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Actualizado: 02/07/2024 13:30

Ventana del lector, Literatura

Homenaje a Carlos Victoria

En el exilio, el escritor Carlos Victoria logró plasmar un notable obra, pese a su muerte temprana

Lo conocí cuando éramos dos jóvenes estudiantes de la Escuela de Letras, Carlos Victoria era una persona introvertida y dulce. En aquella época ya escribía notables poemas que llevaban dentro la melancolía que signó su carácter hasta la muerte.

Carlos provenía de una familia humilde y casi pudo cursar estudios universitarios “gracias a la Revolución”; digo casi porque por una razón ignota aún, fue expulsado, sí, botado de La Escuela de Letras, como muchos otros jóvenes talentos. Su única obra publicada en Cuba fue un Premio del Caimán Barbudo que recibió cuando solo tenía quince años. Sus poemas siguieron fluyendo y adornaban los murales de la Escuela de Letras; sus amigos más cercanos sabíamos, sin embargo, que ya lo habían condenado.

Cuando volví a saber de Carlos —nos vimos una vez en Miami, y me encontré otra vez con su dulzura y capacidad de soñar— ya había ganado por su obra el prestigioso premio de la Fundación Cintas, que le permitió escribir su novela autobiográfica La travesía secreta (1994), que culmina en 1997 con La ruta del mago.

En su corta vida fue un escritor prolífico. Escribió libros de cuentos, novelas y noveletas. Entre estos textos se destacan Puente en la oscuridad (1993) y El resbaloso, una de las obras más sombrías que he leído en mi larga vida.

Tuve el privilegio de traducir al inglés esta última, en donde está todo. Con una notable maestría artística Victoria logra plasmar en el breve espacio de una noveleta cuanto de malo, feo, repugnante y asfixiante hay en la realidad cubana.

El resbaloso transcurre en una ciudad, solo sabemos que es una ciudad cubana por la mención a la Federacion de Mujeres Cubanas. En la obra no hay ni un atisbo de luz, el extraño personaje que da título a la novela vive y actúa de noche. En la oscuridad va pasando por las alucinantes realidades de Cuba, desde la absurda reunión de la Federacion de Mujeres Cubanas hasta los habitantes de favelas durmiendo en el piso, segados por el alcohol para olvidar una realidad de la que no tienen salida. No faltan las pringosas “madrigueras” donde se cocina con un poco de keroseno en medio de un apagón… ahí aparece un personaje sin nombre, una ciega que vive en estas condiciones con un hijo pequeño. El hombre que se unta aceite de serpientes —antes ya se ha comido a estas serpientes—, para aterrorizar a una población moribunda, y la ciega anónima que no tiene escapatoria llevan el ritmo de esta obra. Victoria no le da la menor oportunidad a la esperanza o a la luz; la voz que no hace concesiones y su prosa seca y dura nos van introduciendo en una realidad que se podría representar con una escalera de caracol, que no conduce a ninguna parte porque es la ruina de algo que fue, que hay en una de las azoteas que merodea el Resbaloso.

El final, lleno de cubanía mediante el vocablo “abur”, tampoco hace concesiones a la realidad que el autor recrea desde una mirada lúgubre y si se quiere resentida. Se trata del Grand finale de una obra maestra, que nos deja un sabor amargo y ansias de salir al sol —confieso que me costó trabajo llevar a otro idioma esta realidad nada y a ningún lugar de El resbaloso.

Mi amigo Carlos nunca se enteró de que yo había traducido su noveleta. Murió antes de tiempo, pero murió realizado y dejándonos atrás una obra notable de la que, curiosamente, apenas existe exégesis.

Por eso he escrito este artículo, no se nos vaya a olvidar aquel soñador que supo dejar su dulzura a un lado para escribir las obras más cruentas que se pueden concebir sobre la realidad cubana.

Un saludo, Charlie.

© cubaencuentro

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