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Generación Y, Yoani Sánchez

Yoani Sánchez, haciendo camino al “bloguear”

Entrevista con la creadora del blog Generación Y

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Hace apenas cuatro años, en 2007, ocurrió algo en La Habana que abrió un nuevo campo de acción para cuestionar y enfrentar el innegable deterioro de la economía y de la vida del país y de sus ciudadanos debido a los ya más de 52 años de totalitarismo castrista: la salida al ciberespacio del blog Generación Y, de la filóloga Yoani Sánchez.

¿Quién hubiera podido prever que el antiguo éter —ese fluido impalpable, inmaterial, sutil e intangible, que los hindúes suponían que penetraba todo el universo, y que era el vehículo del sonido y la vida—, ahora rebautizado como “ciberespacio”, sería tan eficaz para darle nueva agua al viejo dominó cubano?

Yoani, que tomó como pretexto para su blog la oleada de nombres con y que asoló el universo onomástico cubano a partir de 1959, ha hecho con sus muy bien escritas crónicas, lejos de la clásica diatriba política, una autopsia en vida de las incoherencias del régimen, de sus contradicciones diarias, simplemente relatando lo que ella ve y vive como ciudadana cubana de a pie.

Y si es cierto que existen los llamados archivos akáshicos —especie de “base de datos” del mundo, su historia, el conocimiento trascendental de las cosas y la vida cotidiana desde los orígenes del hombre—, toda esa intensa actividad de Yoani ya está grabada en esa especie de dvd virtual que parecen ser esos archivos, con la gran ventaja de que no hay que ser un chamán o un médium para poder leer sus preguntas al presidente Barack Obama, ni sus cientos de inteligentes, mesurados y certeros posts; basta con ser uno de los millones de lectores de su blog.

Poder entrevistar desde Miami a esta mujer que vive y actúa conforme a su conciencia —y que sigue haciendo lo que dice y piensa a pesar de las consecuencias represivas que ello le ha traído a ella y a su familia— es una oportunidad que no puedo desaprovechar, así que ojalá pueda yo encontrar las preguntas que nos permitan conocer mejor a esta heroína cotidiana que ha sacado la cara por todos nosotros desde el piso 14 de un edificio de microbrigadas habanero, feliz metáfora de que la redención deberá surgir del mismo árido paisaje urbanístico, económico y social que la hace tan necesaria.

¿Fuiste la clásica pionerita que gritaba “Seremos como el Che” como parte del rebaño, o realmente tú y tu familia creían en Fidel y en la revolución cuando eras una niña?

Yoani Sánchez (YS): Nací en 1975, bautizado como “Año del 1er Congreso del Partido”. Mi padre llegó a ser militante del PCC, y mi madre de la UJC, pero justamente cuando yo entraba a la edad de tener conciencia del país donde vivía, el socialismo real se desmembró ante mis ojos, de manera que mi adolescencia transcurrió en la peor etapa del período especial. Vi caer todas las máscaras: las del ateísmo, las de la fidelidad a toda prueba, las que te hacían ver como un ciudadano respetuoso de la ley mientras comprabas en el mercado negro… No creo haber llegado a creer nunca en lo que me decían desde las vallas políticas, pues cuando debía repetir esas consignas era muy pequeña para arribar a conclusiones ideológicas, y cuando tuve la madurez para decidir ya no había nada en qué creer. Me considero bastante escéptica de las ideologías, de las alineaciones políticas, y especialmente de esos líderes que creen interpretar los mandatos de sus pueblos.

¿Cuándo te volviste “desafecta” o contestataria—, antes o después de tu estancia en Suiza?

YS: Disidente, opositora y contestataria es, en Cuba, la propia realidad que se resiste obstinadamente a parecerse al discurso oficial con que intentan disfrazarla desde hace medio siglo. La pregunta sería cuándo empecé a ver la realidad tal y como es, pero ese es un proceso lento y para algunos doloroso. En mi caso ocurrió exento de graves emociones, sin un antes y un después fácil de determinar. Vi a mi madre sentarse frente a la tele a ver el juicio contra el general Arnaldo Ochoa, y transmutarse frente a la pantalla; pasar a ser, de una ciudadana convencida, a una incrédula del sistema. También presencié el éxodo masivo de 1994, y a muchos partir, prostituirse y morir en ese malecón habanero que quedaba a unos pocos metros de mi casa de la calle Lealtad. No hay convicción política que resista algo así.

¿Por qué decidiste regresar de Suiza a Cuba, si poder salir del país es un anhelo generalizado de la mayor parte de la juventud cubana?

YS: Viví en Zurich un par de años, lo que me convirtió —según las absurdas leyes migratorias cubanas— en un caso de “salida definitiva”. Allí tuve muy buenos amigos, choqué por primera vez con Internet, y aprendí algo de alemán. Pude leer mucho gracias a que trabajé en una pequeña librería de libros latinoamericanos, donde me actualicé con textos escritos por compatriotas desde el exilio. Me empapé con las últimas novelas de Cabrera Infante, seguí de cerca la obra de Zoé Valdés, y pude acercarme a libros prohibidos en Cuba, como los escritos por el peruano Mario Vargas Llosa. Fue un tiempo de crecimiento personal y cívico el que pasé en aquella nación alpina. Guardo un grato recuerdo de Suiza, de su paisaje, sus costumbres y su gente multicultural y cosmopolita. Tomé un vuelo hacia La Habana, como si viniera de vacaciones, pero decidí quedarme aquí por razones estrictamente familiares. Me autoimpuse una sola condición: el regreso al corral no podría implicar una reincorporación al rebaño. Me comportaría como una persona libre y asumiría los riesgos…

¿Qué te hizo decidirte a crear tu blog Generación Y, venciendo el lógico temor a la reacción represiva del régimen, suficientemente evidenciada cuando la Primavera Negra de 2003?

YS: Siempre hay una dosis de locura en todo acto realizado a sabiendas de que nos traerá un montón de problemas y dificultades. Confieso que en aquel abril de 2007 me sentía bastante trastornada, entre la humedad primaveral, la asfixia material y una incomodidad que se me había instalado en la garganta, una trabazón que solo se arreglaba marchándome de mi país o haciendo una particular terapia de expresión. Antes de abrir el blog GeneraciónY había pasado por la experiencia de administrar el sitio de la revista digital Consenso. Así que navegando, o más bien naufragando en Internet, supe de la existencia de esa modalidad de comunicación que son las bitácoras personales, y me atreví a tener ese espacio con el propósito inicial de poner por escrito las muchas inquietudes que hasta ese momento no había podido compartir con casi nadie. Fue una especie de exorcismo para sacar afuera los incómodos demonios que tanto me irritaban, pero también fue un ejercicio de cobardía a través del cual iba tanteando mis posibilidades. Luego GY se convirtió en algo así como una plaza pública de discusión, y ahora estoy consciente del enorme compromiso que he contraído con los lectores y conmigo misma.

¿A qué atribuyes que algunas figuras supuestamente opositoras en el exilio, como Zoé Valdés y Jorge Pomar, te ataquen tanto, y te acusen de ser una agente de la Seguridad del Estado castrista?

YS: Los medios oficiales cubanos me acusan de ser “una mercenaria asalariada del imperio”; entre otras razones, porque no pueden imaginar que un cubano actúe como si fuera un ciudadano libre por su propia iniciativa. Hay otros que, sin ser agentes del Gobierno, e incluso con sinceras posiciones opositoras, no conciben que nuevas voces se eleven en medio de la represión y el control. “Tiene que ser de la seguridad” —piensan, y eso me recuerda a quienes creen que las pirámides fueron construidas por los extraterrestres, pues según dicen, desde su incredulidad: “¿a quién se le ocurre que los egipcios o los mayas hayan podido hacerlas ellos solos?”

¿Cómo son tus relaciones con el resto del movimiento opositor cubano, y cuál es tu posición con respecto al reciente intento de unidad que el doctor Biscet ha rechazado?

YS: No pertenezco ni nunca he pertenecido a ninguna organización de corte político; me defino como un electrón libre, pero tengo muy buenas relaciones personales con la mayoría de los líderes opositores y representantes de la emergente sociedad civil. Siempre que he podido colaborar con cualquiera de ellos lo he hecho en el marco de mis posibilidades, como por ejemplo, ayudar a conectar sus móviles a twitter, asesorar en cuestiones técnicas sobre los blogs, y divulgar las detenciones y atropellos de que son objeto frecuentemente. Por regla general, no me afilio ni siquiera a documentos, prefiero escribir sobre ellos antes que suscribirlos. “El camino del pueblo”, con sus aciertos y limitaciones, ha sido un buen intento unificador. Oscar Elías Bicet tiene su propia postura, y eso es respetable también. Espero que en el futuro de la nación prime la diversidad y no la unanimidad.

¿Qué papel consideras que debe jugar el exilio en la inevitable transición a la democracia que, al menos en el ciberespacio, ya está en marcha?

YS: No me gusta hacer definiciones de los cubanos atendiendo al lugar de residencia. Todos somos cubanos, y todos tenemos los mismos deberes y derechos. La diferencia fundamental que marca a los que viven fuera de esta Isla es que se desenvuelven en sociedades donde pueden organizarse y prosperar sin los riesgos que corremos quienes estamos en esta otra orilla. Tanto aquí como allá hay diferentes posiciones sobre cómo ejecutar acciones conducentes al logro de la transición a la democracia. Si no apela a la violencia, cualquier propuesta es positiva y válida, especialmente porque sé que la hacen desde el amor a su país y el deseo de que la tierra donde nacieron entre en un cauce democrático. El único papel que no deben jugar es el de la indiferencia. Es preferible tomarse el mojito de la nostalgia que la Coca Cola del olvido.

Laura Pollán acaba de morir, ¿podrías darme tu testimonio personal sobre las circunstancias de su muerte, y tu opinión sobre la repercusión de la misma en el futuro del movimiento opositor cubano dentro de la Isla?

YS: Aquel 14 de octubre fue un día especialmente triste, con una lluvia fría que se colaba a través de la ropa, el Hospital Calixto García escaso de bombillos, y la noticia de la muerte de Laura. Creo que a pesar de que llevaba una semana en terapia intensiva, ninguno de sus amigos y familiares estábamos preparados para escuchar al doctor decir que había fallecido a las 19:50 horas. Porque Laura era pura energía, vitalidad, deseos de hacer. Su personalidad marcó al movimiento de las Damas de Blanco y ahora, con su ausencia, estas mujeres de gladiolos en las manos tienen el gran reto de convertir su memoria en fuente de inspiración. Creo que vienen días difíciles para todas ellas, porque la policía política tratará de que la muerte de Laura Pollán sea también el deceso de este movimiento femenino y pacífico. Sin embargo, tengo la esperanza de que como mismo las guío e impulsó en vida, la pequeña maestra de la calle Neptuno pueda ahora imbuirlas con su recuerdo. Berta Soler tiene el temple y el carisma para sustituirla en su liderazgo, especialmente porque aprendió junto a Laura que el camino de la lucha cívica es azaroso, accidentado y nunca termina.


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