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Actualizado: 03/07/2024 11:40

Música

Noventa millas de abrazos musicales

Ninety Miles es un álbum de jazz heredero de los abrazos musicales entre Cuba y Estados Unidos

Los vínculos musicales entre Cuba y Estados Unidos conforman un tapiz que se inicia en la segunda mitad del siglo XIX y se consolida en el diálogo de la contradanza, habanera, danza y danzón con la proporción rítmica/armónica del ragtime y el jazz de Nueva Orleans en las primeras décadas del siglo pasado. No olvidar ese itinerario musical —Nueva Orleans-Cuba-Veracruz-Tampico-Martinica—, semilla de eso que hoy conocemos como jazz latino. El excéntrico pianista y compositor de Nueva Orleans, Louis Moreau Gottschalk, incorporó tintes afroantillanos en muchas de sus piezas e intercambió ideas con el pianista Manuel Saumell (pionero del nacionalismo musical cubano). Los primeros jazzistas de Nueva Orleans eran conscientes de la “sonoridad cubana”. El baterista de la Dixieland Jazz Band, Tony Sbarban (introductor de los cencerros en los golpes del jazz y de la técnica “doble percusión” de raíz cubana), reconoce el colorido caliente de la sección brass de las agrupaciones de la Isla: “Trompetas, clarinetes y trombones fogosos hablan entre sí en los riffs de los armónicos y ritmos cubanos”, decía. En las composiciones de stomps y blues de Jelly Roll Morton se asoman consonancias de habanera y contradanza. Los silbidos de la corneta de King Oliver explotan fulguras con tintes afrocubanos. Scott Joplin nunca negó sus deudas con la contradanza y la habanera: “Mis armonías se ajustan con las cadencias de las habaneras cubanas”, declaró cuando le preguntaron sobre la riqueza rítmica de su célebre “Ragtime Dance” (1902).

Ninety Miles (Concord Music, 2011), álbum de jazz heredero de los abrazos musicales entre Cuba y Estados unidos: Nat King Cole y Bebo Valdés; Tito Puente, La Habana, Mongo Santamaría y el mambo; Chano Pozo, Dizzy Gillespie, New York, “Manteca” y el cubop; Chico O’Farrill y “Afro Cuban Suite”; Machito, Bauzá, Graciela, René Hernández, Calloway, Parker, “Tanga”, el Palladium, Steve Coleman, Arturo Sandoval, Paquito D’Rivera…

Crónica que tiene varios episodios discográficos cardinales: The Latin Bird (1948-1951): Charlie Parker, Machito, Madera, Chano Pozo, Max Roach, Buddy Rich, Flip Phillips…; HavanaJam (1979): Irakere, Dexter Gordon, Stan Getz, Cedar Walton, Frank Emilio, Jaco Pastorius, Guillermo Barreto, Tata Güines, Los Papines, John McLaughlin, Percy Heath, Wayne Shorter, Changuito…; CubaJazz. 90 Miles to Cuba (1996): Bebo Valdés, Chucho Valdés, Horacio “El Negro” Hernández, Paquito D’Rivera, Andy Narell, Luis Conte…; Crisol Habana (1997): Roy Hargrove, Chucho Valdés, Frank Lacy, Changuito, John Benitez, Rusell Malone…; Caravana Cubana (1999): Al McKibbon, Chucho Valdés, Francisco Aguabella, Jimmy Bosch, Miguel “Anga” Díaz, Pío Leyva…; Mardi Gras Mambo (2000): Jesús Alemañy/ ¡Cubanismo!, Tim Green, Efraín Ríos, Clarence Johnson, John Bouté… Rondas, convites: encuentros dialogantes de músicos de la Isla con jazzistas estadunidenses.

Tres ejecutantes virtuosos del jazz norteamericano contemporáneo (Stefon Harris, vibráfono; David Sánchez, sax tenor; Christian Scott, trompeta) viajaron a La Habana, se juntaron con intérpretes de la nueva generación de jazzistas cubanos (Rember Duharte, piano; Omar Salazar, bajo; Eduardo Barroetabeña, batería; Jean Roberto, congas y batá; Haroldo López-Nussa, piano; Yandy Martínez, bajo; Ruy Adrian López-Nussa, batería; Edgar Martínez, congas y batá) ) y grabaron —tiempo récord de una semana— un álbum de matices jazzísticos imponderables.

Cuarteto comandado por Duharte en sonoridad de trazas y tildes afrocubanas presididas por la espontaneidad que nos remiten a las incursiones que hizo el saxofonista afroamericano Steve Coleman con las euritmias de las tradiciones arará, congo y yoruba en los 90, colaboración con el Ensemble Afro Cuba de Matanzas (consultar el álbum El signo y el sello, 1996). Cuarteto de Harold López-Nussa con sentido jazzístico más colindante con las corrientes del posthard y consonancias latinas que remiten a Hilario Durán y Emiliano Salvador. Duharte y López-Nussa: dos jóvenes temperamentos musicales que se acoplan a las exacciones y pujas de Harris, Sánchez y Scott.

Nueve temas en itinerario hard y punzas de un sax tenor de embestida tonal en la que Rollins, Gordon y Coltrane se asoman; trompetista excitante con silbos de la acústica New Orleans y grafías sibilantes de Clifford Brown; vibrafonista enamorado de los cifras tradicionales del instrumento, curioso investigador de las posibles hablas entre la clave cubana y el jazz (escúchese con calma “Brown Belle Blues”).

“Ñengueleru” y “Congo” —composiciones de Duharte— en las plazas heredadas de “Quindiambo”, “Iya” o “Neurosis” de Irakere. “E’cha” y “La fiesta va” —suscritas por López-Nussa— en licitaciones de mambo y guiños de chachachá cuasi homenaje a Frank Emilio. “Black action figure”, “And this too shall pass” (chachachábluesafro), “Brown belle blues” (timbablues) —firmadas por Harris— en acusada exploración de los peculios métricos de la síncopa cubana. “City Sunrise” y “The forgoten ones” —autoría de Sánchez— en enunciación caribeña que nos recuerda al Rollins de “Bluesongo” y al Gordon de “Valse Robin”, respectivamente.

Un año de negociaciones con el Departamento de Estado para lograr el viaje de los músicos estadunidenses a La Habana. “Me interesaba demostrar que el embargo no ha impedido el intercambio de ideas musicales entre las dos naciones que conviven a 90 millas”, ha dicho el productor ejecutivo de Concord Music Group, John Burk. Ninety Miles rompe con el mito de las dos orillas. Parlamento de dos modos de hacer jazz que se abrazan para subrayar fraternidades. Caravana que desafía fronteras ideológicas. Estas conversaciones jazzísticas rompen con las diferencias. La música siempre será embajadora de buenas voluntades. El virtuosismo musical expuesto en este disco borra las condicionales y limitantes políticas de más de 50 años que separan a dos pueblos. Escuchen detenidamente algunos de los concertinos del vibráfono, el sax tenor, el piano, los tambores batá, el bajo o las congas: la fiesta va, el Bembé se derrama por encima de los discursos oficiales. 90 millas de un fragoso empalme de glosas y concordias acompasadas en los flancos del jazz.

© cubaencuentro

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