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Actualizado: 02/07/2024 13:30

Música, Literatura

Variaciones melódicas de una vida

Homenaje al trovador cubano Santiago Feliú, recién fallecido

La vida es una ronda que termina siempre con hechizo desconsolado. La vida es una sola / entre todas las vidas, / una esperanza gris, / un pestañear y un beso”, dice una de las canciones más hermosas del trovador cubano Santiago Feliú (La Habana, 29 de marzo, 1962 - Ibídem, 12 de febrero, 2014). La utopía es un gesto desenfadado en estos tiempos de orfandad desmedida. Santi —así le decían sus amigos— fue un “hippie” que desafió los reglamentos, un melancólico con guiños de adolescente: sabía, sobre todo, sacarle a la guitarra acordes bien derechos con su mano izquierda. La vida es una acaso. “De vez en cuando la vida / se nos brinda en cueros” (Serrat). De vez en cuando la vida / nos besa en la boca / y a colores se despliega como un atlas para estar al corriente de la muerte. “La vida es el milagro / sinceramente amado, / la culpa de morirse, / las mentiras, las verdades / que nos quedan de este lado. / La vida de imprevista, / sencilla y complicada, / absurda y egoísta, / amorosa e inteligente, / extraordinaria y desalmada”, sigue anotando Santiago Feliú en las tonalidades de “Ay, la vida”. Bárbara lo empujó a escribir, cuando todavía no cumplía los 20 años, una romanza bañada de las humedades del blues y la dulce cadencia del bolero Santiaguero: “Siento que mis destellos / ahogan tu brisa, / tu brisa que presiento / inagotable, / azul, infinita, / límpida brisa de lirismo / inevitable. / Soplo de sueños / en mi verso, / se derraman. // Si de mi voz / florece la canción, / motivo de tu dar, / si de mis ojos nace la bondad / de abrirme en el verso / un palpitar, / No me dejes ir”. A Santiago le interesaba la vida en los tajos de la copla con acento sigiloso y errante. Andaba desaliñado por el mundo montado en el lomo a pelo de un caballo a tropel por el celaje del tiempo y su secuela. “Ay, la vida”: un grito porque estar “Sin Julieta” es como cabalgar la penumbra. Un muchacho de 51 años desertado por su corazón hambriento. Un trovador sin corazón deja de ser el adolescente que todos quieren ver en el estrado. “La vida es suficiente, / si entonces no se acaba / cuando se halló el final / donde se encuentra el pasado con la nada”. Si no late el corazón, el recuerdo se sella en el silencio. Santiago supo hacer de la vida un almanaque de variaciones melódicas donde las concordias se diluían en sutiles especulaciones que exploraban las cifras de la libertad, y las cadencias escoltaban el gozo. Hincan la mañana de este domingo de febrero los pasacalles y contrapuntos de las cuerdas de Santiago: escucho a todo volumen fragmentos de “De la reencarnación y otras fotografías del amor”, “Ansias del alba”, “Náuseas de Fin de Siglo”, “Amor de ola, luna y tiempo”, “Ni las soledades”, “Aunque la vida”, “Sólo arcoíris”, “Cuando en mi afán de amanecer”, “Planeta Cuba”...: la muchacha vecina, Xoxhilt de 18 años, me pide que le queme esos discos: “Tú nunca había puestos esas canciones”, me reclama. No le digo que Santiago Feliú ha muerto. Mira las fotos de los álbumes y celebra la melena de Santi: “Qué bonita cabellera tiene. ¿En Cuba también hay cantantes con el pelo largo?”. Santiago supo soltar “Palomas por la vida” (“Porque así es la vida es una y verdadera. / Porque así es la vida es tantas para mañana.”). “La vida es cuanto pasa / mientras planificamos / la vida por delante, / lo que nos pasará, / si nos quedamos o nos vamos”. En el hoy y mañana y ayer, junto / pañales y mortaja, y he quedado / presente sucesiones de difunto”: Quevedo merodeando los ojos de este habanero untado de Garay y Corona. Ay, la vida mordida por el tiempo y su azoramiento ineludible: la muerte.

© cubaencuentro

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