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Actualizado: 03/07/2024 11:40

Muriendo antes de nacer

El próximo congreso de la UNEAC: cero ambigüedades y la reiteración de la zurcida política de los compromisos.

Senel Paz no sabe si aplaudir o escupir sobre su destino.

Es uno de los seis vicesegundos de una comisión que organiza un congreso de escritores y artistas que deberá exorcizar, si procura un mínimo de credibilidad, un pasado del cual el escritor de 57 años fue una de sus numerosas víctimas.

"Yo acepté formar parte del equipo para preparar el congreso, pero no tengo ninguna vocación de dirigente", avanzó recientemente en Europa.

Por el momento, tiene los reflectores sobre él y su frase "soy un animal de las sombras", con la que recalca su estilo discreto, apenas si le acomoda para mantenerse en esa intimidad de madriguera.

Tal vez de todos los vice que darán cuerpo al séptimo congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas, programado para el año próximo, sea el único que puede defender con más éxito una causa que para muchos está perdida: crear con libertad sin ser castigado por el axioma con que desde 1961 el sistema mantiene a raya a los intelectuales.

Ese año, reunido con un grupo de importantes artistas y escritores en la Biblioteca Nacional, el primer ministro Fidel Castro puso las reglas de juego: "Dentro de la Revolución todo, fuera de la Revolución nada".

Desde entonces es un mandamiento. Sus profanadores lo han pagado caro: cárcel, exilio, ostracismo.

Paz, autor del cuento El lobo, el bosque y el hombre nuevo, que lo lanzó a la fama al servir de libreto para la película Fresa y Chocolate (1993), se muestra dispuesto al desbloqueo y no quiere presentarse como un resentido incurable.

"Esta etapa hay que estudiarla con mayor profundidad y no verla simplemente como un trauma eterno, como algo frustrante", dijo en una entrevista a la prensa digital cubana.

Semanas después defendió la actual administración cultural y consideró superada aquella época terrible.

Al presentar en abril pasado en Lisboa su última novela, En el cielo con diamantes, en la que narra una era de conflictividad, represión y censura durante los años setenta, explicó que aunque las ideas dogmáticas no desaparecen del todo, las autoridades culturales de la Isla defienden "una mentalidad abierta" y existe una nueva generación de intelectuales que no padece las mismas limitaciones.

"Para la gente de mi generación era casi paralizante si no coincidíamos con la línea oficial de la cultura, pero ese dirigismo ya no existe", enfatizó el autor de Un rey en el jardín, título de su primera novela.

Suenan las alarmas

Pero si tal política, en sus formas más rígidas, ha tenido que ser atemperada, no pasa lo mismo con sus máximos responsables.

Eso lo sabe al dedillo Reynaldo González, prolífero crítico y novelista también marcado por la severidad de los dogmas y el control del aparato ideológico.

El autor de Al cielo sometidos tocó las alarmas.

El debate "no ha concluido… no se le puede sofocar con ninguneos", advirtió durante la presentación del último número de la revista Casa de las Américas, que publica la ponencia del investigador y crítico Ambrosio Fornet sobre el llamado Quinquenio Gris (1971-1976), cuando cientos de intelectuales y artistas sufrieron represalias y purgamientos.

González se lanzó a fondo al dejar sin excusas a los que pretenden engavetar el asunto, el "primer desafío ideológico de envergadura" en el actual período de traspaso político.

"A la cultura cubana sólo le quedan las rectificaciones… estamos en eso", dijo, y agregó que tampoco "cabe la desatención, que ayer pudo ser inadvertencia y hoy sería culpabilidad".

Premio Nacional de Literatura en 2003, González es uno de los líderes de la llamada guerra de los emails, con la que los escritores protestaron por la reaparición pública de varios ex comisarios culturales en la década de los años setenta.

El movimiento fue tan apasionado como predecible: pronto estableció una inédita dinámica de cuestionamientos compartida por autores de la Isla y el exilio en temas que desbordaron el origen de la réplica.

Las palabras de Reynaldo González, también experto en medios masivos, no son un presagio. Suceden a la presentación, una semana antes, de la comisión que preparará el séptimo congreso de la Unión de Escritores y Artistas.

Final con cerrojo

En el acto, el ministro de Cultura, Abel Prieto, no quiso dejar nada a la casualidad y reiteró la zurcida política de los compromisos.

El funcionario y novelista dijo que la preparación del séptimo congreso se realizaba "con el compromiso de confirmar la identidad de la vanguardia intelectual y artística con la vanguardia política". Cero ambigüedades.

El autor de El vuelo del gato atraviesa el momento más filoso de su carrera política: como miembro del Buró Político del Partido Comunista se le pide que ahogue sutilmente la protesta y restablezca el orden.

Como escritor, no debe quedar como un cobarde que soslayó las reivindicaciones del gremio.

¿Cómo contentarlos cuando parecen insaciables? Puede que la pregunta sea una pesadilla para Abel Prieto y la respuesta se convierta en un pecado político.

"Mató la criatura antes de nacer", sentenció uno de los asistentes al acto en uno de los tantos comentarios de pasillo. "Qué otra cosa puede hacer alguien que se acuesta escritor y se levanta ministro", lamentó otro de los presentes.

Pero aún faltaba un final con cerrojo de hierro: Esteban Lazo.

Considerado uno de los representantes de la "moralidad" del Partido y, por tanto, de la lealtad política, el también vicepresidente del gobierno recordó que el sexto congreso de la UNEAC, en el que Fidel Castro se mostró sumamente interesado y participativo, abrió caminos hacia lo que sería la llamada "batalla de ideas".

"Estoy seguro de que en el ánimo de nuestros escritores y artistas se halla la idea de trabajar para que nuestra Revolución sea socialista para siempre", dijo Lazo mirando al auditorio en espera de un aplauso que no tardó en llegar.

© cubaencuentro

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