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Actualizado: 02/07/2024 13:30

Literatura, Narrativa

Palabras para presentar “El reino del abuelo”

Con la escritura límpida y clara, fervorosa y contenida con que únicamente se escriben los textos sagrados, Fefé nos entrega los secretos de ese Reino, que en la presentación en Madrid dedicó a sus hermanos Constante “Rapi” Diego y Eliseo Alberto “Lichi”

Como le sucedió a Alicia en una dorada tarde de verano, cuando soñó que soñaba el sueño en que perseguía a un conejo alocado que corría hacia su subterráneo escondrijo para, de súbito, penetrar en el País de las Maravillas, Josefina de Diego, Fefé, se dejó caer en las frescas entrañas del pozo que flanqueaba Villa Berta y, cuando su recuperado cuerpecito de niña feliz regresó a la superficie, traía en sus manos un puñado de memoriosas cuartillas, donde recuperaba un singular Paraíso, el Reino de su infancia, una estación que nos instala en el estado de inocencia, esa efímera inocencia que, mientras habita en nosotros, nos asegura el sello de la incorrupción.

Con la escritura límpida y clara, fervorosa y contenida con que únicamente se escriben los textos sagrados, Fefé nos entrega los secretos de ese Reino.

Los papeles de Fefé nos conducen a un territorio poblado de copiosos ficus y flamboyanes, desmelenadas arecas, ágiles y sufridas lagartijas, al azote del ciclón, a la llamarada del rayo, al pasajero humo de una locomotora que lleva en su interior el sueño de todos los viajes del mundo, a la sonoridad de las hojas en la noche y sus terrores, al asomo temprano y fugaz del Maligno…

Los amplios corredores de la memoria de Fefé nos regalan la cómplice compañía de Lichi y Rapi, el cálido misterio de Eliseo, la dulce firmeza que embellece a Bella, el persistente rumor de las abuelas, el alegre sobrevolar de primos y tíos, la nostalgia de la amistad en la poesía, la sombra fundacional del Abuelo…

Pero, más que paisajes y personas, o, mejor, mediante el lento silabeo de naturaleza y humanidad queridas, Fefé nos entrega, en este libro que hoy presentamos, la revelación de un estilo, de una manera olvidada de estar en familia; Fefé nos pone ante los ojos el retablo de un apretado puñado de sentimientos, de sutiles percepciones, de esa entrañable niebla en la que van cobrando vida las sagradas figuras del amor compartido y de la inocencia irrecuperable.

Imprescindible este texto que, aunque dictado desde la más íntima ternura, deposita en el lector los perfiles esenciales de los seres queridos, el lento lamer del tiempo, la añoranza de un estado de concurrencia afectiva que, de alguna manera, a todos nos pertenece.

© cubaencuentro

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