Celebraciones, EEUU, México

«Jalogüín» y el Día de los Muertos

Dos celebraciones muy diferentes

Ambas celebraciones tienen un origen popular parecido…pero la cosa cambió en donde las pirámides y la Esfinge son de cartón y donde hay tantas Lady Liberty que hasta el correo se trocó.

Recordemos que cuando se estrenó ET aún aparecía en el filme un Halloween legítimo, en el que los niños se disfrazaban por virtud de la imaginación y el esfuerzo de los padres; se apreciaba la espontaneidad del jolgorio para los pequeños.

Ya no es así, los disfraces son hechos en serie, en China, y se venden con la misma falta de imaginación que se vende una rueda de auto en Walmart… ni qué decir de los “treats”. Los adultos compran sin pensar una enorme cantidad de caramelos y comida basura que generalmente se botan al día siguiente.

La decoración en las casas ha perdido el encanto del otoño, la cosecha y lo tenebroso para reír. ¡Como si no nos sobrara plástico que está asesinando al planeta, las calabazas son plásticas, y se desperdicia una enorme cantidad de potencial alimento en “decoraciones” sin imaginación! Como el farolero de El principito, ¡es la consigna! Hay que poner un sitio unas cuantas calabazas, adornos baratos del Dollar Tree, y tirar un poco de tela blanca sobre los árboles, igual que en todas las casas verdaderamente fantasmales, donde nunca se divisa a nadie.

Hasta a los festejantes ha afectado. Todo por el consumo: el último disfraz de moda, la calavera estereotipada que no sabemos si es de Star Wars o de una de las tantas películas de horror que nunca me he molestado en ver. Los pequeños no esperan con ansias la fiesta de la calle, las golosinas variadas (no los paquetes estereotipados y que no les interesan para nada), el disfraz de diseño exclusivo que la familia proveyó sino la última promoción comercial de Disney.

El «jalogüín» americano ha devenido soso, sin alma, tacky, comercializado e incluso peligroso.

Pero en el Sur que trumpeta detesta sí hay un Día de los Muertos, catrinas no compradas en supermercados sino en tianguis populares, Pan de Muertos, dulces en forma de calaveras y calacas, papeles de maravillosos colores.

La imaginación popular se desborda; las familias obreras disfrutan de lo lindo comiendo en el cementerio con sus muerticos.

Incluso para los que presencian las celebraciones todos los años, estas no dejan de asombrar.

Es un estallido de color, de buena gastronomía, de alegría popular. Nadie piensa si su catrina es la más chic; todo el mundo piensa en cómo ser la más original.

No se benefician las grandes corporaciones, sino los humildes.

Tiene alma, pasión y alegría de pueblo.

Cuando vemos este contraste debemos recordar que no se limita a estas fechas. En Estados Unidos la comercialización sin alma ni embullo va de las Navidades, el 14 de febrero, el Día de las Madres, Christmas in July, Halloween, Thanksgiving, Black Friday, para de nuevo comenzar el ciclo. No hay modo de negarlo, esto nos define como pueblo, a pesar de las honrosas e infrecuentes excepciones. Así ya lo vaticinó Pete Seger en Little Boxes en la que canta de estas lindezas que no sé a dónde nos llevarán como sociedad.

Quise hacer esta reflexión porque se extrapola de la fecha en cuestión.

Corre peligro una sociedad fría, comercializada y llena de prejuicios.

© cubaencuentro

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