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Actualizado: 01/07/2024 13:46

Béisbol: 46ª Serie Nacional

Amores falsos y verdaderos

El béisbol es el único asunto en el que los cubanos se muestran activos; el único sobre el que parecen tener criterios y que logra comprometer a la mayoría.

Por muchos años, la capital no había asistido a tanto entusiasmo por el béisbol como el que levantó la recién finalizada serie. Y digo "la capital", pero en realidad el virus beisbolero afectó a toda la Isla y mantuvo pendiente de cada juego a una buena parte de la población del país.

A primera vista, resulta extraña tanta efervescencia deportiva en un país donde se había llegado al extremo de reprochar en años anteriores a los aficionados, desde los medios de comunicación, su apatía ante la serie, manifiesta fundamentalmente en la ausencia a los estadios.

La comentarista Julia Osendi, en más de una ocasión, criticó lo que consideraba una "falta de apoyo" de los aficionados a los deportistas, quienes hacían su máximo esfuerzo por brindar un espectáculo de sano disfrute "al pueblo trabajador". Y, en efecto, las cámaras de televisión que transmitían los juegos permitían ver las gradas lamentablemente vacías en casi todos los estadios de la Isla.

¿Qué ocurrió entonces esta temporada que suscitara tamaña fiebre de los aficionados por el deporte nacional?

Al parecer, hubo una política de divulgación y apoyo a esta serie, por parte de las autoridades, que permitió un amplio despliegue propagandístico y de mercadeo. Esto contagió a la población, tan dada a fabricarse entusiasmos, tan ávida de diversiones y tan hastiada de discursos ideológicos. No se puede negar el atino que supone espolear el interés por un deporte que es pasión para los cubanos, para encubrir la grisura del resto de la vida nacional.

Rivalidad exacerbada

Por otra parte, al calor de la serie, se desató paralelamente otra vieja pasión y cotidiana práctica: las apuestas. La población se entregó a las eternas especulaciones sobre el posible campeón con un celo digno de mejores causas, y así corrieron significativas sumas entre los más solventes y modestos billetes entre los ciudadanos económicamente menos favorecidos. Casi ningún sector de la Isla fue inmune a una epidemia beisbolera sólo comparable a la del dengue del pasado año.

En una nación en que lo más insólito se convierte en algo cotidiano —en referencia a la prolongada ausencia de su gobernante de la vida pública—, y en la que los elementos más notorios son la falta de derechos, el tradicional desinterés generalizado por la política, la desinformación, las prohibiciones, las carencias materiales y la violencia subyacente, resulta necesario animar en alguna dirección controlable las energías de los nacionales.

A propósito de los controles, los estadios Latinoamericano, en La Habana, y el Guillermón Moncada, de Santiago, se mantuvieron fuertemente custodiados por numerosos refuerzos de la policía durante los encuentros entre ambos equipos, lo que no pudo impedir algunas manifestaciones de la notoria rivalidad que ha existido históricamente entre ambas regiones de la Isla y que parece haberse acrecentado peligrosamente en los últimos tiempos.

Algunos aficionados, que asistieron a los dos juegos celebrados en el Latinoamericano, afirmaron que las consignas voceadas por los aficionados habaneros —cuidadosamente silenciadas en las transmisiones de televisión— eran muy agresivas.

La multitud coreaba desde las gradas una rima: "¡Industriales campeón, palestinos pa'l camión!", cuyo significado conocemos muy bien los cubanos y resume el potencial de violencia que se encierra en esta vieja hostilidad, artificialmente estimulada.

Por su parte, para no ser menos, los santiagueros regalaron también su repertorio de insultos y otros epítetos peyorativos a los capitalinos durante la jornada final en el Guillermón.

La auténtica fidelidad

Si se analiza un poco, desde agosto del pasado año la población no asiste a ningún acto público festivo que realmente la motive.

Ya se sabe que los carnavales de 2006 fueron cancelados. Las socorridas fiestas de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), de cada 28 de septiembre, fueron casi nulas en ese año, mientras las mediocres celebraciones bailables de la Plaza Cívica que tuvieron lugar a principios de abril, con motivo del aniversario 45 de la creación de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), evidenciaron una significativa indiferencia de las masas por toda festividad que tenga algún contenido ideológico o llegue convocada directamente por las autoridades.

Ya no es lo mismo ni es igual que años atrás: la mítica revolución ha perdido poder de convocatoria. Sólo los actos políticos pueden ser extraordinariamente masivos, debido a que son convocados. La concurrencia a los mismos es controlada desde los centros de trabajo y estudio y desde los llamados "programas priorizados de la revolución", muchos de cuyos beneficiarios se ven obligados asistir.

De manera que el béisbol es el único espectáculo nacional en verdad aglutinador, capaz de movilizar espontáneamente, con sincero entusiasmo, a las multitudes y mantenerlas a la vez controladas y felices.

En las últimas semanas han ocurrido algunos hechos de significativa importancia: la visita del canciller español Miguel Ángel Moratinos y los acuerdos tomados por éste con La Habana; la presentación fotográfica del gobernante invisible de la Isla en el principal diario y la muy difundida y debatida liberación bajo fianza de Posada Carriles. Esto último desató todo un programa oficial de tribunas abiertas, mesas redondas de televisión y alocuciones a las que se hizo referencia en las transmisiones de los noticieros de televisión; pero que no pasaron a mayores.

Aquí, en las calles, en los centros de trabajo, en las casas, sólo se discutía acaloradamente de béisbol. Y de ese tema sí casi todo el mundo tenía algo que decir. El béisbol es el único tópico de la vida nacional en el que los cubanos de la Isla se muestran verdaderamente constantes y activos; el único sobre el que parecen tener criterios y también el único que logra comprometer a la mayoría de la población.

Ya sea por simpatía o por verdadero conocimiento, lo cierto es que este deporte parece constituir, junto a los afectos familiares y amistosos, la auténtica fidelidad de los cubanos.

En contraste, y en la vida cotidiana de la nación, nadie recuerda a Castro, a nadie le interesa qué rayos vino a hacer Moratinos, ni qué decir de los visitantes chinos. Muchísimo menos, nadie dedica la menor mención a Posada Carriles.

© cubaencuentro

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