Encontré el blog de Manuel Ballagas por una de esas casualidades en que los senderos de la academia se mezclan, bifurcándose un poco, con los de la internáutica… Enseñaba en una clase de literatura caribeña El color del verano, pero se me hacía difícil transmitirles a los estudiantes una idea del peso implacable que caía sobre quienes pretendían escribir con cierta autonomía en los años setenta en Cuba. Por otro lado, a veces me embarullaba un poco a la hora de desentrañar los acertijos literarios de la obra. Esta novela de Reinaldo Arenas contiene alusiones a una época, a incidentes y a personajes de los que solo supe años después de mi salida de la Isla y a los que en ocasiones me costaba trabajo identificar, o ignoraba de plano.

En medio del semestre, googleando (la bendita circunstancia de Google por todas partes) el nombre de Virgilio Piñera, encontré el blog de Manuel Ballagas. Buceando en una prosa divertida, pero de la que no sabía al principio si eran aguas de bromas o de veras, conseguí atar algunos cabos que me dejara sueltos El color del verano. La identidad de la Arrufada y otras personas/personajes se me aclararon de improviso. Mis estudiantes empezaron a visitar el blog también y continuaron su investigación en línea, con lo que todos aprendimos más de una Cuba que se me antojaba más amenazante y hostil de la que recordaba en pleno período especial. Y eso que esta última tenía muy poco de agradable, por cierto…

Ahora tengo en mis manos la novela completa de la que leyera fragmentos en el blog —Pájaro de cuenta, de Manuel Ballagas. Si fuera a describirla, la pondría en la categoría que se ha dado en llamar “no ficción creativa,” clasificación que me espanta por lo poco española y por lo anti gramatical que suena. Es una recreación atrevida e imaginaria (quizás con algunas verdades sospechosas) de los últimos días de Piñera. Aparece un fantasma, cuya identidad no revelo por no estropearles el efecto a los otros lectores, un teniente coronel de la Seguridad, chivatos por docenas, un mecenas caído en desgracia, el mismo autor, bajo su propio nombre, y muchos personajes más…

Por otro lado, se trata de una novela editada por medio de la plataforma digital Lulu.com. Me ha sorprendido la calidad del diseño, la impecable impresión y el buen gusto de la portada. Estos puntos son a favor del autor, pues, como él mismo me aclara en una entrevista que le hice a propósito de la autopublicación: “Lulu es excelente. Pero tienes que tener experiencia de editor, sobre todo en aspectos gráficos y de diagramación. También creatividad para armarte una portada y contratapa.”

Pájaro de cuenta divierte y entretiene. ¿Cuánta verdad hay en sus páginas, cuánto episodio es inventado? Las celdas de Villa Marista, por ejemplo, no creo que tengan que envidiarle mucho a la aberrante realidad. Fantasmas vemos todos, en un momento dado, en especial cuando se tiene miedo… un miedo a a je-ne-sais-quoi. La muerte de Virgilio, que Arenas describe de una manera en El color del verano, tiene aquí otra puesta en escena completamente diferente. Solo el autor de Pequeñas maniobras podría decir cuál es la cierta y no ha de venir a contárnosla, así que no le queda a una más opción que leer las distintas versiones, disfrutando la historia y la sandunga particular de cada una, o inventarse una propia.

Virgilio sigue vivo y dando guerra, y eso es, al fin y al cabo, lo que importa.

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