Música

«Ahora todo lo tengo bien claro de mí»

'Maketa de Platino', el más reciente disco de Raúl Torres, muestra el lado comprometido, reivindicativo y visceral del cantautor.

En un momento de crisis del modelo de negocio tradicional de la industria discográfica, cuyos volúmenes de ventas se ven cada día mermados por el vertiginoso desarrollo de las tecnologías, su masificación y la piratería; en un momento en que algunas de las grandes compañías disqueras se fusionan permaneciendo en su lógica de máxima rentabilidad y aquí, en la península ibérica, apenas arriesgan apostando solamente por aquellos artistas que tienen una demanda más o menos segura en el mercado. En ese contexto de incertidumbre, de transición, e incluso de tensión social, corporativa y política acerca de la vida o muerte del canon, es que ve la luz el nuevo CD de Raúl Torres, Maketa de Platino, título con el que el trovador vuelve a la carga después de varios años de relativo silencio.

Quienes todavía recuerden a Torres por canciones como Se fue, Candil de Nieve, Hojarasca, Atrapando espacios o Regrésamelo todo, contenidas en sus dos primeros discos, Candil de Nieve y Ala de luz (ya partes del patrimonio musical de la Isla); canciones que seducían por su intimidad y lirismo, sostenidas por una levísima voz de colores tenues y abandonados, como cubiertos por esa pátina de afonía que deja el asma en su garganta, lo más seguro es que les cueste algo reconocerlo en su nueva propuesta. Sin embargo, sigue siendo el mismo Raúl de siempre, aunque distinto: se trata de un trovador que "ahora todo lo tiene bien claro de sí", como dice en el tema Desde el estrecho (track 1).

Con Maketa de Platino nos encontramos de golpe el lado más comprometido, reivindicativo y si se quiere visceral de Raúl; un Raúl que va dejando en cada canción testimonio de su malestar, su soledad, pero también la crónica que funda sus impulsos más utópicos y humanos. Porque este disco nace, respira y pulsa la época, sus trágicas agitaciones, sus globalizados sobresaltos y anhelos.

En este trabajo asoma de forma rotunda y clara el rostro convulso de la inmigración. En algunas canciones, de manera directa, explícita; en otras aparece evocada o como telón de fondo de alguna historia de amor o desamor.

Puede que la inmigración sea el gran tema de este disco o el eje alrededor del cual se vertebran sus historias y ese sentimiento de protesta que parece atravesarlas; un mapa en blanco y negro, a veces technicolor, por el que desfilan y circulan al mismo tiempo interrogaciones, dolores y esperanzas comunes a la vida de toda la gente herida del planeta que habita en fuga y de la que evidentemente Raúl se siente y forma parte.

Conciencia de vivir en la periferia

En este disco (o maqueta, como prefiere decir el músico), esa condición se asume sin ambages, es su vivencia cotidiana, su presente y por lo tanto su historia. Por eso, Maketa de Platino no nos propone un viaje auditivo sosegado, amable, complaciente, más bien todo lo contrario. Es portador de toda la pesadumbre y el drama social que acumula el inmigrante, el otro, el extraño en su experiencia de vivir en estas metrópolis opulentas, estratificadas y burocráticas de Europa.

Esa conciencia de vivir en la periferia, de ser "el que irrumpe desde el exterior en el círculo de identificación" de estas sociedades y asumir sin remedio ese nuevo estatus social, hace de su mirada y, por tanto, de su poesía, un puñetazo al rostro mismo de la miseria humana. Y es justo este gesto el que engrandece este disco. De ahí que sea un extraordinario canto, una criatura poética y sonora a veces rabiosa, a veces compasiva, a veces un disparo, otras un abrazo. Pero a pesar del desencanto, concede siempre la esperanza, sentimiento sin el cual la vida sería insoportable.

Es este mensaje lo primero que impacta y atrapa de cada una de sus historias, lo primero que nos sorprende o nos golpea, lo que nos deja fascinados y nos estruja el alma para quedarnos sin palabras. Imposible escuchar este disco y permanecer ajenos a ese retrato íntimo y social de la inmigración que, a mi modo de ver, define su valor más esencial y trascendente.

He ahí las claves primarias para entender y disfrutar de un trabajo que musicalmente nos trae a un Raúl menos brasilero que en otras entregas, que no abandona su ya clásico lirismo, pero ofrece su lado más urbano, cosmopolita y ecléctico, los nuevos registros de un hacer propositivo que hace suyo y personaliza aquellos sonidos, estilos y géneros convocados para configurar su particular collage sonoro.

En este disco se dan cita de forma creativa casi todos los estilos y sonidos que influyen y caracterizan la música cubana alternativa: rock, blues, funky, hip-hop, rithm & blues, electrónica, folclor, van desfilando, alternando, yuxtaponiéndose a veces en cada canción, donde el hilo conductor es sin lugar a dudas la inconfundible voz de Raúl. Es curioso que, en ocasiones, su voz se convierta en un grito que suele acompañar los eléctricos rifts de guitarras y, en otras, la misma voz se vuelve ese crepuscular y quebradizo cristal que nos viene enamorando hace años.

La vuelta de los 'topos'

Su poesía es, por un lado, un látigo que golpea sin remordimientos la espalda de una realidad incómoda, amarga, opresiva, y, por otro, un manso y tímido beso que le lanza. Por eso nos conquista esta mirada articulada desde la perspectiva de la fuga, esta conciencia subalterna y rebelde que vertebra el mundo contemporáneo desde el lirismo y el ánimo de quien sufre y sueña.

Porque entre Vallecas, Lavapiés, el estrecho de Gibraltar o Don Quijote, en los dibujos de Lía, en la nostalgia de la Isla o en la ternura de Rashid, en sus referencias al calentamiento del planeta, el agotamiento de sus recursos, la religión, internet, las guerras, el racismo, el hambre, el terrorismo, a la opresión en su conjunto, se va dibujando un mapa que para nada nos es extraño, distante o ajeno; se va tejiendo la imagen de la época que nos ha tocado vivir.

En ese sentido, la canción Desempolvando (track 2) es todo un manifiesto ético-poético, un monumento contestatario, el discurso de un trovador que ha elegido no enterrar la cabeza en la tierra como avestruz y ofrecernos desafiante su verdad; esa que cada cual lleva a cuestas y asume como puede.

Creo que ha valido la pena tanto tiempo de espera para ver resurgir, en mi opinión, a quien es una de las voces poéticas y musicales más ricas e interesantes de aquella promoción que Joaquín B. Triana bautizó de "topos".

Si Pablo Milanés no le hubiese sacado un día de los barrios y las calles de su querida Matanzas, más tarde o más temprano se hubiese ganado un sitio en el espacio sonoro de la Isla por talento y méritos propios; pues estamos (qué duda cabe) frente a un hacedor de canciones por excelencia, un artífice privilegiado y genial de un oficio que en la Isla tiene una fantástica y rica tradición.

© cubaencuentro

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