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Actualizado: 28/06/2024 0:13

Castrismo, McGovern

Castrismo, inteligencia y honestidad

El peculiar concepto de reciprocidad de los simpatizantes del castrismo

Parafraseando una expresión lapidaria, es imposible ser simpatizante del castrismo, inteligente y honesto al mismo tiempo.

La semana pasada académicos, negociantes, pacotilleros y activistas se reunieron en Miami para buscar fórmulas y caminos para mejorar las relaciones entre Estados Unidos y el gobierno cubano. Día de duro bregar exigiendo levantamiento del embargo, libertad de los cinco espías que son tres, borrar al régimen de la lista de patrocinadores del terrorismo, eliminación de restricciones a ciudadanos americanos para viajar a Cuba, y otras exquisiteces de ese corte.

Tenían derecho a hacerlo; Estados Unidos en un país libre. En Cuba no hubieran podido celebrar esa reunión, ni ninguna, con esos mismos temas y participantes, si el régimen no los hubiera autorizado. Por suerte para ellos, casi todos viven aquí, no allá.

Lo peculiar del referido evento fue que, para normalizar relaciones entre Estados Unidos y Cuba, país que está en transición, según los participantes, se plantearon toda una serie de exigencias al gobierno de Estados Unidos… y prácticamente ninguna al gobierno cubano. Y cuando se preguntó a uno de los organizadores del evento sobre la necesaria apertura política en Cuba, liberación de presos políticos, cese de la represión, o respeto a los derechos humanos, respondió esotéricamente que después que Estados Unidos hiciera lo que debe, no se produciría esa apertura por parte del gobierno cubano inmediatamente, sino a través de “un proceso”. No especificó cómo sería o cuánto podría durar. Tal vez pensaba en “El Proceso”, de Franz Kafka.

Cuando ya casi se habían apagado los ecos de ese evento sabatino, pues temas como ese trascienden tanto tiempo como el clásico merengue en puerta de un colegio, aparecieron declaraciones del senador James McGovern, demócrata por Massachusetts de visita en Cuba, sin relación familiar con el fallecido George McGovern, ex candidato demócrata a la presidencia de EEUU en 1972.

La esencia de las declaraciones del senador se resume en sus palabras en La Habana: “No concibo que exista alguna razón en el mundo por la cual los Estados Unidos y Cuba no puedan tener relaciones normales”. Por lo tanto, el senador agregó que “Sigo instando al presidente Obama a que cambie la política” hacia Cuba.

Cuando se le preguntó sobre posibles acciones que pudiera desarrollar Estados Unidos para ese cambio de política, aclaró muy bien las cosas: “Pienso que debieran eliminarse las restricciones de viaje, debieran comenzar a normalizarse las relaciones comerciales, debiera eliminarse a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, porque en realidad no hay razón para que figure allí”.

¿Suenan conocidas las palabras del senador? ¿Se parecen a las que se pronunciaron en el evento en Miami tres días antes? ¿Algo que recuerde lo que repiten los sicarios verbales del régimen cuando comentan continuamente en estos foros?

Sin embargo, el senador no se detuvo ahí. También señaló que “es importante resolver” la situación de los tres espías de la Red Avispa que cumplen condena en Estados Unidos, y la del subcontratista estadounidense Alan Gross. El señor Gross, algo que no dijo el senador, cumple quince años de cárcel en La Habana por un delito que no es delito en ningún lugar del mundo donde funcione un Estado de derecho, lo que evidentemente no es el caso de Cuba.

El senador, que no concibe que pueda existir alguna razón en el mundo por la cual Estados Unidos y Cuba no pudieran tener relaciones normales, podría haber mencionado también, según su punto de vista, los pasos que el gobierno de Cuba podría llevar a cabo para que esas relaciones entre ambos gobiernos pudieran normalizarse. Los periodistas en La Habana no se lo preguntaron. No se tocó ese tema: o el senador tenía poco tiempo, o estaba demasiado interesado en Ernest Hemingway —motivo de su viaje a la Isla— o quién sabe por qué otra razón, no hizo mención a pasos que podría dar el régimen para mejorar esas relaciones.

Tanto el político americano como los cubanos reunidos en Miami la semana anterior, o los sicarios verbales del régimen, parecen tener pensamiento unidireccional, incapaz de concebir un camino de dos vías, donde se va y viene, y cada parte de la ecuación exige y ofrece para lograr una negociación seria y responsable, no un circo político.

Podrían pedirle al régimen como mínimo, para no exigir demasiado, ratificar y cumplir los pactos de derechos humanos, económicos, laborales y sociales que firmó en Naciones Unidas hace varios años, extraditar a Estados Unidos a delincuentes comunes americanos que reciben refugio en Cuba desde hace muchísimo tiempo, no golpear a mujeres y opositores pacíficos porque piensen diferente a la línea del gobierno, o permitir libre acceso a Internet y a información real y no manipulada sobre la economía nacional y los casos de corrupción.

Nada de eso atenta contra la seguridad del país, los intereses nacionales o la tranquilidad de los cubanos. Al contrario, los haría mucho más libres, y por lo tanto, más plenos, como decía Ernesto Guevara cuando jugaba a ser teórico del hombre nuevo.

Sin embargo, nadie espere eso. Es imposible ser simpatizante del castrismo, inteligente y honesto al mismo tiempo.

Los personajes mencionados más arriba son simpatizantes del castrismo. ¿Que más son, honestos o inteligentes?

© cubaencuentro

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