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Crónicas

Del hechizo de 'Los siete contra Tebas'

A Antón Arrufat le han dado 'el beso de la patria', 39 años después. ¿Se cumplirá la predicción de aquel santero famoso?


Se habla de una gran expectativa surgida entre las gentes supersticiosas de las tablas, con motivo de la reciente puesta en escena de Los siete contra Tebas: pieza que en el extranjero es considerada "obra insignia" del teatro cubano. No por determinación de la crítica mundial, ni por el éxito de taquilla, sino todo lo contrario, por inédita, por los 39 años que llevaba castigada, excluida de los anales de la cultura cubana, en el más largo encierro que recuerdan las edades contemporáneas. Ni siquiera Albizu Campos, ni después Mandela, la superaron.

En Cuba, cuando al fin la noche del pasado 20 de octubre fue estrenada en el Teatro Mella de La Habana, hubo conmoción en el gran público. La obra existía. No era una leyenda inventada en Miami para desprestigiar la revolución, ni tampoco un cuento de abuelos para dormir a los niños, como el de "la luz de Yara", "el jinete fantasma que cabalga al amanecer, en un caballo sin cabeza por los campos de Peralejo, levantando polvo aunque no haya llovido", o el cuento de "los jigües de la laguna en las noches de luna nueva". Los siete contra Tebas era algo real.

Creyera o no en el poderoso hechizo que a esta obra se le ha atribuido (razón por la cual, según algunos, no se había atrevido el gobierno a autorizarla), su autor, el altivo, elegante y hermético Antón Arrufat, con su tipo de lord envejecido —más de depositario de penas secretas de la nobleza, que de años—, permanecía aquella noche del estreno en el lobby del teatro exhibiendo una sonrisa medio giocondina que algunos viejos funcionarios de Cultura, del pasado de sus desdichas, no le perdonaban por insolente, por cínica, decían —aunque a lo mejor era, me comentó alguien, menos por odio a Antón que por el terror de lo que podría pasar con ellos de cumplirse la predicción.

Pánico de unos, esperanza de otros

Antón, por su parte, tal vez estaba allí recordándose a sí mismo cuando en 1968 lo hicieron desaparecer, a causa de esta misma obra que ahora es el pánico de unos y la esperanza de otros. Tenía entonces 33 años y era famoso. Cuando reapareció tenía 50 y ya nadie lo recordaba.

Ni él mismo pudo decir dónde estuvo en esos años. Se había dicho que convertido en un sello de correos, lo pegaron en un sobre que se perdió, camino de un lugar secreto en la Unión Soviética; otros, que lo volvieron invisible y lo metieron en un saco de hojas secas que dejaron con la boca abierta en una tarde de viento. Unos aseguran (jurándolo aun por su madre) que lo enviaron a una biblioteca municipal, donde una directora cruel lo convirtió en un retrato encantado que colgó de cara a la pared, de manera que sintiera el olor de los libros pero no pudiera verlos. Innumerables son las versiones al respecto; Antón ni afirma ni niega, porque no lo sabe.

Sabe que ahora está (o le parece estar) en el lobby del Teatro Mella, viendo entrar al público que llega en oleadas a ver el estreno de su obra, de la obra que no sólo ha sido escogida para subirla a escena en el "Día de la Cultura Nacional", sino que entre todos los actos conmemorativos por esa fecha fundacional venía a ocupar dicho estreno el lugar cimero, el del homenaje que cerraría con broche de oro —como dicen todavía en Cuba los locutores municipales— la gloriosa efemérides.

Quizá, piensa el memorioso Antón esa noche mientras sonríe y reparte apretones de manos y saludos entre personalidades y conocidos, sea este estreno, y en tan significativa fecha, el primer aviso, la señal de que había comenzado a desaparecer el hechizo que treinta y tantos años atrás, en vísperas de su muerte, anunciara un santero famoso.

Según lo vio aquel venerable sacerdote (que predijo, indicando lugar, hora y fecha precisos la muerte de Lennon, y antes la de Gardel, la caída de Machado, el suicidio de Chibás, la guerra de Vietnam, la huida de Batista y tantos otros hechos, incluida la mención por primera vez en la historia del mundo de Bill Gates y la hazaña que preparaba), mientras la prohibición de Los siete contra Tebas se mantuviera en la Isla, habría una pared infranqueable entre dos edades claves de la nación.

A saber, el período que va de 1959 a 1968 (para aquel prestigioso anciano, que naciera esclavo en un ingenio, el "momento de oro de la revolución" en todo sentido, no obstante, dijo, el churre que dejaran la UMAP y el aval de Fidel a los rusos por la invasión de Checoslovaquia) y el siguiente, o nueva edad, que después del estreno de Los siete contra Tebas irían viendo los cubanos aparecer poco a poco, sin que al principio lo pareciera, hasta que por fin, casi de repente, la vieran aparecer, estremecedora, radiante, de cuerpo entero.

'Arrufat teme estar soñando'

Aunque el flemático Antón lleva años dejándose querer, le han dado el "beso de la patria", en el patio de los viernes escolares, por los años en que estuvo silenciado, desaparecido del mundo mientras afuera pasaban los días y con ellos la juventud diciendo adiós. Hoy, ya ni le extrañaría que mandaran a erigirle, en un pupitre de la escuela de Santiago de Cuba donde cursó sus estudios de primaria, una estatua semejante a la de Lennon en su parque del Vedado.

Antón, no obstante, continúa sonriendo misterioso en el lobby del Mella, en esa histórica noche del estreno de su obra, cuando ya ésta va llegando al deseado momento en que, por fin, acaben de morir Etéocles y Polinice, los dos famosos hermanos que se disputaran Tebas, dejando deshecho, de este modo, el prolongado hechizo.

Si alguien vio a Antón en la sala, vio su apariencia, solamente su apariencia; digamos, el doble ectoplasmático que él, experto en disfraces como toda la gente de teatro, envió por delicadeza. El verdadero Antón, el amigo de Virgilio, el confidente de los últimos años de Lezama, el otrora desaparecido del mundo durante 15 años enigmáticos, ese Antón más efímero, pero a la vez el único real, duda aún en el lobby del teatro.

Le pasaron tantas cosas una vez, vio tanto entonces, aprendió tanto que, a pesar de todos los mimos posteriores que a diario le llegan, todavía no lo puede creer, no se atreve, el pobre. Se niega a entrar en la sala y encontrarla vacía. Antón teme estar soñando.

© cubaencuentro

8 Comentarios


8 by Anolan Aguilar (Usuario no autenticado) 30/11/2007 11:20

Lo mas importante es que esta obra se representó.Pudo ser apreciada por el público, y el propio autor estuvo presente, lo demás, es insistir y revivir malas decisiones del pasado. Anolan Aguilar

7 by Juanito Colibri (Usuario no autenticado) 15/11/2007 10:00

RyeMundo Miza debe haber estado en Tivas o en Grizia durante todos estos años. La censura ha estado vigente junto con la manipulacion en este medio siglo. La diferencia es que los que reymundito supone en el destierro pueden participar en estos comentarios mientras otros no tienen lengua o se la tienen encarcelada. Arrufat y Padilla fueron algunas de las muchas victimas de la cultura y el pensamiento en esta larga y oscura negra noche. Maria Elena Cruz Varela, encerrada y destruida, Raul Rivero, Manuel Vazquez Portal entre los 75 y otros muchos con mas o menos fama y en resumen todo un pais ha sufrido la horrible dictadura.

6 by PASCUAL ANGULO (Usuario no autenticado) 14/11/2007 18:20

Me encanta eso de "el momento de oro de la Revolución (1959-1968)". Cuando se fusilaba, encarcelaba y confiscaba a diestro y siniestro. ¡Con qué fervor revolucionario aplaudieron entonces los meaculpistas de ahora! ¡Cuánta baba vertieron para halagar al Coma y a sus secuaces! Ahora reivindican alguna crítica críptica envuelta en peplos, el leve roce del cálamo enfadado sobre la cadena del mono, y quieren hacernos creer que la resignación y el silencio son virtudes cívicas. Por más que presuman ahora de disidencia, buena parte de la intelligentsia cubana sigue siendo sociológicamente castrista. Fidel los sedujo y los ninguneó (pero no los abandonó, ni los abandona por ahora). Socialismo o muerte.

5 by El Deprimido (Usuario no autenticado) 14/11/2007 14:00

¿Griegos ahora? ¿Para qué? ¿No será que Raulocides y Fidelcrates quieren hacerse los greciosos?

4 by Ric (Usuario no autenticado) 14/11/2007 12:30

Raymundo, hijo, aprende a escribir y a redactar antes de meterte a criticar al exilio.

3 by Sin Importancia (Usuario no autenticado) 14/11/2007 10:40

¡Dios! Ni siquiera Alcides logra salir ileso de la gangrena moral que ha hecho añicos a la Generación del '50. La boboliconería, ese melodramatismo poético y lacrimógeno en la prosa, esa miopía cultural... Pero no te desalientes, Rafael, que el Premio Nacional de Literatura alguna vez también tocará a tu puerta, y ni tú mismo, te lo podrás creer... Sólo espero, para completar el cuadro de elogios, que el aviso llegué por voz de El Bucle, como debe ser...

2 by Arlequín (Usuario no autenticado) 14/11/2007 10:40

Magnífica crónica de la escenificación de una obra de teatro que contiene otra obra de teatro. En el drama comentado por Alcides, titulado "Los siete contra Antón", cuya escena central es la representacón de una pieza en que se habla de Tebas, Arrufat desempeña brillantemente el papel protagónico mientras los actores secundarios quedan en un borroso segundo plano, detalle que no ha escapado a la sagaz mirada del comentarista. Sospecho que este desbalance escénico se debe a que Arrufat ha estado ensayando su papel durante cuarenta años y el resto de los actores han tenido que ensayar los suyos precipitadamente.

1 by Raymundo Mesa (Usuario no autenticado) 14/11/2007 10:40

Persivo una ira de los escritores del exilio ante la noticia del montaje de esta obra.Que fue publicada después del premio Casa de las Américas. No es la unica obra que se han tardado en montar.De algunas ni podemos hablar porque nadie las conoció.Pero "Los siete contra Tebas" es una obra muy conocida en el mundo teatral cubano. Raymundo Mesa

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