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Actualizado: 03/07/2024 11:40

Literatura e historia en Cabrera Infante

Un año después de la muerte del autor de 'Tres tristes tigres' y 'La Habana para un infante difunto'.

A partir de la publicación en 1963 de Un oficio del siglo XX, la obra de Guillermo Cabrera Infante busca siempre superar la contradicción entre realidad y ficción, no mediante la recreación de un mundo desaparecido —La Habana anterior a 1959 y la ciudad durante los primeros años de la revolución—, sino inventando un mundo propio donde la palabra rige soberana, edificando una realidad que el autor desarrolla y fundamenta en similitudes que busca de forma obsesiva, para unir fragmentos que aparecen y reaparecen conformando un ciclo narrativo único en la literatura cubana.

Un cuerpo literario presentado bajo formas diferentes desde el punto de vista formal, pero que se unen de acuerdo al objetivo de lograr que el lector siempre participe de esta construcción, según el orden otorgado a cada palabra, cada fragmento y capítulo, auxiliado por la memoria y guiado por las diversas claves que debe y tiene que descifrar para disfrutar a plenitud de la lectura.

Una lectura —y ya aquí aparece una de las características que permiten afirmar su carácter único dentro de la narrativa de la Isla— que es necesario emprender con el dominio de al menos dos idiomas (español e inglés) y en algunos casos sin poder prescindir del francés.

No sólo porque una parte de esta obra fue escrita originalmente en inglés, sino porque las versiones al inglés y francés de algunos de sus libros constituyen verdaderas variaciones, sin las cuales no se puede apreciar a plenitud el esfuerzo por desarrollar una narrativa que rompió demasiado barreras para limitarla a un esfuerzo vanguardista o al empleo de otros idiomas cuando no se encontraba en el español los medios de expresión necesarios.

Aunque los recursos utilizados por Cabrera Infante —la música popular cubana, la parodia, el juego de palabras y los recursos cinematográficos, del cómic y la novela negra, entre otros— han sido descritos en más de un ensayo o comentados en multitud de entrevistas, queda por desarrollar un análisis global que abarque la totalidad de su narrativa, misión imposible hasta que no se publiquen los libros que han quedado inéditos tras su muerte. El punto de partida de este análisis debe ser el desechar la división superficial entre un Cabrera Infante crítico de cine, otro periodista y un tercero narrador.

Un primer paso fundamental en esta dirección lo dio el profesor Enrico Mario Santí, al señalar que Cabrera Infante no fue un pensador político como Octavio Paz, sino un narrador político. En igual sentido G. Caín, en Un oficio del siglo XX, se niega a "hacer estética" y le dice a su alter ego: "Deja eso a Bazin y a Boileau y a Bufón".

Será luego Cabrera Infante quien afirme en una entrevista que lo que menos le interesaba del libro eran las críticas o "crónicas" de cada película, es decir las opiniones cinematográficas, y que éste podía leerse como si fuera una novela.

Esta imposibilidad de separar no sólo la realidad de la ficción, sino incluso la ficción de la no ficción, está presente en su libro más personal y menos literario. La primera edición de Mea Cuba (Plaza & Janés Editores/Cambio16) incluye la sección "Vidas para leerlas", que no son testimonios ni biografías de un grupo de escritores cubanos, más bien recreaciones literarias en que los autores aparecen tratados como personajes.

Si bien luego en las posteriores ediciones de Alfaguara esta parte del libro se desprendió y adquirió categoría propia, volvió a estar incluida en la edición estadounidense de la obra, realizada por Farrar Straus Giroux.

"Nadie me considera un escritor político ni yo me considero un político", dice Cabrera Infante en la misma Mea Cuba, y justifica su trabajos como una "actividad ética". Una y otra vez repetirá que en sus obras narrativas fundamentales no hay referencia alguna a la política, pero ésta lo persiguió siempre y la necesidad de enfrentar el problema desde el punto de vista literario es una de las claves aún por descifrar. Antes hay que volver a repasar los otros temas que dominaron su narrativa.

Desencanto y amor

La mayoría de las obras literarias de Cabrera Infante — Así en la paz como en la guerra (1960), Tres tristes tigres (1967, La Habana para un infante difunto (1979) y Delito por bailar el chachachá (1995)— fueron tablas de salvación diversas y dispersas, en las cuales se evoca el amor, en que además las situaciones aparecen envueltas bajo el disfraz del juego, la burla y la ironía, pero donde nunca está ausente —es más, en ocasiones resulta preponderante— un sentido agónico latente o pronunciado, que por momentos deja un sabor más amargo y más seco que una misa de difuntos sin música. Un desengaño que en Delito por bailar el chachachá comienza siendo amoroso en los dos primeros relatos y termina siendo político en el último.

Narraciones unidas bajo varios denominadores comunes —la música popular, La Habana, las mujeres— no sólo resultan importantes por la calidad literaria de los textos, sino por ejemplificar lo que hay de común en las obras de un autor que siempre quiere ser distinto y a la vez único.

Los relatos reunidos en la compilación Todo está hecho con espejos (1999) —y que no forman parte de los libros mencionados— no hacen más que confirmar esta regla. Sólo se aparta de esta normativa los textos breves agrupados en Vista de amanecer en el trópico (1974), cuya importancia obliga a tratarlo en detalle más adelante.

Hay que esperar por la posible aparición de La ninfa inconstante, novela que quedó pendiente de una revisión final, en la que el escritor trabajaba en el momento de su fallecimiento y de la demasiado esperada Cuerpos divinos. Respecto a ambos libros, los lectores de Cabrera Infante fueron víctimas de un caso de dilación consciente por parte del escritor, como si éste quisiera exprimir aún más textos pasados antes del lanzamiento de una nueva obra de verdadera envergadura.

De La ninfa inconstante se conoce un fragmento aparecido en la revista Granta en español, invierno/primavera 2004. Aunque la brevedad de éste no permite mayores especulaciones, la novela parece continuar la narrativa propia de La Habana para un infante difunto. El posible contenido de Cuerpos divinos merece una mención posterior.

Lo que tienen en común el narrador de La Habana para un infante difunto, el alter ego Silvestre de algunos de los cuentos de Así en la paz como el guerra, el personaje de igual nombre de Tres tristes tigres y el protagonista de dos de los relatos de Delito por bailar el chachachá es que al tiempo que busca la felicidad a través de una relación sentimental duradera, teme alcanzarla. No puede vivir sin las mujeres, pero a la vez no puede vivir con ellas. El cinismo no hace más que ocultar una debilidad romántica.

Este empeño, por momentos neurótico, no puede existir sin estar dominado por pasiones insatisfechas, donde el amor, la locura y la pérdida aparecen enmascaradas en un juego verbal que las parodia pero no logra ocultarlas. El sentimiento trágico de la vida convertido en el sentimiento cómico de la vida. Siempre empecinado en ocultar la verdad. María Cristina me quiere gobernar. ¿Me quiere gobernar? Me gobierna. Lo que pasa es que no quiero que lo digan. Que lo sepan.

La relación con las mujeres es similar, en otro plano, a la relación del autor con La Habana. La parodia de Cabrera Infante al célebre verso martiano: "Dos patrias tengo yo: La Habana y la noche", es también: Dos mujeres tengo yo, una es La Habana. Es esencial en este sentido aclarar que los libros de Cabrera Infante no son, como muchos confunden, evocaciones de un pasado, sino reconstrucciones verbales, creaciones literarias. Alguien que sabe que "la nostalgia es la puta del recuerdo. Siempre hay que pagarle por sus favores" no es presa nunca de sentimentalismos fáciles.

La historia sin H

Durante años, Cabrera Infante se negó a la reedición de Así en la paz como en la guerra. No tenía nada en contra de la mayoría de los relatos que formaban el libro, sino contra el libro mismo, hecho "bajo la influencia perversa de Sartre y su idea de que el escritor no sólo debe escribir sobre un momento de la Historia (como Marx él siempre ponía la palabra en mayúscula), sino también comentarla en su escritura".

El repudio a este punto de vista lo llevó a reescribir y cambiar de título a Tres tristes tigres, ganador del Premio Biblioteca Breve en 1964. El título original y las viñetas que acompañaban a Tres tristes tigres pasaron a formar parte de Vista del amanecer en el trópico.

Si Tres tristes tigres trata sobre la amistad y la traición y La Habana para un infante difunto es sobre el amor y la búsqueda de la felicidad en medio de la soledad, ambos tienen en común que en los dos triunfa el desengaño, algo que ya se señaló también ocurre en Delito por bailar el chachachá. En Vista del amanecer en el trópico, el desengaño adquiere carta de nacionalidad: la tragedia de la Isla es que siempre ha imperado en ella la violencia. La literatura debe olvidar la política, pero todo político aspira a la Historia, a trascender la vida cotidiana y convertirla en una eternidad.

Desde la ironía del título, Vista del amanecer en el trópico no aspira a otra cosa que a quitarle la mayúscula a la palabra Historia. A primera vista parece una recreación literaria de la historia de Cuba, pero es más que eso. Integrado a partir de las viñetas de la época de la insurrección contra Batista, el recorrido que se inicia con el surgimiento de las islas y culmina con el régimen de Fidel Castro, omite nombres y fechas y acumula situaciones que ejemplifican una actuación malvada.

La misión del escritor no es mostrar el mundo que le ha tocado vivir, ni tampoco recrear el pasado ni imaginar el futuro. La historia queda reducida a chisme, incidente fortuito, rebajada de categoría.

Para lograr su objetivo, Cabrera Infante recurre a libros de historia, grabados, fotografía y narraciones. Pero a la vez que despoja de sublimidad a las batallas y de brillo a los héroes, su narración no deja de humanizar a los personajes, algunos de los cuales ya estaban convertidos en sus enemigos políticos en el momento de la publicación de este libro. Lo que pierde la historia lo ganan los hombres. No deja de resultar significativo que varias de las viñetas de mayor calidad literaria son precisamente las referidas a la lucha contra Batista.

De nuevo la historia

Otra vuelta a la rueda de la historia, incluso más personal, ha quedado inédita. Unas pocas viñetas de Vista del amanecer en el trópico narran experiencias en las que participó Cabrera Infante, pero el dato no lo saben salvo quienes lo conocieron de cerca.

Otro libro fue escrito como testimonio de lo que vio al regresar a Cuba para asistir a los funerales de su madre. Su publicación demorada por diversos motivos, desde el temor a las posibles represalias que pudieran sufrir algunos de los personajes incluidos, aún viviendo en la Isla, hasta la necesidad de encontrar el tono justo que lo librara de sentimentalismos.

En un principio se llamó Itaca vuelta visitar. No "Itaca vuelta a visitar", para así dar la idea no sólo de volver sino también de ciclo, de algo que comienza y termina en el mismo punto. Ahora se llama Mapa hecho por un espía.

El libro de una vida

Mallarmé decía que se vive una vida sólo para terminar en un libro. Ese libro en Cabrera Infante puede que aún espere por un editor. Cuerpos divinos es una especie de mito, una eterna referencia en las entrevistas al escritor y un desfile de excusas para justificar su demora en darlo a la imprenta. Es posible que aquí se encuentre (¿o no?) la solución literaria a la reticencia del autor por incluir la política como parte de su narrativa al tiempo de verse imposibilitado de prescindir de ella.

Resulta significativo en este sentido que la narración Delito por bailar el chachachá —uno de los cuentos de Cabrera Infante donde está más presente la política— fue en una época el primer capítulo o prólogo de Cuerpos divinos. Por lo que se sabe de las contadas referencias dadas por éste sobre la "novela" (palabra que siempre se negaba a emplear para referirse a sus obras mayores), ésta se desarrolla entre fechas muy precisas: transcurre entre el 13 de marzo de 1957 y una semana de octubre de 1962.

El fracaso del asalto al palacio presidencial convierte al movimiento insurreccional de Castro en la fuerza decisiva para el derrocamiento de Batista y la culminación de la Crisis de Octubre garantiza la supervivencia del régimen, con respecto a la amenaza de Estados Unidos.

No hay que deducir de lo anterior que Cuerpos divinos sea una novela política. Su autor declaró en más de una ocasión que se refiere a un grupo de mujeres que lo libraron de convertirse en un "ente histórico".

Más que la recreación de una época, se puede aventurar que se trata de una construcción imaginaria de un mundo perdido (¿ La ciudad perdida?), para la cual fueron necesarios tres tomos de más de trescientas páginas y una "separata" en la cual conversan tres personajes, uno de ellos un enano mulato que habla todo el tiempo en un inglés chapurreado y por momentos ininteligible.

El libro no evoca a Cuba, sino sólo a La Habana, una zona de la ciudad para ser más precisos: La Rampa. Pero el verdadero personaje de la obra es el lenguaje: al lenguaje oficial y de los tratados de los historiadores se opone como contrapartida la lengua del escritor.

Los escritores muertos no perduran. Sólo perduran sus obras cuando son reescritas por lectores, traductores y críticos. La literatura de Cabrera Infante está viva y a la espera de continuar su reescritura.

© cubaencuentro

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