Salud Pública, Economía, Educación

Autofagia en el Caribe

Resulta evidente en Cuba la notable reducción de las inversiones en las áreas de servicios, en particular en Educación y Salud Pública

La isla de Cuba ha sido comparada con un caimán situado en el Mar Caribe desde tiempos ancestrales. Hoy ante el proceso de descapitalización material y humana podría afirmarse que el saurio se autoconsume desde hace años. El proceso tomó fuerza a inicio de la década de 1990 por la pérdida de las subvenciones procedentes del bloque soviético, al quedar la economía sin sustentación.

Las tasas de Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF) con relación al Producto Interno Bruto (PIB) eran superiores al 20 % con anterioridad a 1989, pero a partir de entonces la caída fue espectacular, en torno al 10 % e incluso por debajo en algunos años, con una clara tendencia a continuar el descenso.

Así, el promedio de esa tasa fue de 9,4 % entre 2002-2009, calculada a precios corrientes según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). En ese mismo período, América Latina y el Caribe tuvieron una tasa de 18,9 %, calculada también a precios corrientes sobre la base de información de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Lamentablemente los datos de Cuba en 2010 todavía no están disponibles, pero si se tiene en cuenta que la ONE ha reconocido que la ejecución de la inversión bruta en el pasado año disminuyó en un 3,8 % con respecto a 2009, puede asegurarse que la FBCF respecto al PIB cayó por debajo del promedio de 2002-2009.

Con las tasas de FBCF que Cuba tiene no solo resulta imposible ampliar la capacidad productiva y el patrimonio nacional, sino incluso reponer el capital amortizado, creándose un proceso continuado de autofagia económica, acelerado además por la generalizada falta de mantenimiento y el rápido avance científico-técnico mundial que hace aún más anticuada la tecnología existente en Cuba, a través de la llamada depreciación moral de los medios productivos.

Estas cifras se reflejan en la catastrófica y atrasada infraestructura nacional, comprendida la red vial, las edificaciones, los servicios y todo el soporte material de la sociedad cubana. Si a principios de los 90 existían 156 centrales azucareros, en la pasada zafra solo 39 produjeron azúcar con grandes dificultades, sin un soporte material adecuado, pues los caminos cañeros están destruidos, el transporte tiene condiciones ruinosas al igual que las demás estructuras necesarias. El resto de la agricultura, en particular la ganadería, presenta problemas similares y ya es difícil encontrar tractores y otros equipos automotores en la campiña. Hoy se sustituyen por la tracción animal, ya sean bueyes para arar o equinos para tirar los carros, con lo cual la productividad del trabajo es cada día más baja, en un país donde además no existen alicientes para realizar el duro trabajo agrícola.

En pueblos y ciudades del interior, el transporte se efectúa con carretones tirados por equinos, en un viaje sin escala a las condiciones de vida del siglo XIX. Igual atraso y descapitalización existe en la industria, las telecomunicaciones —sin acceso a Internet para los cubanos— y todos los sectores de la economía, incluidos la educación, la salud y el deporte, carentes de recursos e instalaciones y en un permanente proceso de depauperación por la falta de reposición y mantenimiento. En el deporte, hasta las instalaciones de no muy lejana data, como las edificadas para los Juegos Panamericanos en La Habana en los años 90, hoy están en lamentable estado. La situación de la vivienda es sumamente grave; incluso desde antes de los fuertes huracanes en 2008 había un déficit, reconocido oficialmente, de medio millón, y más de 50 % de las existentes estaban en malas o regulares condiciones. Eso se ha agravado mucho por los efectos de los ciclones que destruyeron total o parcialmente más de 600.000 viviendas, la pérdida de capacidades debido a derrumbes y otros problemas y la insuficiente construcción de nuevas, con tendencia a la baja.

Resulta evidente la notable reducción de las inversiones en las áreas de servicios, en particular en Educación y Salud Publica, que indica que ante la falta de recursos se están priorizando los proyectos dirigidos a la esfera productiva. En educación solo fueron invertidos 61,8 millones de pesos en 2010, para una reducción del 70 %, respecto a lo ejecutado en 2009. En el caso de la salud fue de 65,6 millones de pesos para una disminución del 58 % en relación con 2009.

La prolongada descapitalización material no parece tener solución por el momento. Hasta podría acelerarse debido a que Cuba carece actualmente de recursos para iniciar un programa de inversiones que amplíe y modernice la infraestructura. Esto podría alcanzarse a través de reformas radicales que propiciaran la correcta utilización de las reservas productivas y promovieran la inversión extranjera, realidad que hasta ahora el Gobierno se ha negado a aceptar. Además, la situación nacional podría empeorar como consecuencia del impacto de una eventual recesión económica mundial, hoy no descartable. Si esta sucediera, la poca inversión en ejecución colapsaría, agravando aún más el proceso de descapitalización material que consume las energías acumuladas durante tantos años de arduo trabajo realizado por generaciones de cubanos.

© cubaencuentro

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