Crónicas
El enigma
Suerte, magia o lo que sea, hoy en Cuba el extranjero es siempre el tipo que al final de la película se queda con la muchacha.
Una vez le preguntaron a Pepito qué quería ser él cuando fuera grande, y Pepito, con la madurez propia de los niños cubanos de estos años, contestó sin vacilar: "Extranjero".
Es un chiste que rueda por Cuba después que con el naufragio de la URSS, que tantos pañuelitos anegados en llanto dejara, empezaron los nuevos extranjeros a tener más suerte en el país que los nativos.
O tal vez no mejor suerte; tal vez son mejor parecidos, o tal vez el hecho de ser gentes de otras culturas los hace interesantes, misteriosos, y esto siempre atrae, sobre todo a las mujeres. Pongamos que todo eso, y la suerte. La suerte, que todo lo decide, y si no miren, compadezcan a los infortunados checos y rusos del pasado, camaradas muy solidarios, y también de otras culturas, pero a los que nadie vio llegar ni los vio irse: eran transparentes.
El caso es que los niños, que todo lo observan, cuando hoy ven a un extranjero, por muy viejo y barrigón que el tipo sea, lo ven acompañado de una de las niñas patrimoniales del barrio, una de esas ninfas acabaditas de hacer cuya piel brilla como el charol, o tal vez como el oro, según la haya soñado el extranjero.
Lo ven, cuando no en fabulosos autos de turismo, en Mercedes propios, personales, entrando o saliendo en casas misteriosamente adquiridas donde siempre hay una jovencísima señora con criada y perros y cercas peerles y alarmas, y todo lo demás esperándole, alevosa, en la puerta, metida en un chorcito perverso.
Y si todavía no se ha aposentado el extranjero en el país, lo verán los niños hospedarse en los hoteles donde ni ellos ni sus padres podrían hospedarse. No sólo por falta de numerario, eso que las personas mayores llaman divisas, no señor, por la desdicha de no ser extranjeros.
Incluso han sabido que cuando los cubanos residentes en el exterior visitan el país pueden alojarse hasta en el Hotel Nacional si les pareciera y tuvieran para pagarlo, puesto que por vivir "afuera" ahora ellos también son extranjeros, pero no los dejarán alojar en el hotel, las tres semanas que Inmigración les permitirá estar aquí, a sus familiares de la Isla, así fueran esos familiares, digamos, el padre, la madre o los hermanos milicianos que se quedaron cuidando el país por si vinieran los americanos.
Los niños ven al afortunado extranjero comerse voraz el camarón y las langostas que para ellos existía en las láminas de los libros de la escuela solamente, lo ven de dueño de hoteles y de industrias que demuestran la buena suerte que les asiste, hoteles e industrias que a los padres de ellos, los niños nativos, por cubanos y por vivir en una sociedad socialista que se ha echado sobre los hombros la grave responsabilidad de salvar el porvenir de la humanidad, les estarían vedados aun en el supuesto de que tuvieran afuera familiares que les pusieran en la mano 2.000 millones de euros.
Lo ven entrar y salir del país cuando le parece, llevar celular, tener acceso a Internet, a los canales de televisión de afuera…
En fin, suerte, magia o lo que sea, pero hoy en Cuba el extranjero es siempre el tipo que al final de la película se queda con la muchacha, y Pepito y sus amiguitos han sacado sus cuentas.
© cubaencuentro
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