Ir al menú | Ir al contenido

Actualizado: 01/07/2024 13:46

Televisión

En contacto con Hilda

Una entrevista con la animadora Hilda Rabilero, cuyo popular programa 'Contacto' marcara una época en la televisión nacional.

Pocos programas como Contacto para ejemplificar el ascendiente que puede alcanzar un espacio novedoso en el contexto de la televisión oficialista, a la vera del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). Bajo la batuta de Hilda Rabilero, sobrina del popular Guillermo Álvarez Guedes e hija de la también humorista Eloísa Álvarez Guedes, Contacto marcó con su impronta la década de los ochenta en Cuba, particularmente su segunda mitad.

Animadora emblemática para varias generaciones de televidentes, Hilda Rabilero continúa bregando en Miami con el objetivo de consolidar el proyecto de un programa a su medida. Así, el espacio Pégate con Hilda (domingos a las seis de la tarde), del canal MegaTV, reproduce algunas de las líneas maestras que ya estableciera la Rabilero en Contacto, principalmente la de priorizar la espontaneidad comunicativa del triángulo animadora-televidentes-invitados al set.

" Pégate con Hilda tiene un tono más de reality show", asegura la conductora a Encuentro en la Red. "Pero continúa presente la inspiración de Contacto, la cocina, la informalidad, la fluidez".

Hablemos de sus inicios en la televisión…

Empecé en el estelar Juntos a las Nueve, un programa que fue bastante popular en la televisión cubana. Antes había hecho intermedios donde anunciaba la programación. El director, Pedraza Ginori, me vio en una de estas presentaciones y me llamó para hacer algo en Juntos a las Nueve. Luego pasé a ser "La chica del cañonazo".

Yo aún no había sido evaluada, no me había graduado. Paralelamente a mis estudios en la Escuela de Formación de Actores, estudiaba Lengua y Literatura Inglesas en la Universidad de La Habana. De manera que Pedraza Ginori no podía presentarme como animadora. Así que se le ocurrió ponerme esa especie de apodo, "La chica del cañonazo".

" Juntos a las Nueve con su animador, Héctor Fraga, y La chica del cañonazo". Era como se presentaba el programa.

Luego dejé la televisión a raíz de un suceso desagradable. Una historia larga que preferiría no contar ahora.

Permítame ser insistente en este punto, porque las historias largas que se dejan para después suelen resultar interesantes… cuando finalmente salen a la luz.

Venía una delegación alemana a visitar Cuba, con Erick Honecker al frente, y un buen día me informaron que había sido escogida para participar en un evento cultural en su honor. Pensé que iban a utilizarme como animadora. En resumen: quienes estaban preparando este supuesto evento eran los jefes de la escolta del general José Abrahantes.

Se reunieron conmigo en dos ocasiones, sin la presencia de nadie más, lo cual me intrigó bastante. Finalmente, decidieron citar a todo el grupo de artistas seleccionados para la ocasión: todas éramos mujeres, de las más bellas de la televisión. No había un solo artista masculino presente.

Nos llevaron al hotel Habana Libre, un sitio de protocolo con buffet incluido. Allí estábamos, básicamente, actrices y cantantes de la televisión. Nos explicaron en qué consistiría nuestro papel en la "actividad musical": debíamos animar la velada alrededor de las mesas de los invitados.

Recuerdo que Farah María protestó. Una de las cosas que preguntó a los organizadores fue que quién iba a acompañarla. Alguien entre los guardaespaldas sugirió que yo la acompañara a la guitarra, a lo que inmediatamente me opuse (yo tocaba unas pocas canciones, comenzaba apenas mis clases de ese instrumento). "Para machos, nosotros sobramos", agregó otro de los guardaespaldas. Esa fue la expresión.

Me levanté, salí llorando al balcón de aquel piso 25 del Habana Libre. Fue traumático para mí. En esa época pensaba que ellos eran gente en la que se podía confiar, gente honesta, limpia. "No sé por qué te pones así, cuando nosotros fuimos a Alemania nos atendieron las mujeres más lindas del país…", me decían. "Pues no sé cómo lo ven en Alemania, pero aquí eso tiene otra interpretación", les contesté. "Yo soy animadora de televisión, no dama de compañía de nadie… ¡Sáqueme de aquí, porque voy a empezar a dar gritos y van a oírme hasta en el ICRT!".

En esas circunstancias dejé el programa. Renuncié a la televisión. Terminé mi carrera universitaria. Fue para mí chocante, porque tenía entonces una popularidad tremenda. Yo salía con unas gafas enormes y un pañuelo en la cabeza para que no me reconocieran en la calle. Me sentía como avergonzada de que cosas así pudieran pasar en una revolución supuestamente pura, digna.

¿Cómo se produce su retorno a la televisión?

Tras graduarme, trabajé como traductora algunos años. Un día asistía a una premiación junto a mi madre cuando el director de la Revista de la Mañana, que recién estrenaba ese programa, recordó mi labor en Juntos a las Nueve. Me invitó a participar en su espacio. Recomencé entonces con un segmento de quince minutos en la Revista de la Mañana, hasta que pasé a animarla con Héctor Rodríguez.

Luego pasé a hacer Contacto, en 1983. "Queremos que tengas un espacio tú sola, para la gente joven", me dijeron. En esta primera etapa, el programa contaba con 45 minutos diarios, de lunes a viernes.

¿De qué grado de libertad disfrutaba el programa?

En ese sentido fue espantoso. Incluso un amigo, el guionista Camilo Hernández (actualmente en Venezuela), tuvo que renunciar. Era una censura constante por todo, por los temas, por las personas a las que queríamos invitar. A artistas como Juan Formell, Carlos Ruiz de la Tejera y otros, no les permitían asistir. Recuerdo que Ruiz de la Tejera asistió en una ocasión y no pudo salir al aire. Sencillamente, no se lo permitieron.

Había un director que había sido chofer de ómnibus, que no sabía lo que estaba pasando, apenas si leía el guión. Se aparecía en el estudio fumándose un tabaco… En fin, fue una lucha constante contra lo imposible.

En esta primera etapa yo sólo ejercía como animadora, además de colaborar con el guionista. Desfilaron dos o tres guionistas más por el programa antes de que éste pasara a su segunda etapa. Yo propuse un programa de dos horas. En esta segunda etapa, algunos invitados cocinaban en el estudio, había entrevistas, lecturas de fragmentos de libros que estaban en el mercado editorial y demás segmentos.

Esta segunda etapa fue un éxito. Creo que la tercera etapa del programa, los sábados de seis de la tarde a diez de la noche, es la que más recuerdan los telespectadores. Pero esta segunda etapa fue la más consagrada, la más coherente en mi opinión.

Entonces, ¿por qué se decide por un tercer formato?

Me hicieron esa propuesta. Al principio dije que no, que iban a ser cuatro horas y debía tener todo el aparato de producción de la televisión en función del programa, que eso no era posible. Pero me dijeron que sí. ¿Cómo que sí?, me pregunté. Era muy raro. Recuerdo que la reunión fue con Juanito Hernández, entonces vicepresidente del ICRT.

Me ofrecieron lo que yo quisiera. Estaban a mi disposición para lo que yo estimara. Dijeron que había que reforzar los programas de variedades porque había mucha política en la televisión, etcétera. Es decir, algo inusitado, insólito. Luego lo consulté con varios de mis amigos y me recomendaron que aceptara, que no había nada que perder. Finalmente me convencieron.

Entonces puse la condición de que yo debía ser la directora del programa, y la dirección del ICRT lo aceptó también.

¿A qué atribuye esa actitud?

Después nos enteramos de que ellos estaban esperando el lanzamiento de Televisión Martí. Más exactamente, temían la aparición del programa de Don Francisco en ese horario estelar del sábado. Iban a intentar obstruir la señal, pero si esto no se lograba debían disponer de un plan B con el que contrarrestar a Don Francisco. Una contrapartida.

Parece que esta fue la razón, porque después que lograron neutralizar la señal empezaron a quitarle apoyo a Contacto. Literalmente, comenzaron a hacerme la vida imposible.

Esta tercera etapa empieza en octubre de 1989 y termina en febrero de 1991, cuando renuncié. Pero ya a los dos o tres meses de iniciada comenzaron a poner trabas. Llegaban a dar mantenimiento a los equipos en el momento de los ensayos, o no había gasolina para recoger a los artistas, o no se les pagaba a algunos de ellos…

El programa se independizó mucho, precisamente porque, cuando empezaron a quitarnos recursos, buscamos apoyo fuera de la televisión. Contacto casi se convierte en una productora independiente. Todo el equipo estaba en función del programa, como si en realidad éste fuera propiedad nuestra, como si sacáramos algún provecho económico. Era un equipo de mucha coherencia. Pero los problemas que confrontamos fueron espantosos.

¿Por ejemplo?

Una vez editamos un segmento sobre la entrega de los Oscar. Y esto, por supuesto, había que informarlo. Tú no puedes pasar nada en la televisión cubana que no hayas informado previamente. Lo que pasa es que contábamos con la ignorancia de los encargados de aprobar estas cosas. Lo propusimos, alguien lo aprobó y comenzamos a hacer la edición. Ya a punto de salir al aire, nos llegó la orientación de que debíamos parar.

Llegué al estudio y mi asistente me aseguró que sí se había informado sobre el segmento, me mostró incluso el papel que lo demostraba. Estamos hablando de un resumen de los Oscar, un espacio de quince minutos que yo debía cubrir de cualquier manera. Entonces decidí ponerlo bajo mi responsabilidad. Recuerdo que todo el equipo me apoyó en la decisión.

La señora que entonces desempeñaba el cargo de vicepresidenta interina de la televisión, no recuerdo su nombre, me citó el lunes a su oficina. Estaba colérica. Tuvo una especie de delírium trémens. Me aseguró que iban a relevarme en la dirección del programa. "¡Pero nosotros cumplimos con el reglamento establecido!", me defendí. "¿Nos exigen que les informemos previamente? Pues en este caso les informamos previamente".

En ese momento la popularidad del programa era muy grande. Para que se tenga una idea, Contacto era visto por el 84% de la población. Yo recibía miles y miles de cartas, ya no se sabía dónde almacenarlas. Me escribían hasta de las cárceles. Como me ha comentado una de nuestras asesoras, con la que me encontré hace poco aquí en Miami, en la historia de la televisión cubana no ha habido un espacio de tan alto rating como Contacto, incluyendo El Casino de la Alegría, Café Regalías y otros.

El programa se convirtió en una ventana al exterior para la población. Incluso, logramos pasar una entrevista a Willy Chirino, sirviéndonos, otra vez, de la ignorancia de la persona encargada de aprobar nuestras propuestas. Luego hicimos la edición prácticamente a ocultas, hasta que logramos sacarlo.

¿Alguna otra anécdota que recuerde particularmente?

Son millones de anécdotas, nunca terminaría de contarlas. Recuerdo que un día me llamó un general que atendía el cuerpo de bomberos. Quería celebrar el día de los bomberos en el programa. "No, mire, me da mucha pena, pero no puedo hacer eso", me disculpé. "¿Pero usted sabe lo que me está diciendo?", exclamó él. "¡Su programa lo ve todo el mundo!".

"Precisamente", le contesté. "¿Sabe por qué lo ve todo el mundo? Porque yo no celebro el día de los bomberos, ni el día de la policía, ni el día de la federación…".

¿Cómo sale de Cuba?

Mi tío, Guillermo Álvarez Guedes, me ayudó a salir a través de República Dominicana. En principio, la Seguridad del Estado pensaba que yo viajaría a Italia. Durante un tiempo, a partir de mi salida de Contacto en febrero de 1991, les hice creer que me iría a ese país. Incluso corrió el rumor en Cuba de que me había casado con un multimillonario italiano. Yo había estado en Italia previamente, conocía a Lucia Altieri, había entrevistado a Luciano Pavarotti. Y cubano que se va a Italia es como si se fuera a Marte.

En cualquier caso, sospecho que la Seguridad del Estado pensaba que mi salida del país era más una solución que un problema.

En el verano de 1991 salí de Cuba. Luego, desde Santo Domingo, pasé a Miami.

Cuénteme de sus inicios en esta ciudad…

Al principio no encontré trabajo ni en la televisión ni en la radio. Tampoco es que haya indagado exhaustivamente, porque en realidad no vi una buena recepción. Y como no estoy acostumbrada a vivir de la caridad, como siempre he sido muy independiente, empecé a trabajar como secretaria en una empresa de reparación de piezas de aviones.

Comencé como secretaria asistente y terminé de vicepresidenta de la compañía. No he tenido padrinos. He tenido que labrarme mi propio camino sola, con mucho trabajo y mucho esfuerzo. Esto, sobre todo desde un punto de vista espiritual, creo que ha sido muy positivo.

Culturalmente hablando, ¿le fue difícil adaptarse al modo de vida americano?

De ninguna manera. Es que siempre tuve una formación muy cercana a la cultura de Estados Unidos. Estudié inglés desde niña, leía libros en ese idioma, escuchaba música americana. Una maestra iba a mi casa a enseñarme inglés ya desde mis seis o siete años. Llegar aquí fue como llegar a mi hogar. Como llegar a Cojímar o El Vedado.

¿Qué tal la acogida de la comunidad cubana?

Tengo que distinguir entre la comunidad cubana y algunas personas dentro de la comunidad cubana que al principio me hicieron rechazo. No entendían que en Cuba una persona pudiera hacer un programa de televisión sin ser manipulada por el gobierno. Creían que yo no era del todo consecuente con el paso que había dado. Consideraban que había algo extraño en todo eso.

Mucha gente que dejó Cuba en los años sesenta no tiene una idea precisa de la Cuba actual. Es que yo misma, después de más de quince años fuera, no tengo una idea precisa de la Cuba actual.

En 1995 hice un programa en Unión Radio, y después pasé a la WQBA. La respuesta de la comunidad fue impresionante. Una acogida respetuosa, calurosa. El programa lo cogí en cero punto y algo de rating, y estaba en cinco punto y algo cuando me fui.

Ahora mismo, en el dominical Pégate con Hilda, en MegaTV, recibo muchos emails de personas que ni siquiera me conocieron en Cuba. Lo cual habla muy bien de la comunidad cubana. Es una pena que nos hayan pintado como trogloditas cuando en realidad la mayoría no lo somos. La mayoría de la comunidad cubana está compuesta por gente sensible, solidaria.

Desde una perspectiva actual, ¿qué opinión le merece la televisión hecha en Cuba?

En Cuba se quedó una buena parte de los profesionales formados en el capitalismo. Pedraza Ginori, por ejemplo, se formó en el capitalismo. Y yo me formé con Pedraza Ginori.

Antes de 1959, la televisión cubana era ejemplo en el mundo de televisión de calidad. Y estas son cosas que no se pierden, que se transmiten a las nuevas generaciones. Claro, llega un momento en que apabulla la censura política, en que la formación de los nuevos profesionales ya no es la misma.

He visto muy poca televisión cubana de actualidad, pero evidentemente el contenido político es cada vez mayor.

© cubaencuentro

En esta sección

Sobre la narrativa de la escritora guadalupeña Maryse Condé

Carlos Olivares Baró , Ciudad de México | 28/01/2022

Comentarios


Entrevista a Rafael Rojas

Carlos Olivares Baró , Ciudad de México | 26/11/2021

Comentarios


Entrevista al músico Armando Rodríguez Ruidíaz

Cristóbal Díaz-Ayala , San Juan | 22/10/2021

Comentarios


«No aprendieron nada de Fidel»

Redacción CE , Miami | 13/07/2021

Comentarios



En respuesta al senador Patrick Leahy

Vicente Morín Aguado , La Habana | 14/06/2021

Comentarios


Una novela juvenil confiscada por la Seguridad del Estado

Carlos Olivares Baró , Ciudad de México | 16/04/2021

Comentarios




Gana escritor cubano radicado en México premio de novela en Colombia

Carlos Olivares Baró , Ciudad de México | 01/02/2021

Comentarios


Orquesta Hermanos Castro: un libro contra el olvido

Vicente Morín Aguado , La Habana | 13/10/2020

Comentarios


Subir