Literatura

“Cuando el cristal no reproduce el rostro”, de Waldo Leyva

Esta es una obra donde un filosofar sencillo pero profundo se acuña con el constante reflexionar, la nostalgia, y cierta cuota de sabiduría

Por este poemario, Waldo Leyva (Remate de Ariosa, Las Villas, Cuba, 1943) recibió el Premio Internacional de Poesía “Víctor Valera Mora” 2012, otorgado en Venezuela. Publicado recientemente por la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos con sede en aquel país, Cuando el cristal no reproduce el rostro está compuesto por 40 poemas —todos de alta calidad en mi opinión— en cinco secciones que corren a lo largo de 67 páginas. El yo plural, o el yo pluralizable, sería mejor decir, acierto involuntario de tantos poetas, se manifiesta a lo largo de una obra donde un filosofar sencillo pero profundo, que en ocasiones roza el nihilismo, se acuña con el constante reflexionar, la nostalgia, y esa cuota de sabiduría —no sapiencia— que no todas las vidas saben captar y atesorar.

Podríamos afirmar que por su ánimo de confidencia, este es un “poemario río”; solo que en contra de lo que alguien podría inferir a partir de esta afirmación, su universo es cerrado, como su tono, solemne, como en voz baja.

En cuanto a lo anterior, al ir de una a otra sección solamente advierto ligeras variantes: el centro temático y “asúntico” persevera en una y otra, y aun en una y otra página.

Así, destaco.

De la primera sección, “El rumbo de los días”, ¿Quién me dejó sin calle, sin laguna/ con una puerta sólo hacia la infancia/ hacia el agua del pozo? (Pág. 13), advierte de la pequeñez en ocasiones del ser humano ante los avatares de la civilización actual. ¿De dónde vengo?/ ¿Quién soy?/ ¿Qué ciudad es esta que no me reconoce/ ¿En qué lugar del mundo está la tumba de mi madre?; esas preguntas contra el aire cuando ya, de pronto, vemos que el tiempo se ha ido y nos niega la estancia de lo que hubo y de lo que todavía amamos.

“El espacio que habito”, la segunda sección, contentiva de poemas en prosa, es un buen exponente de las características que señalábamos líneas más arriba. En III, el poeta se pregunta: La cobardía, ¿qué es? (...) Porque tal vez está ahí desde siempre, sentada en mi corazón (Pág. 27), Ya conozco la ausencia, su peso y su sabor, el hueco sin consuelo en que se torna el pecho cuando no encuentras ni el más leve residuo de ternura (Pág. 30), o Todos nacemos destinados a la travesía pero muchos no entienden por qué resulta esquivo el horizonte (Pág. 33).

La tercera sección, “No sé si quiero hojear en mis recuerdos”, se apoya en la estrofa y la métrica. Dice un soneto: Uno regresa a veces. La importancia/ de volver, no es salvar lo ya vivido,/ es saber en qué esquina, en qué latido,/ pueden fundirse el tiempo y la distancia (Pág. 40). Dicen estas rimas: Era la luz un juego de guitarras/ y era tu cuerpo, música, desnuda/ dormías en la yerba, qué menuda/ barca de sueño, anclada y sin amarras (Pág. 44).

La cuarta sección le da el título al libro y se dedica fundamentalmente a la llamada poesía amorosa. Toca mi rostro,/sálvalo en la memoria de tus manos (Pág. 51). Yo voy mirando todo/ con sus ojos,/ recuerdo los cristales,/el pañuelo,/ cierto color violeta y la partida (Pág. 56).

La última sección, “La parte invisible de la foto” es de suma fineza, aborda recuerdos de la infancia y del pasado cercano. “A modo de elegía”, que cierra esta sección y el libro, es una pieza de alto vuelo dedicada a los amigos muertos. Ahí dice: Los muertos beben solos/ le digo a los que esperan y ríen satisfechos/ sin sospechar que alguien los va a evocar mañana/ derramando licor por los rincones.

Poemario de plenitud, como para atesorar, Cuando el cristal no reproduce el rostro tiene en mi opinión un hándicap precisamente en este título, que si bien está tomado de un excelente verso del propio poemario, se queda muy lejano de insinuar su contenido y muy lejano en fin de un título poético. Por otra parte, Leyva tuvo mala suerte con los editores: la portada de este poemario bien podría formar parte de la sección de cibernética en cualquier librería.

© cubaencuentro

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