Fidel Castro y la reforma sanitaria de Obama

Con fecha 24 de marzo de 2010, a las 6 y 40 p.m., Fidel Castro entrega su última reflexión, que comienza con una aseveración lapidaria: “Barack Obama es un fanático creyente del sistema capitalista imperialista impuesto por Estados Unidos al mundo. ‘Dios bendiga a Estados Unidos’, concluye sus discursos”.

Asegura que “Por elemental sentido ético, Obama debió abstenerse de aceptar el Premio Nobel de la Paz, cuando ya había decidido el envío de cuarenta mil soldados a una guerra absurda en el corazón de Asia”.

El Noticiero Nacional de la TV cubana resaltó en diciembre pasado la candidatura de Fidel Castro a Premio Nobel de la Paz 2010, promovida por un centenar de ciudadanos argentinos, venezolanos y cubanos, en un documento publicado en Cubadebate que invita a adherirse por correo electrónico. En el hipotético caso de que le fuera concedido, suponemos que el comandante en jefe renunciaría al galardón, dado que promovió decenas de guerras en todo el mundo, al costo de cientos de miles de vidas, e invitó a Nikita Kruschov a “dar el primer golpe” y desencadenar la masacre universal.

Se refiere Castro al “documento antidemocrático impuesto [por Estados Unidos] en la Cumbre de Copenhague a la comunidad internacional, que había dado crédito a su promesa de cooperar en la lucha contra el cambio climático”. A pesar de todo ello, asegura que “no albergamos ninguna animadversión contra Obama” y destaca su victoria al conseguir la aprobación de la Reforma Sanitaria.

Más adelante, se extiende en consideraciones ecologistas, predice la desaparición de la especie y apostilla que “como persona incuestionablemente inteligente y suficientemente bien informada, Obama conoce que no hay exageración en mis palabras. Espero que las tonterías que a veces expresa sobre Cuba no obnubilen su inteligencia”.

Reclama la legalización de los inmigrantes ilegales en Estados Unidos y afirma que “si al pueblo cubano se le impuso una Ley de Ajuste, ¿por qué se emplean métodos tan brutales con los emigrantes ilegales de los países latinoamericanos y caribeños?”. Queda clara su propuesta de erradicar los “métodos brutales” y la “Ley de Ajuste”. Es decir, tanto la batalla contra los emigrantes ajenos como la legalización de los propios.

Cita a los recientes terremotos como “pruebas elocuentes de los peligros que amenazan a la llamada civilización y la necesidad de drásticas medidas que otorguen a la especie humana la esperanza de sobrevivir”. Pero resulta poco probable que las más drásticas medidas puedan anular la tectónica de placas.

Asegura que “La Guerra Fría no trajo ningún beneficio para la población mundial”, algo indiscutible, aunque su reflexión debería considerar que una guerra, fría o caliente, requiere de dos bandos, uno de los cuales olvida mencionar.

Castro critica la salvación del sistema financiero por parte de los gobiernos y a La Reserva Federal de Estados Unidos que “emite a su antojo las divisas convertibles que costean las guerras de conquista, las ganancias del Complejo Militar Industrial, las bases militares distribuidas por el mundo y las grandes inversiones con las que las transnacionales controlan la economía en muchos países del mundo”. Algo refrendado, según él, por el “monopolio de los medios de comunicación masiva, incluidas las redes principales de Internet”. Lo cual explica mejor que el embargo norteamericano el hecho de que Cuba sea uno de los últimos países del mundo en acceso a la red.

Incursiona también en el territorio de la anticipación científica: “Hace unos días expresé mi convicción de que (…) el ser humano (…) jamás podrá recorrer la distancia que separa el Sol de la estrella más próxima, ubicada a cuatro años luz”, y nos explica qué significa ese término, aunque, según él, es sobradamente conocido por los estudiantes de secundaria. Lo que le da pie para divagar sobre las fórmulas de Einstein, el big bang, el espacio y el tiempo, que “ocupan la atención y los análisis de los teólogos”, y cita el libro La obra del artista: Una visión holística del Universo, de su amigo Frei Betto.

Para concluir, asegura que “no es poco el interés que los más honestos pensadores prestan a los nuevos conocimientos, pero no sabemos absolutamente nada de lo que piensa el presidente Obama sobre la compatibilidad de las sociedades de consumo y la ciencia”. Y nos promete seguir meditrando “con la debida serenidad y acerados nervios”.

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