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Actualizado: 01/07/2024 10:18

Ajedrez

La partida más difícil

El Gran Maestro Lázaro Bruzón ocupa un puesto entre los 30 mejores del planeta.

Este año que casi concluye trajo agradables noticias en el ámbito del ajedrez cubano. Después de muchas décadas de larga espera, nuevamente un ajedrecista cubano volvió a ubicarse en las más altas cumbres del juego ciencia en el mundo.

El anuncio de que el joven Gran Maestro Lázaro Bruzón ocupa un puesto entre los mejores 30 del planeta, gracias a su promedio ELO de 2677, hizo pensar a muchos en la existencia de un nuevo genio, con independencia de los resultados que luego alcanzó en los dos recientes torneos universales de noviembre (por equipos) y diciembre (individual).

El propio Bruzón no consigue explicarse de dónde le vino su inclinación por el ajedrez. Tal vez por su padre, que es un genio del dominó. "No sé bien qué fue lo que más me gustó, pero desde el principio me enganchó", dijo el joven campeón a un órgano de prensa cubano recientemente.

Bruzón es oriundo de la oriental ciudad de Las Tunas, donde todavía reside. Cada torneo en el que participa es seguido hasta el detalle por sus miles de parciales allí y sus triunfos son como una fiesta. Sin embargo, él sabe que las celebraciones suelen ser engañosas en un deporte tan exigente, en particular si se tienen tantas aspiraciones de ascender hasta lo más alto, como piensa hacer Bruzón en el tiempo que le queda para destronar a los Anand, Topalov, Leko, Ivanchuk, Kramnik y compañía.

Bailar en casa del trompo

Si alguien se fija en la precocidad que generalmente muestran los genios del ajedrez a lo largo de la historia, quizás noten que Bruzón comenzó a llamar la atención un poco tarde. La prensa puso los ojos en él a partir del año 2000, en Armenia, cuando alcanzó el título del orbe en la categoría juvenil. Fue como bailar en la casa del trompo. Tenía 18 años y ya en la Isla se batía sin miedos con los mejores del ranking.

Dos años después, Bruzón ganó el Internacional Capablanca, de La Habana. Solamente Leinier Domínguez podía disputarle el protagonismo y así ocurrió en la Olimpiada de Calviá (España) en 2004, en la cual el juego más frío y calculador de Domínguez, en oposición al impetuoso del tunero, logró robarse los flashes.

La gran oportunidad de Bruzón llegó en febrero de 2005, con el fuerte Torneo de Wijk aan Zee (Holanda), categoría 19, el más importante jugado hasta la fecha por un cubano. Allí logró imponerse a monstruos como Nigel Short, Alexander Morozevich y Andrei Sokolov, y dividió con Judith Polgar, Michael Adams, Peter Svidler y Ruslam Ponomariov, entre otros. Sólo Anand, Leko y Topalov pudieron vencerlo. Resultado: quinto lugar.

Fue como una bomba. En ese momento Bruzón ni soñaba todavía con acercarse a los primeros 30 del planeta. Se había codeado con los más grandes, ganaba y perdía con ellos, los enfrentaba de tú a tú. Pero necesitaba ganar de manera contundente algún gran torneo y esa nueva oportunidad llegó con su rotunda victoria en el Campeonato Panamericano de Buenos Aires, que le garantizó un cupo para el Mundial de Rusia (ampliado a 128 trebejistas) de diciembre. En el certamen ruso sólo pudo ser superado en partidas rápidas por el talentoso local Evgueni Bareev, después de dejar fuera al rankeado norteamericano Alexander Onischuk.

El monarca de América

Ahora Bruzón es el monarca de América. Se codea con los más grandes. ¿Qué más lejos puede llegar? A su regreso de Argentina declaró que no pararía hasta ubicarse entre los diez mejores del mundo. Para alcanzarlo necesitará el doble de esfuerzos y sacrificios, multiplicar el tiempo de estudios, perfeccionar aún más su desempeño en partidas rápidas de desempate (rapid transit, muy de moda en los torneos actuales) y dejar muy atrás los tantos problemas de la vida cotidiana, en un país donde nadie tiene sus problemas resueltos.

No cabe dudas de que, con su extraordinario talento y sus dotes naturales para este juego, Bruzón podría haber alcanzado un desarrollo todavía más rápido si hubiera nacido en cualquier nación del llamado primer mundo. Quién sabe dónde estaría hoy de haber venido al mundo, por ejemplo, en España, con más recursos para su formación desde niño, con acceso a Internet y a programas computarizados muy avanzados para evolucionar en capacidad de juego desde edades tempranas. Además de que no haya apagones ni escasez de alimentos, ni problemas con el abasto de agua ni con el transporte.

Pero Bruzón nació en Cuba y su mérito es mayor. Desdeña las típicas distracciones y tentaciones de juventud. Pasó por las becas de las escuelas deportivas cubanas, donde hay que ser un genio de verdad para no deformarse y desviar el camino, como les ha sucedido a muchos. No es millonario, y de serlo, no podría invertir su dinero para verlo crecer y garantizar su futuro y el de los suyos, sin depender de las ayudas estatales a las glorias deportivas mientras sean leales al régimen. Actualmente es miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas y, en Las Tunas, fue nombrado para ocupar un puesto en la Asamblea Provincial del Poder Popular.

Vivir en la Isla tal vez sea la más difícil partida de Lázaro Bruzón. Lo más recomendable sería que las autoridades lo dejaran tranquilo. Que olviden esas manías de manipular y utilizar a las personas. Y si en el futuro desea establecerse en algún país, aunque él no lo ha manifestado todavía, pues que se lo permitan. El mejor seguidor de Capablanca entre nosotros necesita paz, sosiego y comodidades. Sólo de esa manera podrá alcanzar lo que se proponga en el muy riguroso mundo del ajedrez actual.

© cubaencuentro

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