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Murillo, Economía, Reformas

Murillo o la ola reformista

Ricardo Cabrisas asume la dirección directa de la economía cubana

Continúan los cambios en el gabinete cubano. El gobernante Raúl Castro destituyó como titular del Ministerio de Economía al vicepresidente Marino Murillo, quien

será reemplazado por Ricardo Cabrisas, dirigente “histórico” y también con cargo de vicepresidente, informa la Associated Press.

También se anunció la salida del titular de Educación Superior, Rodolfo Alarcón, y su reemplazo por el hasta ahora viceministro José R. Saborido.

Días atrás se conoció que Abel Prieto regresaba como Ministro de Cultura, aunque de momento con carácter provisional.

Tales movimientos parecen obedecer a causas diversas, en medio de un empeoramiento de la situación económica en la Isla y el reconocimiento de una importante reducción en la entrega del crudo venezolano. A ello se añade el lento avance del plan de reformas, los limitados resultados hasta el momento en la búsqueda de financiamiento extranjero y lo difícil y a largo plazo que está resultando en lo económico el proceso de acercamiento entre Washington y La Habana, proceso que por otra parte no tiene un futuro asegurado.

En lo único que realmente ha avanzado el Gobierno cubano —además de los logros en el campo diplomático que se han sucedido en lo últimos años— es en el refinanciamiento y perdón de su deuda con los más diversos países. Por ello no resulta extraño que el artífice tras ese proceso pase ahora al control diario de la economía.

“El compañero Ricardo Cabrisas cuenta con vasta experiencia y preparación, demostrada en el ejercicio de responsabilidades en el Gobierno y el cumplimiento de importantes misiones, entre ellas la reciente dirección exitosa del proceso de reordenamiento de la deuda externa cubana”, reconoció la prensa cubana.

Pero lo singular en la compleja situación cubana es como la figura de Murillo aparece y desaparece, flota siempre y sobrevive, y desafía cualquier afirmación de “ahora sí”, tanto cuando figura en la primera plana como en los momentos que parece refugiarse tras un escritorio.

Porque cuando se habla de “destitución” de Murillo como ministro de Economía hay que entenderlo en un contexto determinado. No ha sido echado a un lado, no se puede decir que fue “defenestrado” —esa palabra de empleo espantoso por los corresponsales, siempre dispuestos a ver tirar por la ventana a las figuras de poder— y tampoco siquiera marginado en una forma leve. Más bien casi pudiera pensarse que fue puesto a salvo por Raúl Castro.

A partir de ahora Murillo se encargará de una comisión especial que tendrá a su cargo el monitoreo del plan de reformas. Vigilar, pero no ejecutar directamente.

Y es que lo que, al parecer, lo que se avecina en los próximos meses en el panorama económico cubano no va a resultar fácil para los cubanos, y tampoco para quien lleve a cabo la tarea de dirección económica.

La reducción en la entrega del combustible desde Venezuela afectará todos los reglones de la vida nacional, y por encima de las limitaciones que ello producirá, Castro quiere preservar al “ideólogo” del tenue reformismo, mientras destina a otro el lidiar con los problemas diarios.

No es que Cabrisas esté mejor capacitado que Murillo. Si el primero ha tenido éxito con el reordenamiento de la deuda es porque las condiciones internacionales —y en especial el acercamiento con Estados Unidos— ha sido propicias para la negociación. Pero todo ese logro puede venirse al suelo o resultar secundario si ahora el Gobierno cubano se queda de nuevo sin dinero para pagar o adquiere otras deudas insolubles. Es como empezar otra vez para llegar al mismo punto.

Murillo suele entrar y salir de la parte más visible de la escena política cubana, pero esas apariciones no responden a un orden periódico sino son más bien aleatorias, casi sorpresivas. En ocasiones se ha especulado incluso que pudiera ser incluso el sucesor de Raúl Castro, pero siempre produce más especulación que determina hechos. Y es posible que quizá ese sea el papel que el gobernante cubano le ha asignado.

Lógico que ello ocurra, porque tras muchos de los planteamientos que Murillo ha escenificado está un cuestionamiento más o menos explícito de la doctrina de Fidel Castro, que por décadas conformó un imaginario que —por razones de complicidad, beneficios propios o simple inercia— aún sobrevive en muchos funcionarios cubanos. Estos planteamientos se resumen en la creación de riqueza y la obtención de guanacias, pero no como un medio para satisfacer las necesidades siempre crecientes de la población sino como objetivo en sí mismo. Y esto, simplemente, se llama capitalismo.

Y ese capitalismo que requiere de un desarrollo económico constante es imposible de desplegar en Cuba en las condiciones actuales.

Si como el ahora exministro ha explicado en diversas ocasiones, para que los beneficios de un crecimiento sostenido lleguen a la mesa de los hogares cubanos el Producto Interno Bruto (PIB) tiene que crecer de manera sostenida un 5 % o 6 % durante varios años, con un PIB limitado a un 1 %, como se ha reconocido ocurre en estos momentos en Cuba, lo que se está experimentando en una contracción que lleva a los cubanos a sufrir lo peor de dos mundos: el capitalismo y el socialismo, y en ambos casos en su forma espuria.

Hay un dato importante que Murillo planteó en su última intervención en la Asamblea Nacional de Poder Popular, pero que casi se ha pasado por alto.

Dijo Murillo, al referirse a los ingresos de los trabajadores, que estaba prevista una afectación al salario medio en el sistema empresarial, que debe rondar los 644 pesos de los 693 que preveía el plan, según el diario Trabajadores.

Explicó que no puede haber ajustes en los planes económicos de las entidades para mantener los pagos por rendimiento con montos similares a los que estaban previstos a partir de una producción mayor. No es posible vender menos y cobrar lo mismo, porque ese salario no tendría entonces respaldo productivo, precisó.

Es decir, que quienes trabajen en empresas estatales verán este año una reducción salarial.

Por supuesto que Raúl Castro puede terminar buscándose otro “zar de las reformas”, y este es el peligro que enfrenta Murillo. Ricardo Cabrisas, médico de profesión, ha sido llamado a paliar al menos los males económicos cubanos. Solo que entonces cabe recordar aquel viejo dicho del médico chino.

© cubaencuentro

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