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Actualizado: 02/07/2024 13:30

Reportaje: Música

Muerte por censura

La Habana prohíbe a Issac Delgado en radio y televisión. Los censores no se toman vacaciones, a pesar del publicitado 'debate intelectual'.

Malas noticias. Cuando un grupo de intelectuales cubanos instala un debate sin precedentes sobre la censura y el pluralismo en la Isla, las autoridades encajan nuevos nombres al directorio de los prohibidos, enviando claras señales de que la vieja política, ahora cuestionada, no conocerá el retiro.

Esta vez fueron músicos. En el index aparecen ahora los hermanos Ebblis y Kelly Valdivia, que hace un par de años formaron la agrupación Boni & Kelly, el rapero Papo Records, y el salsero y animador cultural Issac Delgado.

Todos, de alguna u otra manera, "desertaron", según la clasificación verbal al uso por las jerarquías culturales y, por tanto, han dejado de existir para los productores y las audiencias.

"Ya no están en las computadoras", reconoció un director de programas de radio.

La orden de borrar o congelar la obra de los "quedados" proviene de la Dirección de Música del Instituto de Radio y Televisión (ICRT), pero más allá de tal instancia, y sin que conste en documentos, estaría el Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista.

"Es el que dicta las actas de defunción o al menos la política para uso en cada caso", explica el director de espacios musicales. "Es casi automático. Te quedas, no existes".

Luto en el mundo rapero

La muchachada de los hermanos Valdivia ya está enterada. Aunque la censura trabaja discretamente, la gente pasa la noticia de boca en boca. Radio Bemba le llaman en la Isla.

"Lo supe por una amiga que tiene 'antena' —televisión satelital clandestina—. Pensé que era mentira porque los pusieron en (el programa de televisión) Piso 6 hace días… No creo que afuera tengan más fans que aquí, pero sí más dinero, viajes y esas cosas", dice la Mayi, una admiradora de Boni & Kelly.

El dúo lograba arremolinar en torno suyo a una ardorosa audiencia, principalmente de adolescentes, que bailaba hasta el delirio lo mismo en teatros que en escenarios improvisados.

Mimados por los medios, el dúo de los hermanos Valdivia, ambos jóvenes y telegénicos, batieron récord de venta de su único compacto disco producido en Cuba: Fanática.

Los raperos, por su parte, están de capa caída. Uno de sus ídolos, Andrés Daniel Rivalta Hechevarría, bajo nombre de Papo Records, es otro de los ex comulgados.

"Mis canciones cuentan lo que veo y vivo cada día, los males que afectan a la sociedad o los que en mi opinión ella debe escuchar", dijo Rivalta hace un año, poniendo en su boca el sentido contestatario e indagador del movimiento cubano de hip hop.

Rivalta se hizo de un nombre en Cuba y también consiguió proyección internacional. Revistas estadounidenses del género como The Source y Vibe dieron cuenta de su trabajo.

En la Isla tuvo a la crítica de su parte, que vio en el artista uno de los mejores cultores del rap en el país.

Pero la mayor decepción para los bailadores le vino de un ex ingeniero de 44 años: Issac Delgado, quien por más de tres lustros estremeció los ritmos de la Isla e hizo, juntos a otros, que la llamada salsa o timba no fuera un género decadente y grosero en las caderas de las mujeres y las pelvis de los hombres.

Un salsero menos

"Es una lástima", murmura Adelina Cajigal. Ella, junto a miles, bailaron al son de Issac, ahora radicado en Tampa, en los conciertos de La Tropical, un salón habanero al cual se accede luego de ser revisado por la policía con detector de metales y cacheos minuciosos.

Para esta mujer, que no rebasa los treinta y cinco años y es cajera de profesión, el intérprete de éxitos como La sandunguita y Deja que Roberto te toque, "no tenía por qué quedarse", porque "aquí lo tenía todo y un pueblo que lo seguía a todas partes".

"No tendrá eso en el Yuma (Estados Unidos), aunque allí hay muchos cubanos", reconoce.

Otros saben que su carrera podría no ser igual, pero reconocen el derecho del artista a vivir dondequiera y a buscar nuevas oportunidades personales y profesionales.

"Aquí estaba bien, pero si se fue es porque le faltaba algo o simplemente porque le dio la gana. Es problema de libertad para escoger tu futuro, cosa que aquí no existe", alegó un productor musical.

Los discos de Delgado han volado en las vendutas de esquina. "La gente se los lleva como pan caliente, saben que el tipo habló allá", afirmó uno de los tantos comerciantes informales de música apostados en portales habaneros.

Para la censura hay dos tipos de "desertores". Los que guardan silencio y los que no. Para los primeros se ofrecen ciertas benevolencias, como ser radiados esporádicamente, algo que ocurre con la cantante Xiomara Laugart o con el pianista de jazz Gonzalito Rubalcaba, ambos con carreras en Norteamérica.

Los que "dan declaraciones", casi siempre desagradables al gobierno, no obtienen el beneficio de la vista gorda. Mueren por censura.

A despecho de los medios

Es copioso el directorio de músicos emigrantes que han sido desterrados al vasto país del silencio oficial. Sin embargo, algunos resquicios han sido abiertos para conocer o reconocer a los proscritos.

Hace unos años los cubanos quedaron boquiabiertos cuando en el documental Yo soy del son a la salsa, del realizador Rigoberto López y con guión del novelista Leonardo Padura, apareció Celia Cruz. O con Calle 54, del español Fernando Trueba, en el que se filma un dúo entre Chucho y Bebo Valdés. Ambos fueron vistos en pantallas de cine, nunca en televisión.

A despecho de los medios, es inevitable que los vedados consigan vida propia en las fiestas familiares de fin de semana. Se baila y se goza con Manolín El médico, un salsero emigrado hace más de cinco años a Miami que sigue haciendo "furia" en la Isla.

Los ejemplos sobran. En una cafetería estatal de San Lázaro, en pleno corazón de La Habana, ya se puede escuchar a Celia Cruz a todo volumen con su "no hay que llorar, que la vida es un carnaval".

Una gorda mesera mueve los pies, agita las manos con sabrosura. No puede contenerse. Es un invierno suave, hay brisa de verano y todo está por vivirse, parece insinuarnos.

"¿La censura?... ¿quéseso, niño?", dice y sigue bailando.

© cubaencuentro

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