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Sociedad

Una catedral rusa para La Habana

¿Templos para religiones impracticadas? ¿Un alto centro de formación de restauradores con sede en un edificio amañado?

Criticando alguna vez a Cirilo Villaverde, Manuel de la Cruz habló de que la prosa de éste equivalía a la entrada de las tropas de Cosmópolis en La Habana: un ataque o desfile militar que resultaba sumamente heterogéneo, insoportable por la diferencia de uniforme y armamento entre tantos vocablos reunidos. De modo semejante, un tramo de la Avenida del Puerto, en la Habana Vieja, ha acogido a una suma tan extraña de edificaciones que sólo podría explicarse mediante la ocupación de La Habana por fuerzas de Cosmópolis.

Enumero esos sitios: un jardín abierto a la memoria de Lady Diana Frances Spencer, otro jardín en honor de Teresa de Calcuta, una Catedral Ortodoxa Griega, un Museo del Ron, y una Catedral Ortodoxa Rusa, en construcción aún.

Según creo recordar, pocas ocasiones tuvieron los habaneros de acceder a noticias sobre Diana de Gales mientras ella vivió. Los pocos diarios y revistas que circulan en la Isla no iban a reservar espacio para las desavenencias de una casa real europea. Y tampoco se entretendrían en comentarios acerca de las virtudes de una religiosa. Esos jardines a la memoria de Diana y Teresa no responden, por tanto, a voluntad popular alguna.

Podrá aceptarse que la estatua del Caballero de París, erigida a pocos metros de allí, viene de un reclamo masivo y homenajea a un novelesco hijo de la ciudad. De acuerdo también con que el nuevo Hemingway, acodado en una barra, cumple con la apetencia colectiva de halagar al más célebre parroquiano del Floridita (aunque ya existía allí un busto suyo, en ocasión del Nobel). Hasta la estatua de John Lennon, emplazada en un banco de parque del Vedado, podría tomarse como monumento a la juventud de aquella generación cuyo mayor trauma (juzgo por el testimonio de varios narradores nacidos en los cincuenta) consistió en escuchar secretamente a un combo inglés bajo censura.

Gestos y pactos

Pero, ¿a qué vienen en La Habana estos memoriales de una princesa y una monja? Constituyen, a no dudarlo, gestos diplomáticos del historiador de la ciudad, Eusebio Leal Spengler. Alguna delegación británica debió quedar complacida a la salida del jardín, alguna congregación religiosa habrá visto con buenos ojos cómo es recordada en el Caribe una querida hermana… Junto a la Catedral Ortodoxa Griega, una tarja remite a los orígenes de tan inusitada construcción: "Esta catedral es un regalo del pueblo cubano para la Iglesia Ortodoxa Griega y el Patriarca Ecuménico Bartolomeo". Y encima de la leyenda una imagen rememora el encuentro de Fidel Castro y el patriarca griego.

No ha sido necesario que feligresía alguna clame por la necesidad de un templo para acercarse a Dios en ruso. Alzada frente al Muelle de Luz (en los terrenos del bar Los Marinos), la catedral con torres rematadas en cebollas será un regalo más del pueblo de Cuba a una lejana fe y a un patriarca desconocido. Inoportuna, como habría sido en los tiempos en que hombres y mujeres soviéticos habitaban la capital cubana, va a alzarse ahora para un ritual sin fieles.

No será la casa de la alianza con un dios, sino el monumento a un tratado entre hombres: su construcción sella algún pacto post-comunista entre Cuba y Rusia.

A estas alturas resulta difícil percibir cuáles extrañezas en la prosa de Villaverde sobresaltaban a Manuel de la Cruz. Falto de estilo, desmañado o como quiera tildársele, leemos hoy al autor de Cecilia Valdés sin esos sobresaltos. Y llegan hasta sus tropas de Cosmópolis, desparejas como son, nuestras simpatías.

De igual modo, es posible que la hilera de rarezas dispuestas en la Avenida del Puerto alcance algún día la quietud de la costumbre. Para entonces jardines y templos se habrán convertido, a pesar de su extrañeza, en pura Habana. Pero toca entretanto asombrarse de que el "Plan Maestro de Revitalización Integral de La Habana", regido por la Oficina del Historiador de la Ciudad, se distraiga en fantasías como ésa de alzar dos exóticas catedrales en una ciudad signada por la decadencia y el inmovilismo constructivo.

Desembarco en La Habana

Hace pocas semanas fue inaugurado en la Habana Vieja el Colegio Mayor San Gerónimo, que formará restauradores, arqueólogos y cuantos especialistas sean necesarios en las labores de recuperación histórica de la capital cubana. El nuevo centro de estudios ha abierto sus puertas en el mismo lugar donde estuvo enclavada la primera universidad habanera y donde residía, hasta hace poco, el Ministerio de Educación.

Al inicio de sus trabajos, los encargados de habilitar el sitio encontraron allí un cubo de los años cincuenta que ocupaba toda la manzana. Puesto que habría sido un despropósito derruir el macizo de hormigón y cristales, decidieron cubrir con espejos sus cuatro fachadas. Así, el edificio moderno vino a ser sustituido por las imágenes de construcciones aledañas, de probada vetustez. (Recurrir a los espejos equivale a la técnica de desaparición que Edgard Allan Poe apuntó en La carta robada).

Fue incrustada en una de sus fachadas una portada barroca, y en la esquina de las calles O'Reilly y Mercaderes alzaron un facsímil del campanario de la universidad originaria. De esta manera, una impostura perpetrada en los años cincuenta ha sido contestada, medio siglo después, con un simulacro. Para modelar tal torre habrán utilizado antiguos planos, grabados, fotografías, aunque también el ejemplo del Campanile di San Marco levantado en el hotel Venetian de Las Vegas.

Especialistas y constructores emprendieron las obras del Colegio Mayor San Gerónimo con un claro objetivo: dedicar su inauguración al octogésimo cumpleaños del Comandante en Jefe Fidel Castro, "promotor de la transformación arquitectónica de este lugar", según consignó Granma. Cabe ahora preguntar si será de buen augurio que el más alto centro de formación de restauradores tenga su sede en una construcción tan amañada.

El centro histórico de La Habana, Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO, contará dentro de poco con un par de templos de religiones impracticadas. Dispone ya de rincones tan increíbles como el jardín de Lady Diana y el de la Madre Teresa de Calcuta, y sabrá Dios (ruso o griego) qué nuevas ocurrencias traerán a la ciudad los graduados del Colegio de la Torre Falsa. Porque las tropas de historiadores y arquitectos de Cosmópolis no han hecho más que empezar su desembarco en La Habana.

© cubaencuentro

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