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Actualizado: 01/07/2024 13:46

Sociedad

Vade retro antena

Si la mayoría rechaza la banalidad de las televisiones extranjeras, ¿cómo las señales ilegales se han convertido en un jugoso negocio?

Un artículo reciente del periódico oficialista Juventud Rebelde retomó un asunto muchas veces tratado, aunque nunca solucionado: la programación de la televisión cubana. Bajo el título "Nosotros que te queremos tanto", se refiere, entre otras aristas, a algunas particularidades de la televisión cubana actual, así como a los gustos y preferencias de los televidentes.

El enfoque de estos reporteros se centra sobre el supuesto de que los cubanos prefieren programas que "les aporten". Sostienen que "hoy son mayoría quienes rechazan el discurso banal, los programas vacíos", debido a una supuesta instrucción superior que tienen los cubanos y a que se han ampliado sus expectativas a "niveles insospechados".

El discurso de este, como de cualquier otro reportaje a propósito del tema, apunta al muy difundido superobjetivo de la televisión cubana de educar entreteniendo (o entretener educando). Sin embargo, basta repasar la programación habitual de una semana completa para confirmar cuán lejos se encuentra de acercarse siquiera a tales propósitos.

Lo cierto es que la casi totalidad de los programas que pasan actualmente por la pantalla son obsoletos y padecen de un anquilosamiento crónico, sin precedentes en la historia del más popular de los medios de difusión.

Por razones de espacio, no voy a detenerme a enumerar todos los penosos programas que por 10, 20 ó 30 años se han mantenido ininterrumpidamente ofreciendo imágenes antediluvianas y repetidas hasta el cansancio. Ni qué decir de la mayoría de los conductores, cuyo vocabulario paupérrimo, poses afectadas, chistes fuera de lugar e incultura los convierte en el ejemplo de lo que no debe ser nunca un locutor. Son, por así decirlo, una pléyade de "antianimadores" capaces de acabar con las expectativas del televidente mejor dispuesto.

La otra cara del problema

No se trata de hacer un análisis de las perennes limitaciones de que adolece la televisión cubana, ni mucho menos de ensalzar propuestas específicas de ciertas televisoras extranjeras —demonizadas por los medios oficiales— y que en no pocas ocasiones son productos verdaderamente misérrimos como propuestas artístico-estéticas.

La cuestión es otro aspecto del mismo asunto, a propósito de un artículo que publicara el diario oficial Granma con el título "Señal equivocada".

En aquella ocasión, el órgano del Partido Comunista tomaba como pretexto el contrabando de receptores del sistema de satélite Direct TV e implementos relacionados con estos, detectado en la Terminal 5 del Aeropuerto Internacional José Martí el 24 de junio de 2005, cuando un ciudadano cubano residente en Estados Unidos intentó sobornar a un funcionario de la Aduana General de la República con el objetivo de introducir los mencionados receptores e implementos.

Delito aparte, el autor del artículo vincula arbitrariamente este contrabando con el capítulo uno del Informe de la Comisión para la Asistencia a una Cuba libre, "plan anexionista del imperio que pretende destruir a la nación cubana", en el cual se "concibe una suficiente distribución de computadoras, radios de onda corta, platos de satélite, decodificadores, fax y fotocopiadoras a sus empleados aquí".

Es así que el individuo, cubano residente en Estados Unidos, y sus dos asociados en la Isla, se encuentran ahora sujetos a proceso judicial por los delitos de contrabando (que establece entre seis meses y tres años de privación de libertad y multas entre 200 y 1.000 cuotas, o ambas, según los artículos 233 y 234 del Código Penal) y cohecho (contemplado en el artículo 152, con penas de entre 2 y 20 años de privación de libertad y multas de entre 500 y 1.000 cuotas, o ambas).

A la vez, indirectamente, se sugiere que son "empleados del imperio" para sus "planes anexionistas". Se desconoce qué destino se haya dado a los equipos incautados por la Aduana.

¿Cultos pero banales?

Después de la obligada y sempiterna diatriba contra las artimañas "del enemigo imperial" —que probablemente no tenga ni idea de los trasiegos del contrabandista en cuestión—, se ataca la difusión de ciertos canales de Miami que se basan en "supuestas distracciones y la cacareada e hipócrita libre información", en las que se tergiversa la realidad cubana y abundan "la banalidad, el consumismo y otros arquetipos de la sociedad capitalista".

Continúa el articulista su catarsis: "La programación enajenante de esos medios es una afrenta al afán de conocimiento y de superación general que procuran los cubanos hoy día mediante múltiples programas verdaderamente educativos". Pero, casi inmediatamente después, cae sorpresivamente en una flagrante contradicción cuando asegura que "la distribución ilegal de señales televisivas se ha convertido en un jugoso negocio para un grupo de personas".

¿En qué quedamos? Si los cubanos de hoy son tan selectivos y exigentes a la hora de escoger los programas televisivos de su preferencia; si son tan cultos e instruidos; si su propia televisión cumple, al menos en alguna medida, sus elevadas expectativas, y si las televisoras extranjeras ofrecen productos tan deleznables del decadente mundo capitalista… ¿cómo es posible que la distribución ilegal de señales televisivas sea "un jugoso negocio" para alguien?

En otras palabras, ¿tan numeroso es el público que adquiere esas señales que su contrabando resulta lucrativo? Indudablemente, sí.

En realidad, lo que no reseñan los respectivos artículos de Granma y Juventud Rebelde es la alarmante demanda popular de que goza hoy "la antena" (como se conoce a los receptores Direct TV que pululan en La Habana y las poblaciones adyacentes); la creciente sed consumista de un amplio sector de la población que prefiere pagar los 10 pesos convertibles (tarifa fija que permite tener "el cable"), antes que sufrir la programación de la televisión nacional.

Los cuatro canales nacionales persisten en transmitir la fatigada propaganda ideológica del régimen, las mil reposiciones de series extranjeras o nacionales, y los programas musicales de pésima factura y clips pasados de moda.

La prensa oficial tampoco dice que más de 40 años de fatigosa arenga y decenas de horas semanales dedicadas al reforzamiento del discurso gubernamental, han dejado un terreno fértil para que germine la simiente de esas televisoras que tanto critica y teme el gobierno.

Direct TV 1, Mesa Redonda 0

Los cubanos, en su mayoría, están hartos de televisión ideológica y politiquera: quieren llegar a casa, después de una jornada en la que han estado trabajando para nada, después de lidiar con el eterno problema del transporte, de los víveres, y de todas las desgracias que matizan la vida de la población, y sentarse a disfrutar de un mundo de colores —aunque sea falso, encartonado o "de mentiritas"—, pero que les ofrezca una opción diferente de la que tienen.

En los días del aniversario de Playa Girón —uno de los más reforzados en la propaganda política de Castro—, la televisión cubana retransmitió hasta tres veces al día los mismos reportajes de siempre, realizados por aquellos ya lejanos días de 1961; la antológica fotografía del "invicto" saltando de un tanque —dicen los más suspicaces que después de finalizados los combates— y otras muchas imágenes donde aparece el Comandante en sus días de gloria: joven, enérgico, imbatible.

El mensaje subliminal es hacer recordar a los cubanos al líder que fue, y no la patética figura derrotada por los años, la soledad y la locura que ofrece el Patriarca en lo que, más que otoño, parece ser un irreversible invierno.

De cualquier manera, ninguna de las drásticas medidas adoptadas contra la proliferación de "señales ilegales" (detenciones, decomisos, multas) ha logrado hasta ahora impedirla: cada vez son más los hogares cubanos consumidores de esas propuestas, lo que demuestra la falsedad de la propaganda cuando alude a la población de la Isla como "altamente politizada" y comprometida con su revolución y con el socialismo.

Al parecer, las golosinas capitalistas que aparecen en la pantalla de los "suscriptores clandestinos de la antena" son más apetitosas que los discursos populistas o los himnos de combate.

© cubaencuentro

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