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Actualizado: 03/07/2024 11:40

Literatura

«Una cultura fracasada no da un Tropicana»

Entrevista con Rosa Lowinger, autora, junto a Ofelia Fox, de 'Tropicana Nights. The Life and Times of the Legendary Cuban Night Club'.

En su edición del 16 de enero de 2006, la revista Times reportaba el fallecimiento, "a los 82 años de edad, en Burbank, California", de Ofelia Fox, "administradora y 'primera dama' del famoso cabaret habanero Tropicana, que en su época de gloria, en los años cincuenta, contó entre sus clientes a Marlon Brando y Joan Crawford. Sus casinos, vedetes y suntuosos espectáculos lo convirtieron en el lugar de moda antes que Castro tomara el poder en 1959".

Rosa Lowinger habló con Encuentro en la Red.

¿Cuándo empezó este libro?

Hace tres años. Hace cinco que el periodista cubano Reinaldo Taladrid me dio el teléfono de Ofelia Fox. Demoré en llamarla, y después que nos vimos pasaron muchos meses antes de volver a hablarnos y ponernos de acuerdo. Creo que fue en 2002.

¿Qué tiene que ver Reinaldo Taladrid con Tropicana?

Lo conocí en un café de La Habana Vieja… Era uno de los cafés preferidos del director de cine Humberto Solás. Estábamos sentados en el café, conversando, y Humberto me preguntó en qué estaba trabajando. Le dije que cuando terminara la novela que estaba escribiendo quería escribir algo sobre Tropicana, y sobre los cubanos en Las Vegas. Casualmente Taladrid se encontraba ahí, en una mesa vecina, y Humberto me dijo: 'ah, ¿sabes que su tía abuela estaba casada con el dueño de Tropicana?'.

Taladrid, el de las Mesas Redondas de la televisión cubana, es quien le conecta con Ofelia Fox, la esposa de Martín Fox…

Hay dos ironías al respecto. La realidad es que cuando terminé mi novela todos los agentes de Nueva York querían representarme, pero al final no se vendió. Yo estaba con el ánimo en el piso. Cuando fui a ver a Ofelia me di cuenta de que la historia tenía fuerza, que me caía del cielo en un momento en que lo necesitaba mucho. Había conocido a Taladrid como un mes antes de lo de Elián González, él todavía no estaba en las Mesas Redondas… Inmediatamente me dejó entender que quería hacer algo.

¿Algo como qué?

Como todos los cubanos en posiciones altas, él representa dos papeles, y parece que veía la posibilidad de algún proyecto para HBO, y me empezó a explicar lo que quería que escribiera: algo sobre una showgirl, con un jugador y un tipo de [Fulgencio] Batista. Más bien como la película de Andy García que va a salir ahora. Bien hollywoodense. En principio, no me interesó como colaborador. Además, me di cuenta de que era un personaje un poco atrevido, metiéndose en mi mundo intelectual. Después, cuando se involucró en las Mesas Redondas, me dije: 'Oh, espérate, yo no quiero ser parte de esto'.

Taladrid me dio el teléfono de Ofelia Fox y me dijo que ella vivía en alguna parte de Estados Unidos, aunque no sabía dónde. Reconocí el código de área, porque era el mismo mío. También me advirtió que tuviera cuidado con ella, que era una persona muy difícil y que me iba a pedir dinero. Fue todo lo contrario. En ese momento, Ofelia buscaba a alguien que la ayudara a contar su historia. Ya tenía cincuenta páginas escritas. Cinco páginas de anécdotas y cuarenta de reflexiones, "¿Qué nos pasó?", "¿Qué va a pasar?", y cosas por el estilo.

Y Taladrid, ¿supo que finalmente usted escribió un libro sobre Tropicana?

Me imagino que puede haberse enterado; él se entera de muchas cosas. Hace tres años, cuando estaba iniciando el proyecto, me escribió: '¡Óyeme!, ¿tú estás haciendo algo con lo de Tropicana?'.

¿Cómo decidió el tratamiento que iba a darle al libro?

Soy novelista primero, pero también trabajo en restauración. Si tengo que hacer un informe sobre un jarrón cuarteado, digamos, eso ya es un cuento, tal y como pasó, porque si no, nadie podría entenderlo; sería como leer un libro de texto. Toda mi vida ha estado dedicada a entretener con un cuento. Igualmente mi editor, Tim Bent, comprendió que aquí había una historia muy humana sobre Martín y Ofelia, y se dio cuenta que a través de esta historia se podrían entender muchas cosas de Cuba. Fue él quien me animó a hablar en el libro de la historia del ballet cubano, de la historia del béisbol, e incluso de la lepra, por el caso de Rodney, el coreógrafo de Tropicana.

¿Se propuso escribir un bestseller ?

Mi propuesta original fue hacer un non-fiction bestseller, pero sin dejar de lado nunca el hecho de que Tropicana es un producto ciento por ciento cubano. Me propuse explicarles a los americanos qué cosa es ser cubano. Hablo de todo: de la música, del tabaco, de la pelota, de los dictadores. De todo lo que somos. ¡Y por supuesto que quiero que mi libro sea un bestseller!

Dice: "Explicarles a los americanos…". Sin embargo, entre los americanos existe la percepción de que los tiempos de Tropicana fueron muy desgraciados.

Estados Unidos tiene hoy miles de problemas. Tiene un gobierno que, para mí, es bastante desagradable. Nuestro presidente no es un dictador como Batista, pero hay muchos problemas graves: guerras que no hacen falta, y todo lo que ya sabemos. Pero eso no quiere decir que nos toque lo mismo que le pasó a Cuba. Quizás este libro es una metáfora de Estados Unidos hoy en día.

En Cuba, teníamos menos de sesenta años de ser país; estábamos en el principio del proceso de ser un país. La cuestión económica estaba bien. Para mis padres funcionaba, a pesar de que estaban muy en contra de Batista y le tenían mucho miedo a los dictadores y a lo que pudiera pasar. Pero la idea de que todo era ciento por ciento un fracaso… para mí era importante representar que no era así. Porque no era así. Tropicana no surge de una cultura que es un fracaso.

¿Pensaba esto antes de escribir el libro, o lo comprendió mientras lo escribía?

Lo pensaba antes. Nada más tienes que ver la arquitectura. Ciudades importantes tienen edificios importantes, y edificios importantes siempre pertenecen a lugares de importancia. La Habana fue un lugar sumamente importante. Y en el siglo XX, durante la República, esos edificios fueron muy significativos. También entendía que la historia de Cuba era como la historia de toda América Latina: un dictador detrás de otro. Pero ese es un proceso que ahora está cambiando en el resto de América Latina, y que hubiese cambiado también en Cuba. ¡Quizás mucho antes!

Yo quería mostrar que el problema se inicia con Batista, que el golpe de Estado de Batista, como dice el historiador Hugh Thomas, fue una crisis nerviosa de la que el país nunca se recuperó. Humberto Solás me dijo un día, caminando por esa Habana que está tan sucia, (¡y el cubano que es tan limpio y le importa tanto la limpieza!): 'Esto nos pasó por orgullosos'.

¿De dónde son sus padres?

Mis padres nacieron en Cuba. Mis abuelos nacieron en otros países. Por parte de padre, húngaros; por parte de madre, uno ruso y otro polaco. Ellos no tenían nada de lo que se considera la "sangre tradicional" cubana, a pesar de que yo no veo la diferencia entre Hungría y España. Somos todos europeos.

Llegaron en el año 1921. Mi abuelo materno se fue a La Habana Vieja, donde vio aquello, la gozadera de La Habana Vieja, y dijo: 'Perfecto, esto es perfecto para mí'. Y mi abuelo paterno se fue a Santiago de Cuba, y en un par de años tenía una tienda en Camagüey. En el año 1932 mandó a pedir una esposa a Europa, como era la tradición entre judíos. Le pidió a su mamá que regresara con una esposa, y le mandaron a mi abuela. Mi papá nace en ese año, cuando ya mis abuelos tienen dinero; dejan a alguien a cargo del negocio y se van de nuevo a Europa. Al llegar, se dieron cuenta de que había que regresar a Cuba enseguida. Mi abuelo trató de convencer a su familia de Hungría de que se fuera, pero imagínate, Cuba, el Caribe, les parecía algo absurdo. A todos los mataron.

¿Qué opina de los juegos de azar?

Aquí en Estados Unidos les llaman "juegos de números" y suena mal. En Cuba, en cambio, fue y siempre ha sido algo normal. Ahí está la cuestión: la idea de que La Habana de los cincuenta era un antro de mafiosos parte de un doble malentendido. Por un lado, estaba la gente considerada como la "mafia" —entre comillas— americana, tratando de poner casinos en La Habana. Qué pasa: aquí eran delincuentes, porque su negocio era el juego, que se consideraba ilegal. No te voy a decir que algunos no mataban; pero no todos, aunque todos estaban metidos en algo ilegal, que era el juego. Trasladándose a Cuba, de pronto ya no eran criminales, eran gente "del juego", e incluso manejaban juegos más limpios que los de los cubanos, sólo que en Cuba no era un delito.

Claro, la "bolita" era ilegal, pero era "ilegal" como ahora fumar marihuana. Eran, recuerda, los valores de los americanos de los años cincuenta, que tenían un comité de la Cámara de Representantes para investigar a los mafiosos, el Kefauver Committee. Era la misma época en que Joe McCarthy perseguía a los comunistas.

Cuba como un antro de perdición es una idea muy americana. Sin embargo, cita en su libro a Basil Woon, que en el año 1928, en pleno machadato, dijo que en Cuba la libertad personal había sido elevada a la enésima potencia.

Efectivamente, Basil Woon decía que Cuba era una tierra de mucha libertad, en el mejor sentido de la palabra. Entonces ni siquiera se podía tomar alcohol en este país. Cuba era un paraíso, para los negros, en comparación con Estados Unidos. Luego, la revolución decidió que los negros no necesitaban un movimiento de libertades civiles. La revolución hizo algo por los negros, pero el mismo nivel de separación que siempre existió, aunque mucho menor que en Estados Unidos, todavía existe, a nivel político.

Entonces, ¿se perdió esa 'enésima potencia' de la libertad personal?

Claro. Lo que siempre me ha asombrado de la revolución cubana es que nunca se tira con ciertos valores morales. Por ejemplo, no hay ningún prejuicio contra los divorcios ni contra los abortos. Ninguna objeción a la sexualidad de la gente. Ni al alcohol. Si tocas eso, te metes en problemas con el cubano.

¿Cree que los americanos conocen realmente Cuba?

Los americanos debían conocer mejor, por ejemplo, la historia de Vietnam, porque es parte de su propia historia. Igual con Cuba.

¿Se considera americana?

Llegué a este país en 1961. Mis padres fueron a Miami. Me crié en La Playa, porque los cubanos judíos estaban allí. Aunque mis padres no eran muy estrictos con la religión, sólo querían que no me casara con alguien que no fuera judío. Me casé con un judío, el padre de mi hijo. A los dieciocho años me fui a una universidad en Boston, y después a Nueva York, a estudiar restauración.

¿Cómo empezó a escribir?

Mi esposo era profesor universitario y fui a parar a Charleston, South Carolina. Allí me relacioné con escritores, sobre todo de teatro. Era muy joven y nunca había escrito nada que no fuera un texto académico. En Charleston empecé a escribir, y mi primera obra se produjo Off Broadway. Se llama The Encanto File. Eran tres personajes que estaban haciendo un negocio de bienes raíces, que consistía en reproducir la famosa tienda El Encanto en el downtown de Miami.

¿Alguien recuerda todavía a Martín Fox en La Habana?

En Tropicana, la historia de Martín Fox está eliminada. Hay muchas fotos en las paredes, pero ninguna de Martín ni de Ofelia Fox. Están los artistas que no se fueron de Cuba. Pero no está Leonela González, no está Celia Cruz, ni Olga Guillot. Está Rodney, por supuesto, que se fue para México, pero que no "se fue" oficialmente. En los libros sobre Tropicana que se han escrito en Cuba (el de Rafael Lam y otro de fotografías), se dice que Víctor de Correa fue el creador de Tropicana y que Martín Fox fue un gángster. Pero quienes quedan en Cuba y trabajaron en Tropicana, recuerdan a Martín como la persona más generosa que existía en el mundo.

¿Se considera de izquierda?

Si no fuera por el problema de Cuba, yo fuera una persona de izquierda. Pero los izquierdistas aquí no ven que Fidel es un dictador. ¡Si me pudieran conceder eso al menos! En Estados Unidos la derecha es más peligrosa que en otras partes porque se trata de una derecha religiosa: no a los gays, no al aborto, no, no, no…

Sin embargo, Ofelia Fox se declaró públicamente "de derecha", y su historia, según la cuentan en el libro, no encaja exactamente en el molde de lo que usted describe como "derecha".

Sí, me pasó con ella, que rompe con los clichés sexuales… Pero también me pasó que no comprendí cómo podía apoyar al gobierno americano, a la gente de George Bush, que está tan en contra de la vida que ella vivió. Cómo se puede ser Ofelia Fox y apoyar al Partido Republicano.

© cubaencuentro

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