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Actualizado: 01/07/2024 13:46

Zimbabue

El estilo de los dictadores

Robert Mugabe culpa a Occidente de la tragedia económica y social de su país, que se cae a pedazos.

El país se cae a pedazos, la esperanza de vida de las mujeres es de 34 años y 37 la de los hombres, según datos de la Organización Mundial de la Salud. La inflación ha alcanzado el 2.200% y el 80% de la población está desempleada, pero el anciano Robert Mugabe, de 83 años, se presentará como candidato presidencial a las elecciones de 2008.

El pasado 30 de marzo, el Comité Central de la gobernante Unión Nacional Africana de Zimbabue (ZANU, en inglés) confirmó a Mugabe como su candidato para las elecciones presidenciales. La candidatura fue aprobada antes por el Politburó de la ZANU y los analistas políticos consideraban una certeza el respaldo del Comité Central.

Mugabe, que gobierna Zimbabue desde la independencia del país del Reino Unido, en 1980, dijo que se presentaría como candidato a las elecciones del año que viene sólo si la ZANU se lo pedía. El clásico ritual de los dictadores vitalicios, que se "sacrifican" por la patria y el partido.

El anciano jefe de Estado, blanco de las críticas de la oposición zimbabuense y de la comunidad internacional por la falta de democracia y las violaciones de los derechos humanos en su país, enfrenta una creciente oposición desde algunos sectores de su propio partido, que también quieren su "turno" en el poder.

En el mensaje de apertura de la reunión del Comité Central de la ZANU y consciente de los vientos de cambio que soplan dentro de la agrupación, Mugabe pidió reforzar la unidad partidaria y que los 245 dirigentes políticos allí reunidos se mantengan vigilantes "ante las maquinaciones de Occidente".

Tiranía y racismo

Mugabe culpa al "sabotaje occidental" de los males que aquejan su país y afirma que "Occidente se está vengando con sanciones" por la reforma agraria que él inició a principios de 2000, mediante la cual se expropiaron sin compensación económica las granjas de los zimbabuenses blancos para distribuirlas entre los negros.

Las medidas siguieron a las elecciones parlamentarias de 1999, en las que por primera vez desde la independencia de Zimbabue, la oposición logró ocupar escaños en la Asamblea Nacional, apoyada por la comunidad agrícola blanca zimbabuense.

Muchas de las haciendas fueron repartidas entre los familiares de Mugabe y los directivos de la ZANU, y quedaron improductivas o convertidas en residencias de fin de semana. Otras fueron entregadas a campesinos sin experiencia ni recursos y dedicadas a una agricultura de supervivencia, en lugar de a las antiguas cosechas comerciales —café, tabaco y cereales—, lo cual ha destruido la otrora floreciente economía de Zimbabue, conocido antiguamente como "el granero de África".

Entretanto, los zimbabuenses han decidido, como en otros países conocidos, votar con los pies (en algunos casos lo han hecho con las balsas). Los cálculos apuntan que cerca de cuatro millones de personas emigraron hacia los países vecinos. El gobierno de Sudáfrica reconoce que ha recibido cerca de dos millones de personas. Otros huyeron hacia Mozambique o Bostwana.

A la candidatura del actual gobernante respondió desde Johannesburgo el líder de la oposición de Zimbabue, Morgan Tsvangirai, quien afirmó que la única solución para que el país salga de la crisis es que haya unas elecciones libres para terminar con la "tiranía" de Mugabe.

"Ha sido un desastre para el país y se ha convertido en un tirano", afirmó en esa ciudad Tsvangirai, presidente del Movimiento para el Cambio Democrático (MDC), principal partido opositor al régimen de Mugabe. El líder político está en Sudáfrica para "visitar al médico", según dijo en una rueda de prensa, en la que se presentó con la cabeza rapada a raíz de las curas que le tuvieron que hacer por la brecha profunda que recibió tras su detención.

Tsvangirai fue arrestado el 11 de marzo junto a un centenar de activistas de la oposición. Al igual que otros dirigentes, fue golpeado brutalmente por los agentes policiales —según ha admitido Mugabe—, y después de quedar libre terminó en un hospital.

La violenta represión y la hambruna (más de un millón de personas sobreviven gracias a la ayuda en alimentos que presta la comunidad internacional) han generado este flujo de refugiados a los países vecinos, cuyos gobiernos lejos de apuntar a las causas tratan de librar al régimen de Mugabe de las consecuencias de sus actos.

Solidaridad errónea

El pasado 13 de abril, el secretario ejecutivo de la Comunidad para el Desarrollo de África del Sur, Tomaz Salomao, dijo en Harare que los países vecinos de Zimbabue deben hacer presión para que Occidente levante las sanciones que mantiene contra ese país.

"Zimbabue tiene que trabajar duro para mejorar su economía, mientras la SADC busca cómo puede ayudar a que las naciones occidentales le liberen de las sanciones", dijo Salamao.

En 2002, Estados Unidos, la Unión Europea, Suiza, Nueva Zelanda y Australia impusieron sanciones financieras y restringieron la entrada de Robert Mugabe y de algunos altos cargos de su gobierno, la familia y el Parlamento. Estos países decidieron aplicar medidas tras acusar a Zimbabue de celebrar unas elecciones poco transparentes, la violación de los derechos humanos y una falta de compromiso en la aplicación de la ley.

Mugabe considera que estas sanciones contra los representantes de su régimen, que también prohíben la venta de armas, han perjudicado más a la economía general y a los ciudadanos que a los miembros de su gobierno, como era el propósito inicial. Desgraciadamente, estas declaraciones de Salamao reflejan un sentimiento erróneo de solidaridad africana con Mugabe, quien es el verdadero causante de todas las desgracias de su pueblo.

Es un argumento clásico de los líderes totalitarios culpar a otros. El pasado 18 de abril, Mugabe acusó a los países occidentales de colaborar con la oposición para derrocar a su gobierno, en un discurso que pronunció durante los festejos del aniversario de la independencia. Encabezó el acto en un estadio en Harare, ante unos 30.000 seguidores que se juntaron para conmemorar un nuevo aniversario de la independencia.

Durante la ceremonia, el dictador zimbabuense juró que el líder del principal partido de la oposición, Morgan Tsvangirai, nunca llegará al gobierno. También acusó a los partidos opositores de presionar para derrocarlo y avisó de que sus intentos serán en vano.

"Deseo aplaudir la resistencia de nuestro pueblo, que aguanta los descarados intentos de nuestros detractores, quienes trabajan abiertamente confabulados con los títeres sinvergüenzas de nuestro país, para reservar los beneficios de nuestra independencia a través de un cambio de régimen", añadió Mugabe.

"Esta conspiración ha intentado transformarse en un criminal esfuerzo militar, caracterizado por intentos pueriles de algunos elementos de la oposición para crear un estado de anarquía a través de una orgía de violencia", añadió.

© cubaencuentro

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