Literatura

«La literatura cubana está enferma»

Al habla con el poeta y narrador Carlos A. Aguilera, autor del libro 'Teoría del alma china', un recorrido por el China town de La Habana futura.


Carlos A. Aguilera (1970), poeta y narrador cubano, me dice que nunca ha viajado a China. Que tampoco está en sus planes a corto plazo hacerlo, pero que por sus venas sí corre sangre oriental. Las 116 páginas del libro de relatos Teoría del alma china (Umbral ediciones, México, 2006) confirman que Aguilera no ha estado ahí. Pero, a la vez, cada una de esas páginas acusan recibo de un cierto viaje, de ese viaje supuesto que probablemente implica la ficción: el viaje por casualidad, por voluntad, ¿por añadidura se dice? El libro tiene esos sellos: aeropuertos, pasaporte y timbres orientales. Almas, fantasmas errando en un territorio desconocido. Seguro que la literatura no está en las valijas, ni en mochilas ni en las maletas, ni en los bolsos de mano. Menos aún cuando se nos permite llevar un máximo de 20 kilos por persona. Aunque a veces llevemos sobrepeso. De libros, sobre todo.

¿Qué relación tiene con la cultura china?

Una relación kitsch-familiar, por decirlo de alguna manera. Caricaturesca. He sido desde siempre un aficionado a todo lo que venga o gire sobre el "gigante asiático" y nunca me ha importado mucho que hubiera sido escrito por escritores chinos o no. Es decir, por momentos he disfrutado más con el libro de Van Gulik sobre literatura erótica asiática o con el ya clásico estudio de Grané sobre pensamiento oriental, que con las obras de teatro de la dinastía Ming o los poemas de Tu Fu. Lo que no significa que no los disfrute también. Al contrario. Pero no hago muchas discriminaciones entre lo que viene de allá y lo que ha escrito Occidente sobre ese "allá", territorio que por mucho que intentemos, siempre se nos va a escapar.

Por otra parte, procedo de familia cantonesa por parte de madre. Lo que en mi caso no quiere decir mucho, ya que nunca adoramos en mi casa a San Fang Con, ni nunca vi un altar especial con velas y fotos de antepasados detrás de la puerta, ni mi abuelo me obligó a recitar poemas en mandarín después del horario de escuela… Y salvo algunas visitas a la sociedad china en Centro Habana o a los talleres donde los chinos imprimían su propio periódico (creo el único que se hacía en toda Latinoamérica) a visitar a un amigo de la familia, no recuerdo ningún otro contacto en Cuba con esa cultura.

¿Cómo trabajó como autor para escribir tantos detalles de la cultura china? ¿Llevó a cabo un trabajo de investigación?

Más allá de las lecturas que ya comentaba (y ante todo tenían que ver con la literatura o la curiosidad…), yo había realizado previamente una pequeña investigación para un poema que escribí a finales de los noventa y se llamaba, se llama aún: Mao. Digamos que con todo lo que sobró de esa pesquisa, más todo lo que apareció después en forma de películas, noticias de periódicos, comentarios de amigos, postales, fotos…, me dispuse a armar pacientemente este libro. Libro que comencé a escribir en Cuba y terminé años después en Austria.

Poética.

La poética de casi todos los escritores varía según la experiencia o los libros. La mía ha sido hasta ahora crear una resistencia; una suerte de ratonera de cristal donde la tradición, el lenguaje, la literatura, lo político y hasta yo mismo nos pudiéramos golpear la cabeza una y otra vez hasta que saliese sangre… Ahora, si lo logré o no es ya otra pregunta. Como bien recomendaba el gran Pound, lo importante es el intento.

¿Quiénes son los narradores de Teoría del alma china? Parecen fantasmas que deambulan por las cosas y el territorio.

Son nada y algo a la vez. Sacos vacíos, fantasmas, como tú bien señalas; aire. No me interesaba —no me interesa— construir psicologías, autómatas que se parezcan a algo / alguien en la realidad, tal y como canoniza a veces la novela histórica o la prosa realista (esa que tanto se practica aún en España). En determinados momentos sólo quería poner a hablar diferentes bocas, que se movieran como sombras chinescas contra una pared, que la mordieran. Y para mi orgullo, creo, esto en Teoría del alma china se puede "leer" a veces.

¿Por qué el narrador se pasea por la materia, las cosas, los territorios, para llegar a develar el alma china?

En el libro el alma no es más que una metáfora irónica sobre el encierro, lo opresivo, la sin salida. Y las cosas, los territorios, la materia, las carreteras, fue la mejor manera que encontré de narrar esa abstracción, hacerla visible. A la vez, convertirla en pregunta. La pregunta por lo que está en todas partes y se hace difícil constatar. La pregunta por ese despotismo, odio, miedo o hueco que, estando en todas partes, a casi nadie parece importarle.

¿Cómo definiría, a grandes rasgos, la literatura cubana actual?

La definiría como una literatura encerrada en el emblema nación; enferma, por decirlo de manera rápida. Y hasta que no abandone este sacrum, que por demás padecen casi todas las literaturas chiquiticas en todas partes, no pasará de ser por momentos curiosa o regionalmente interesante. Sólo esto.

¿Cree que hay una demanda definida para la escritura cubana en términos de mercado?

No. La única demanda de mercado que gira sobre Cuba se reduce única y exclusivamente a sus estereotipos, a ese juego cínico entre editoriales europeas y gobierno cubano. Se pueden contar con los dedos de las manos los escritores cubanos que construyendo un tipo de literatura diferente (diferente a los clichés que se importan constantemente a España, diferente al canon político-pastoral que impera en Europa), han podido abrirse espacio en editoriales de prestigio.

Si existiese esa demanda, Lorenzo García Vega, Carlos Victoria, Fernando Villaverde, José Kozer, Reina María Rodríguez u otros estarían ampliamente representados en las estanterías de las mejores librerías de cualquier lugar. Pero no. La mayoría de las veces tienen que irse a editoriales pequeñas, semidesconocidas, oscuras, para poder publicar lo que han ido metabolizando.

Un buen ejemplo de esto sería Reinaldo Arenas. Uno de los grandes escritores cubanos. Tuvo que morir de sida y dejar inéditas sus memorias (que son a la vez una acusación puntual contra Fidel Castro) para que las editoriales españolas incluyeran sus novelas en su catálogo y lo reconocieran. Esto, para no hablar de Guillermo Rosales. Un caso grotesco en verdad. Su escritura y vida, creo, merecerían algo más que un pequeño homenaje.

¿Qué riesgos asume al no sacar a luz la cultura cubana? ¿Cree que hay alguno?

La cultura cubana es una ficción… lo que no quiere decir que sea mentira. Pero es una ficción que se alimenta constantemente de otras ficciones o puestas en escena. El hecho —contradictorio si se quiere— de que en mi libro no aparezca "señalizada" no significa que no esté presente. Por el contrario, quizá está esquizamente representada porque nunca se le nombra, porque ya no importa si los personajes son cubanos, europeos o del medio oeste americano, porque ya no hace falta emblematizar nada para que un modo de pensar esté atravesado por el resto de vida que uno inserta en todo lo que escribe. Y ese resto es lo que hace a un libro complejo. Por desgracia, también, lo que lo banaliza.

Entonces, quizá podamos decir en forma de chiste que Teoría del alma china no es más que un recorrido por el China town de La Habana futura. Esa Habana que será una mezcla de ruinas con ruines, si no lo es ya. Ruinas que por suerte no tienen ni tendrán ningún esplendor, como bien ha escrito recientemente otro escritor cubano.

¿Podría hablarnos de su trabajo en la revista 'Diáspora(s)'?

Diáspora(s) fue el intento de construir un límite, una frontera donde lo político y lo literario "chocaran". Y creo que esto en gran medida se logró (recuerda que estamos hablando de un país donde lo real-político y lo real-literario han sido confinados en los últimos cincuenta años al manicomio, la cárcel o el exilio). El mejor ejemplo es que después de Diáspora(s), que terminó con mi salida de Cuba en 2002, han surgido dentro de la Isla otras revistas inspiradas en ese modelo que nosotros en el año 1997 pusimos a funcionar.

Mi trabajo en la revista se redujo a hacerla. Es decir, pensar cada número, hablar con los traductores, convencer a otros para que nos dieran textos, pasarla a computadora, enamorar a secretarias para que a escondidas de su jefe la fotocopiaran, buscar imágenes y hacer entrevistas, distribuirla… Y por supuesto, todo esto hubiera sido imposible sin Rolando Sánchez Mejías y Pedro Marqués de Armas. A pesar de que alrededor de la revista confluyeron muchas personas, cada número fue —por decirlo de alguna manera— una conversación entre nosotros tres.

Proyectos literarios en los que trabaja actualmente.

Una novela. Una novela sobre cojos, tuertos, sifilíticos, gente con cabeza grande y cabeza chiquitica, santones… Todos buscando su propia alma y monologando entre ellos. Un alma que les será asignada en la medida que logren construir de manera colectiva un gran santuario. Todos coleccionando libros y leyes raciales en medio de un campo lleno de fango… Por cierto, ahora que me doy cuenta, casi parece una novela sobre Cuba y los cubanos, ¿no? Hmmm… mejor terminamos aquí. Creo ya he dicho más de lo que mi paranoia me recomienda decir.

© cubaencuentro

4 Comentarios


4 by Sabino Claro (Usuario no autenticado) 16/11/2007 21:10

Interesante entrevista. Creo que Aguilera se anota un punto cuando dice que "se pueden contar con los dedos de las manos los escritores cubanos que construyendo un tipo de literatura diferente (diferente a los clichés que se importan constantemente a España), han podido abrirse espacio en editoriales de prestigio." En efecto, ya sabemos que hay algunos escritores que se valen de clichés políticos o sociales para su "marketing". Escasean aquellos que son publicados exclusivamente por los méritos literarios de sus obras. En este último grupo, me viene a la mente Daína Chaviano, que ha logrado abrirse paso entre las grandes editoriales de muchos países a golpe de buena literatura. Su más reciente novela, "La isla de los amores infinitos", tiene un punto en común con Aguilera porque también toca el tema chino, aunque la novela de Chaviano aborda otros muchos asuntos étnicos, sociales y espirituales. Un trabajo de amor espléndido. Coincido con el entrevistado en que, sin duda, Arenas es otro de nuestros grandes. También Carlos Victoria, aunque su obra no llega a las alturas de Arenas o de Chaviano. Y se le olvidó mencionar (¿o no lo conoce?) a José Antonio Ponte, esa rara avis que se mueve entre el ensayo filosófico-poético y la narrativa, y a quien tengo en mi altar junto con la Chaviano. Así es que aún tenemos algunos buenos nombres por ahí… y gracias a Dios, vivos.

3 by Mujer A (Usuario no autenticado) 28/10/2007 21:00

Todas las literaturas lo están, aunque más que eso, lo están los lectores.

2 by Ernesto Olivera (Usuario no autenticado) 28/10/2007 16:10

De forma moderada me gustaria ver la literatura cubana como fiera enjaulada, pero mas viva que nunca. La historia universal ha demostrado que la literatura no puede encerrarse.

1 by Sanador Camino (Usuario no autenticado) 24/10/2007 8:40

A propósito de chinos no chauvinistas conviene citar haiku japonés: "Miré y miré, y lo que creía que eras tú y tú era solamente yo y yo" Sí, hay de qué curarse dentro y fuera de Cuba para que no siga siendo nuestra propia enfermedad padecimiento de otros. Pero el mal gusto se impone y más las proyecciones psíquicas: "Estoy enfermo así que todo tiene que estar enfermo y viceversa". Bueno, tantas veces esto sucede a un profunfo nivel del inconsciente(individual y colectivo)que obnuvila y procura visos de realidad. Es un tópico recurrente en el I Chin, texto, ¿quién lo ignora?, indispensable para comprender el alma China. Mientras tanto, un servidor que brinda y celebra porque hay y habrá salud en la literatura cubana.Ah, también descendiente de cantoneses.

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