Música

Las frondas armónicas de John Surman

Brewster’s Rooster es un disco de acusada connivencia entre cuatro instrumentistas que forman parte de la nómina de los grandes ejecutantes del jazz contemporáneo

En el jazz contemporáneo la concordia instrumental responde muchas veces, a un pacto entre los concertinos. Pienso, por ejemplo, en la complicidad del pianista Bill Evans con Scott LaFaro (contrabajo) y Paul Motian (batería): acústica insólita, sosegada articulación que da timbre al esquema del trío de jazz moderno. Asimismo, la confabulación entre el pianista Oscar Peterson y el contrabajista Ray Brown configuró un modelo de diálogo incomparable.

Miles Davis consigue el milagro de Kind of Blue, en buena medida, por el piquete de músicos (Bill Evans, Jonh Coltrane, Wynton Kelly, Cannonball Adderley, Paul Chambers y James Cobb) que convoca y el manifiesto contubernio de pluralidad convergente durante las sesiones de grabación en Columbia 30th Street Studio el 2 marzo y el 22 abril de 1959.

El pianista cubano Chucho Valdés funda Irakere y, desde su inicio, fraguó una alianza de guiños musicales con Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Jorge Varona, Carlos Emilio Morales, José Luis Cortés, Carlos del Puerto, Averhoff, Enrique Pla y el Niño Alfonso: el caso Irakere es simplemente, irrepetible. Imposible volver a reunir una camada de músicos compinches como los que fundaron Irakere en La Habana de 1967.

Bebo Valdés y Cigala conformaron esa obra maestra que es el álbum Lágrimas negras (2003), más que todo, por el contubernio que pianista y cantaor tramaron en el estudio de grabación. “Yo no tenía idea de lo que iba a pasar; el amor y confraternidad con Bebo, el intercambio confidencial que logramos, hizo posible mi tránsito por los terrenos del bolero-son, el tango y el filin”, ha dicho Cigala.

Brewster’s Rooster (ECM, 2009), fonograma de acusada connivencia entre cuatro instrumentistas que forman parte de la nómina de los grandes ejecutantes del jazz contemporáneo: Jack DeJohnette (batería), John Abercrombie (guitarra), Drew Gress (doble bajo). Cabecilla garante: John Surman (sax barítono y soprano), representante de la vanguardia del jazz europeo: acreditado músico líder, y explorador de progresiones sonoras experimentales de arriesgada propuesta armónica. DeJohnette, percusionista excepcional con capacidad para fusionar la tradición con la vanguardia. Abercrombie, pionero de la fusión en sutilezas melódicas/armónicas heredadas del pianista Bill Evans. Gress, contrabajista establecido en New York, exponente destacado de la improvisación libre.

El sajón Surman presenta nueve composiciones que se pasean por la fusión, swing/cool, bop, hard y ciertos visos funk/afrocubanos. Inicia la placa con “Slanted Sky” (John Warren), suerte de prólogo en el que el sax soprano impone las pautas melódicas en contrapunto con la guitarra. “Chelsea Bridge”, tema del más cercano secuaz de Ellington —Billy Strayhorn— aparece bordado con un swing de columpios entre el sax barítono y la guitarra, recreación del temperamento armónico del “Duke del jazz”.

“Hilltop Dancer”, “No Finesse” y “kickback” —rubricadas por Surman— conforman un segmento suscrito bajo un espíritu danzario de aires funk/hard con sutiles delineaciones de latin jazz: bajo y batería en cruces rítmicos; guitarra, barítono y soprano tejiendo las tramas melódicas.

“Haywain” (Surman) se regodea en una propuesta free en la que el sax barítono dialoga con los tabaleos protagónicos de la batería: sonoridad experimental de consonancias muy propias del saxofonista británico. “Counter Measures” (Surman) refleja pespuntes cool en silbos atenuantes del sax soprano y pulsaciones guitarrísticas de condescendientes enunciaciones de balada. “Brewster’s Rooster” y “Going For A Burton” —piezas de Surman— entran a los terrenos de la fusión con costuras funk/hard y protagonismo rítmico de DeJohnette en permanente coloquio con el bajo. Sax barítono en convite eufórico, y guitarra en figuraciones y pulso de rock latino (Santana).

Brewster’s Rooster: hermoso sesgo musical urdido por cuatro virtuosos en conjura prudente. El jazz, insisto, es un complot, un performance de consecuencias inauditas: el saxofonista Surman y sus secuaces lo confirman en este fonograma de empinada y oblicua prosodia, edificado desde categórica trama orquestal.

© cubaencuentro

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