Literatura, Literatura cubana, Novela

«Deja que se muera España»

Uno de los méritos más destacables de esta novela es la minuciosa investigación que el autor llevó a cabo para estructurar su trama

Comenzaré por el título. Deja que se muera España aparece dos veces en el texto. Primero, en la boca de un militar español, destacado en Cuba durante la Guerra de Independencia. «No sabe si le sugiere que desistan del empeño en salvar lo poco que quedaba a su tierra de la grandeza pretérita, o si quiere decir que lo peor estaba por venir, cuando España dejara de existir, cuando la quimera de su unidad se esfumara…». Y más adelante, un ricachón español aconseja así a uno de los personajes cubanos que intenta exiliarse en España: «Asegúrate de llegar a donde tu hijo en la Florida y olvídate del resto. A mi país no lo arreglan ni partidos ni gobiernos nuevos. Su enfermedad es vieja. ¡Deja que se muera España!».

Uno de los méritos más destacables de esta novela es la minuciosa investigación que Navarrete llevó a cabo para estructurar su trama. De novela histórica la calificó él mismo durante la presentación en Books and Books, de Coral Gables.

Se trata de una especie de saga familiar, cuyo origen se remonta a la tatarabuela del autor, Vidalina Ochoa Tamayo, desterrada en Isla de Pinos durante la guerra de independencia cubana de 1868, por el delito de suministrarles alimentos a los mambises. Durante su estancia en Nueva Gerona, Vidalina queda embarazada de un militar español.

La nueva ley que puso en vigor el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, la cual otorgaba la ciudadanía española a quienes probaran que sus padres o abuelos eran españoles es el motor que pone en marcha la búsqueda de antecedentes que ayuden a Elba, descendiente de Vidalina, a conseguir la documentación necesaria para lograr su propósito de exiliarse.

Este personaje, según Navarrete, se lo inspiró una prima que desde la Isla lo contactó para que la ayudara en dichos trámites. Y fue el motor que echó a andar la investigación genealógica, hilo central de esta fascinante novela. Navarrete, viajero incansable, conoce la geografía de Cuba y de España a la perfección y, como además es un experto genealogista, ha podido concatenar fechas, personajes y sucesos con admirable exactitud. Asombran sus citas del habla peculiar de cada región, las costumbres, el folclor y hasta los refranes y dichos, datos que aparecen con harta frecuencia, a lo largo de las 347 páginas del libro.

Es un gran acierto haber hecho que Vidalina y Martí se encontraran y conversaran durante el destierro de ambos en Isla de Pinos (lo cual está plenamente justificado por el autor), ya que sus condenas ocurrieron en los mismos años.

Un personaje entrañable es Joseíto, el negrito que ama platónicamente a la niña Vidalina; y que, por socorrerla, roba y es condenado a prisión. Más tarde, la ve por última vez cuando, prófugo de la justicia, se asoma desde unos matorrales para atisbar el traslado de los prisioneros a La Habana.

Debe haber sido abrumadora la labor investigativa del autor en periódicos de la época y en los archivos españoles: el Histórico Nacional de Madrid, el General Militar de Segovia, el Municipal de Lora del Río (Sevilla), el de Ultramar de Madrid, la alcaldía de Cirat (Castellón), etc.

El de Segovia contiene un detallado registro de soldados españoles de todas las épocas (talla, aspecto, hoja de servicios, fotos); allí encontró Navarrete la descripción del teniente que embarazó a su tatarabuela.

Ambientada en diferentes épocas y países, desde finales del siglo XIX hasta la actualidad, la novela mantiene el interés del lector, a la vez que informa, con detalles no encontrados en libros de historia, características inherentes a las distintas etapas y acontecimientos que narra.

Consecuente con mi inveterado gusto por la concisión y la brevedad, me pareció superfluo resaltar con reiterado empeño los vicios y defectos de Miami, por ser de todos conocidos; y también, cuatro páginas del destino final de Alicate, personaje que pudo muy bien desaparecer de la trama cuando Marlon se distancia de él y encuentra un trabajo decente. El gánster ya hizo su papel, prolongar su presencia relatando a estas alturas su origen y su pasado delictivo es innecesario y no aporta nada a la idea principal de la historia.

Deja que se muera España es una novela instructiva, amena, y no dudo en calificarla de excepcional.

© cubaencuentro

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