Música

“O Mistério” de Teresa Salgueiro

En este álbum no hay edictos ni sombras ni mirada fingidora

Dicen que modula como los ángeles, ex cantante del emblemático grupo portugués Madredeus durante 20 años, Teresa Salgueiro ha vendido más de 5 millones de copias de discos, y fue la protagonista de la famosa película de Wim Wenders Historia de Lisboa (1994). “Antes hacían canciones para mí. O Mistério es un trabajo personal de quince composiciones, todas de mi inspiración, escoltadas por un grupo de instrumentistas conocedor sensible de la sonoridad nostálgica y también, festiva de la música de mi país”, ha dicho Salgueiro.

Formato orquestal de acordeón, guitarra, contrabajo, percusiones, piano (“O inicio”) y voz en un despliegue de saudades en el que las proporciones melódicas/armónicas se fincan allí donde solo tiene cabida el pasmo que vocea la belleza. Atmósfera minimalista de pliegues barrocos que su prodigiosa voz de soprano tiñe de resuenes palpitantes y brisas de contemplativa intimidad.

“Textos desarrollados en torno a la dimensión humana y el misterio que implican los gestos de la vida”, precisa la vocalista lisboeta. Canciones que humedecen los retiros por su lenidad melódica y elegantes empalmes armónicos. Acordeón que dialoga con la guitarra. Contrabajo que pulsa sobre el aliento de las estaciones. Percusión lenitiva. Voz que arropa, que resguarda, que bisbisea en los recodos de la marcha. Dicen que las inflexiones de Teresa Salgueiro están esbozadas en las frunzas de los ecos de Dios.

Dicen que de niña un pequeño pájaro, un Uirapurú amazónico, de visita en sus ojos, le asignó los hechizos de su acento selvático, mágico y cristalino. “En las olas del mar / en la luz serena de la lluvia / yo sé // Espero las palabras suspendidas en el silencio / y voy”: admirables versículos, fragmento de la canción que da título a la placa; pero, hay que escuchar también “La batalla” (“Viene de la lejanía un viento agreste / que trae otra voluntad”), “Cántico” (“Lejano espejismo /una leve señal de tu mirada”) o “Lisboa” (“Yo sólo quería dibujar en esta melodía / el amor a mi ciudad”): la poesía arrebuja todos los ascensos melódicos/armónicos de estos quince salterios de tonadas entintadas por aves marinas y vaivenes, tumbos y crestas… alegorías redentoras.

El acordeón silabea el entretiempo. El contrabajo camina sobre los pétalos de una rosa de blandos aguijones. La Guitarra desanda por los resquicios de la elipsis. La batería deroga la congoja. La percusión insiste en avizorar los periplos aplazados. La voz se mece transparente por las exhortaciones de un muchacho que siente por primera vez los verbos del asombro en su espalda.

En este fonograma no hay edictos ni sombras ni mirada fingidora. Una paloma hambrienta mastica los silbos, una alondra asediada zarandea las añoranzas: Teresa Salgueiro bautiza las estancias y juguetea con la brasa. Coplas de retiradas, combates, trochas, ancladeros, máscaras, ascuas, ardores, vínculos, cosechas, esperas, despedidas

Toda estación es un sigilo: la cosecha, ofrenda de Dios. Cantamos para agradecer. La ronda se confunde con la noche: el acordeón escolta los susurros que brotan de la colmena de las cuerdas del contrabajo. Intimidades melódicas acurrucadas en una de las voces más imaginativas y arcanas de la canción lusitana.

Reflujos de Michael Nyman que el acordeón hilvana en atajos de Piazzolla y acusados atisbos purcellianos. Teresa Salgueiro se devela como una compositora de acuciante merodeo litúrgico (“Ausencia”, “El camino”, “La hoguera”, “Ando entre puertas”, “O inicio”). Compases de animosa letanía: en este fonograma la canción es un espectro vestido de alborozos. “Pieza clave que enriquece nuestro catálogo. Teresa Salgueiro es una de las grandes intérpretes de la canción portuguesa contemporánea”, comenta Eduardo Llerena, director de Discos Corasón, empresa que distribuye de manera exclusiva O Mistério en México. Milagrosa pensión para las noches de pascuas: quien esto escribe, melómano incurable, lo recomienda ciento por ciento.

© cubaencuentro

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