Béisbol

El pitcheo más preciado de Contreras

Personaje de 2006: José Ariel Contreras, uno de los grandes lanzadores de la Gran Carpa, acuña su mejor actuación fuera de los diamantes.

José Ariel Contreras, lanzador cubano de los Medias Blancas de Chicago, se frota las manos cuando piensa en la oportunidad de tener como rival a su gran amigo y compatriota Orlando El Duque Hernández, de los Mets de Nueva York, en un duelo de la próxima serie mundial de 2007.

"Sería algo mágico y excitante. Seguramente los aficionados disfrutarán de un espectáculo muy especial; te puedo asegurar que tanto los Mets como los Medias Blancas tienen material suficiente para quizás encontrarse en octubre", adelantó.

Por estos días, el "Titán de Bronce" —como definiría el gobernante Fidel Castro a Contreras— no cabe de orgullo; su esposa Miriam Murillo lo convirtió en papá por tercera ocasión (Nylan, de 14 años, y Naylenis, de seis), tras el nacimiento de José Florentino Jr., primer varón de esta unión... una noticia inesperada, pero igual de emotiva.

La pareja lo había intentado sin éxito durante seis años, hasta un día: "mi hija menor Naylenis se me acerca durante el último entrenamiento de primavera en Arizona y me dice, 'mi Mamá tiene un bebé en la barriga...', y mueve el brazo como si fuera a lanzar la pelota", explicó.

En principio, el astro de Chicago se mostró un poco desconfiado hasta que personalmente despejó todas las dudas cuando vio el resultado de la ecografía (examen de ondas sonoras que determina el tamaño, la posición del feto y hasta el sexo del bebé).

"Con la llegada del niño, mi vida y la de mi familia se ha transformado de forma positiva... estamos locos de contento en la casa, las dos niñas, Miriam, además de mi mamá y mis ocho hermanos allá en Cuba", aseveró.

Lo mejor de la vida

En medio de tanta alegría, Contreras acaba de celebrar su cumpleaños número 35: "No le puedo pedir más a la vida: primero, jugué desde la base hasta integrar el equipo nacional cubano; más adelante vine al mejor béisbol del mundo con el club más famoso —los Yankees de Nueva York— y después conseguí un anillo de serie mundial con los Medias Blancas en 2005... Nada más parecido a la felicidad", asumió.

Sin embargo, Contreras se ha tenido que reponer de golpes duros, dentro y fuera del diamante de juego.

Apenas han pasado dos años del fallecimiento de su anciano padre en la Isla. El progenitor de Contreras permaneció, hasta sus días finales, bien atento a la carrera del hoy famoso hijo, y de acuerdo con el lanzador, siempre fue su fanático número uno.

"Cada vez que tengo el niño en mis brazos, pienso en el viejo... Él deseaba tener un nieto varón. Donde quiera que se encuentre debe de estar bien feliz. Siempre me dio su apoyo incondicional, incluso cuando vine a jugar en las Grandes Ligas", rememoró.

Sin embargo, el ex número uno en la rotación del equipo Cuba reconoce que antes de haber desertado, sintió miedo por la familia. En ese entonces su papá tenía 80 años de edad, "y también por mis fanáticos. He sentido un respeto muy especial por ellos a lo largo de casi una década".

Sin comida, pero con béisbol

Fueron diez años donde el equipo Cuba deslumbró a propios y extraños, después de eslabonar una impresionante cosecha de 152 triunfos al hilo en eventos internacionales, desde Juegos Centroamericanos y del Caribe hasta Juegos Olímpicos, pasando por las Copas del Mundo.

"Allá (en Cuba), si tú le quitas la comida a la gente no hay mayores problemas, pero no le toques el béisbol, eso es algo muy serio para los cubanos", puntualizó.

Regresar algún día es parte de su creencia: "Quisiera reencontrarme con mis amigos del barrio, de la escuela y con los campesinos que trabajaban la tierra conmigo. Allí crecí y es donde tengo mis mejores amigos", reconoció.

De aquellos años, José Ariel Contreras recuerda sus correrías por el barrio, donde sólo se ponía los zapatos justo antes de entrar a la escuela primaria. "Los vecinos me regañaban porque siempre estaba corriendo descalzo, aunque ahora creo que este ejercicio natural me facilitó el camino para después dedicarme a la práctica del judo, el voleibol y, por último, a la pelota, donde llegué con 18 años de edad", recordó.

Al paso del tiempo, el deporte nacional en la Isla le reservaría al ilustre hijo de la tierra de Vueltabajo un sitial entre los más grandes jugadores de la Isla.

"Con el equipo nacional de mi país conseguí todo lo que puede anhelar un deportista, pero no tenía el anillo de serie mundial, esto es inigualable", dijo.

Irónicamente, los resultados de Contreras en el box de la selección lo privarían de compartir con los seres más queridos durante extensos períodos de tiempo. "A veces transcurrían dos meses y ni siquiera me daban un chance para darme una vueltecita por Las Martinas", asintió.

Afortunadamente, el brazo del pinareño nunca se ha resentido. "Los peloteros cubanos, y los lanzadores en particular, sufren de un desgaste mayor. En la nacional son 90 juegos, otros 45 entre la serie especial y la postemporada, más las concentraciones en la preselección para cumplir los variados compromisos internacionales; en el año sólo disfrutábamos de 10 días efectivos de vacaciones", acotó.

En la otra cara de la moneda, los jugadores en las Mayores disfrutan de mejores vacaciones, tanto cualitativa como cuantitativamente. "Es cierto, son 162 juegos, sin incluir los play-offs, pero desde el mes de noviembre hasta febrero estoy junto a mi familia, y puedo viajar a donde me plazca antes de reportarme al equipo para la próxima campaña", asumió.

"Le doy gracias a Dios por haber llegado a este país y recibir mi primer contrato profesional con los Yankees en diciembre de 2002 (por cuatro temporadas y 32 millones de dólares); siempre quise jugar para Nueva York", rememoró.

Entre la espada y la pared

Después que se enfundó en la franela de los Yankees, irrumpieron dos factores en su contra: la histórica presión de aficionados y periodistas en la Gran Manzana sobre cualquier jugador que viste el uniforme de rayas azules y el severo cambio del modo de vida.

Uno y otro colocaron a Contreras contra la pared. Es más, si el esperado canje de Contreras se dilató más de lo previsto fue por la oportuna intervención de su compatriota Orlando El Duque Hernández.

"Aunque en Cuba no compartimos tanto, aquí se ha convertido en mi gran amigo; él me ayudó muchísimo en los Yankees, al margen de su enorme éxito, siempre se ha mantenido bastante humilde y también es un excelente padre de familia", aseguró.

A través de El Duque Hernández, Contreras comprendió sin necesidad de un intérprete, lo que no alcanzó trasmitirle ningún miembro del poderoso cuerpo de dirección de los Yankees.

"Durante una rehabilitación en el complejo de Tampa, una día él se colocó detrás de mí mientras tiraba en el bullpen, y al terminar la sesión me dijo: 'fíjate, si tuviera eso que tú tienes en la bola, yo fuera el mejor lanzador de las Grandes Ligas... Tienes que confiar en tu capacidad, en lo que puedes hacer'; a partir de ese momento comenzó a mejorar mi trabajo", aceptó.

Al final, los Yankees perdieron la calma con el pitcher cubano y, en la mitad de la temporada de 2004, lo enviaron a los Medias Blancas de Chicago.

"Para triunfar en este país debes realizar una serie de ajustes; en el béisbol, dominar la zona de strike y la selección de lanzamientos; fuera del diamante existen otros problemas de adaptación, el idioma, una nueva cultura y hasta el comportamiento del clima. Hoy juegas bajo temperaturas de congelación y mañana lanzas sobre los 104 grados", precisó.

Sólo el tiempo lo ayudaría a sanar esa herida. "Hoy lo entiendo mucho mejor, esto es un negocio y si no puedes cumplir con el trabajo diario, tienes que irte; de cualquier forma le doy las gracias a los Yankees por la oportunidad. Es un gran equipo y Nueva York es la mejor ciudad", asintió.

Tras el flamante cambio de vida, Contreras había superado la prueba más difícil: Reencontrarse con su esposa y dos pequeñas hijas en la ciudad de Nueva York; sin embargo, la nostalgia aún no se despeja del todo: "A lo largo de la temporada regular, mientras vivo en Chicago, las niñas y Miriam, con la excepción de algún que otro fin de semana, permanecen en nuestra residencia principal en Tampa, donde mis hijas asisten a clase desde que llegaron a Estados Unidos, hace tres años. Eso sí, en las vacaciones nos reunimos todos y rara vez nos separamos", apuntó.

Navidades prohibidas... en casa

La conversación con Contreras transcurrió en plena Navidad y, en la espaciosa residencia del lanzador-millonario, resalta la ausencia de al menos uno de esos arbolitos de temporada, adornados con luces de colores brillantes.

"No realizamos ningún festejo en la casa debido a la religión (Testigos de Jehová) de Miriam. Ella tiene todo el apoyo de las niñas en este tema. Son tres contra uno, entonces yo prefiero celebrar con Miguelito (el entrenador Miguel Valdés) o Adrián ( El Duquesito Hernández), asumió.

De pronto suena un teléfono celular. Contreras atiende la llamada, y Naylan, mientras observa al pequeño José Florentino, me habla acerca de sus aventuras con el equipo de baloncesto de secundaria. Con tanta energía y pasión, me imagino que todo será cuestión de tiempo para ver el nacimiento de otra estrella en la familia.

Entretanto, la pareja Contreras, que ya sobrepasó los 18 años de matrimonio, comparte muchas cosas en común. Durante el fin de semana, previo a esta conversación, junto a la propia Naylan, tomaron un vuelo rumbo a la ciudad canadiense de Toronto, donde presenciaron el nueve de diciembre pasado un concierto de Los Van Van, la orquesta cubana más popular.

"Aunque no me considero un excelente bailador, donde haya buena música cubana... ahí estaré yo", sonrió.

Tampoco es de andar descuidando el físico. El número 52 de los Medias Blancas de Chicago, de seis pies y cuatro pulgadas de estatura, no se permite muchas libertades en la dieta diaria, y ahora mismo trabaja sin descanso para llegar a los campos de entrenamiento con 224 libras, el mismo peso que exhibía cuando, aún con el equipo Cuba, apenas aceptó dos incogibles, sin carreras, y diez ponches a su cuenta, en ocho entradas de relevo contra los Orioles de Baltimore.

Millones de razones

Aquella soberbia demostración de Contreras ante 50.000 aficionados, el 28 de marzo de 1999 en el estadio Latinoamericano de La Habana, sería su mejor carta de presentación para tocar las puertas de las Mayores y, de paso, acuñar su marca registrada entre los aficionados cubanos.

"Yo siempre voy por Cuba", me dice, y agrega: "En el (primer) Clásico Mundial, yo dije que ellos iban a hacer un buen papel, pero después de quedar en segundo lugar te puedo decir que esto es lo más grande que ha conseguido el béisbol cubano en medio siglo", aseguró.

No pocos se preguntaron qué habría sucedido si figuras como El Duque, Liván Hernández o el propio Contreras hubiesen tenido la oportunidad de estar en la rotación. "Quizás no habría funcionado bien, aunque claro que me hubiese gustado estar allí para ayudar a mis compañeros de hace cuatro años", sentenció.

Es un sentimiento auténtico. Tras la partida de Contreras, el también derecho Pedro Luis Lazo heredó de su compadre el número uno en la rotación de los equipos pinareños y en la selección nacional.

Los vínculos de sangre también están bastante arraigados. Ocho hermanos, su madre y 45 sobrinos. "Es una familia muy numerosa de la que siempre me voy a sentir orgulloso; además, tengo buenos amigos que siempre van a estar aquí", aceptó, colocando el puño derecho sobre el pecho.

Ahora, que el gobierno de La Habana se tambalea ante la salud quebrantada de Fidel Castro, los ojos de Contreras brillan intensamente.

"Vestí el uniforme del equipo Cuba por casi 10 años y los buscadores de talento de las Grandes Ligas no me perdían los pasos alrededor del mundo. Por desgracia, teníamos una venda que no nos dejaba mirar hacia los lados. Finalmente, algunos hemos alcanzado librarnos de esta ceguera", recordó.

Como estrella de la selección nacional, Contreras devengaba 20 dólares mensuales, salario que contrasta con los 29 millones de dólares de un nuevo pacto con los Medias Blancas de Chicago por las próximas tres temporadas. Empero, las puertas continúan herméticamente cerradas para un posible reencuentro con sus familiares y amigos.

"Mañana me voy para Cuba", me dice, y ante mi gesto de incredulidad, responde: "Eso no pasa de tres semanas. Me vuelvo loco por regresar algún día y poder lanzar una vez más ante los aficionados cubanos en el estadio Latinoamericano", concluyó.

Ahora cabe preguntarse: ¿qué profecía se cumplirá primero, Contreras de regreso en el estadio del Cerro, o lanzando en la Serie Mundial de 2007 frente a su mejor amigo, Orlando El Duque Hernández?

© cubaencuentro

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