasia estética a las novísimas tendencias de sus coterráneos insulares, vincula al suceso expositor con la noción transterritorial que la diáspora le ha conferido a nuestra cultura.

El proyecto de montaje de la exposición se subordinó al perfil galerístico del espacio, aunque estaba bajo la atención de Elvis Fuentes, que es museólogo; pero pareció primar más bien el criterio de Glexis Novoa a la hora de disponer a los exponentes con la intención de evocar las reminiscencias de espontaneidad e irreverencia que caracterizaron muchos de los proyectos independientes de los ochenta.

El programa del segundo día de Killing Time presentó un panel integrado por Novoa, Adrián Soca, Rafael López Ramos, Rubén Torres Llorca y César Trasobares, con la moderación de Fuentes. El panel se propuso dilucidar el transcurrir del arte cubano desde el segundo lustro de los ochenta en adelante y concluyó con la intervención de Trasobares, un exiliado que ya cultivaba fuera de Cuba el performance como género en los momentos de su auge en el interior de la Isla, añadiéndose la coincidencia de que sus temas se movían en una sintonía próxima a la crítica vernáculo-social de la bohemia habanera.

Salvo la breve perspectiva histórica aportada por Torres Llorca, uno de los miembros de Volumen I, los puntuales comentarios emitidos por López Ramos —quien en su doble condición de crítico y artista ha jugado un activo papel cívico en el nuevo arte cubano— y la pintoresca charla de Trasobares, el panel fluyó oscilante entre la torpeza y la franqueza sobreabundando en lo anecdótico. Evidencia de la necesidad de abordar determinados tópicos en tono más académico, sin dejar tanto margen a la improvisación.

Ciertamente, se sintió la falta de las contribuciones discernientes de Gerardo Mosquera, Orlando Hernández, Tonel, Osvaldo Sánchez o Iván de la Nuez.

Casi…

Ese segundo día también se apreciaron los performances de Alejandro López, Alonso Mateo, Juan-Si González, Fernando García, Fabián y Soca, ex miembros de Enema, y Maritza Molina. Los dos últimos muy logrados; el de la Molina, una metáfora mordaz de la "formación del hombre nuevo", fue sencillamente impactante por su limpia ejecución y por el histrionismo convincente.

La decrepitud del dictador satirizada por un montaje bufo de Glexis Novoa y Asael Rosales (quien caracterizó a Castro) amenizó el opening y sirvió de paso como guión explicativo de muchos pormenores del enfrentamiento entre el poder y el movimiento creativo en las últimas dos décadas. Desafortunadamente, algunas deficiencias en la organización conspiraron en contra de una ordenada secuencia de las acciones de los artistas, al no tenerse en cuenta que la simultaneidad de los performances provocaría cierta confusión y fragmentaría la atención del espectador.

Killing Time se exhibirá hasta el 28 de julio. Su concreción es un resultado feliz de la cultura cubana de ultramar y podría ser el exordio de proyectos de mayor rigor. A pesar de sus defectos y limitaciones inclusivas, ha sido puente de reencuentros insospechados, de reconsideraciones indispensables, y es punto de partida para la documentación de una etapa determinante de la historia reciente del arte cubano.

Un testimonio importante de que el margen para el rescate patrimonial por momentos se estrecha. Quienes tengan la oportunidad de visitarla estarán asistiendo a un evento histórico casi postcastrista. Las nuevas expectativas hacia el poder en Cuba, tras la enfermedad de Castro, han sido una de las circunstancias que posibilitaron expedientar esta insurrección del arte cubano contra el caudillo en las narices de la izquierda norteña. Pero la sugerencia adverbial persiste: casi… hasta no estar convencidos que la pesadilla transcurre en pretérito verbal.

© cubaencuentro

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