Alternativas, Cuba, Transición

Pensar la transición, aquí y ahora

Aunque lo considera serio y a la altura del momento histórico que vive Cuba, el autor discrepa en varios aspectos con el trabajo publicado por José Gabriel Barrenechea Chávez

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Acabo de leer un artículo de José Gabriel Barrenechea Chávez: “Caminos de Cuba, vistos desde mi ventana”, que publicó el pasado viernes Cubaencuentro. En el mismo se plantea una transición de la tiranía a la democracia a partir de realidades, no de ideologemas. Entiendo que nos hallamos en las antípodas, pero el trabajo de José Gabriel es serio y está a la altura del momento histórico que vive la nación cubana.

Esta es mi réplica a su artículo y espero que contribuya al debate de los temas cubanos.

La transición de la tiranía a la democracia en Cuba —según José Gabriel— sería posible si el proceso es conducido por una autocracia de derechas; lo que a partir de la situación del país, podría ser GAESA. Creada la Junta Militar de Salvación Nacional, GAESA pasaría de ser un poder en las sombras a ejercer sin restricciones el control del 70 por ciento de la economía del país y el 95 por ciento de sus finanzas. La política de reconstrucción nacional que aplicaría la Junta daría prioridad a la inversión extranjera y haría de valladar ante el nacionalismo radical que se opondría a la misma.

José Gabriel cree que la tajada del león que cobraría el capital (no tan) extranjero daría motivos a una resistencia al cambio que sería capitalizada por un castrismo; que, al final, pasaría por debajo de las sábanas hacia la democracia. Siendo el cubano incapaz del autogobierno, dice José Gabriel: la anexión es la alternativa. Aunque siendo realista, advierte que la anexión no es viable... por ahora.

La transición que imagina José Gabriel es un proceso en dos tiempos, que concluye en una democracia liberal occidental y que al final se enfrenta a una oposición nacionalista reducida; como la de Puerto Rico, nos dice, “nostálgica”. Pero la línea de argumentos de José Gabriel es débil, no se sostiene.

¿Quiénes van a integrar la Junta Militar de Salvación Nacional? GAESA es el único candidato en Cuba hoy mismo; pero es un emporio basado en la corrupción. Siendo así, la Junta sería un polvorín que haría detonar una guerra civil fratricida que estallaría en cualquier momento y que se iniciaría con una alerta de “fraude” desde las derechas o un grito de “traición” desde las izquierdas.

Entonces, ¿cuál sería el final de la transición a cargo de GAESA? Pienso que el resultado sería una oligarquía nativa que contaría con el control monopólico sobre una economía extractivista. ¿Sucederá lo que en la URSS a finales del siglo pasado? Pienso que la solución se encuentra en el proyecto que debería de realizar la Junta, aunque se sabe que esta se halla incapacitada para la ejecución del mismo.

¿Cuándo fue la última vez que una oligarquía nativa en nuestra América se propuso crear una economía social boyante y equitativa en algún país del Continente? Nunca. Desde las reformas agrarias hasta las estrategias de desarrollo, pasando por los milagros económicos en México, Brasil, Venezuela, Chile o Panamá, por ejemplo.

Discutible el carácter que atribuye José Gabriel al proyecto, puesto que la Hispanidad fue el resultado de un proceso histórico cultural que produjeron otra Europa y otra América. Sugiero que tenga en cuenta la situación de las nacionalidades al interior de la sociedad española en este instante y que piense si la Hispanidad es en verdad la solución del problema.

También falla José Gabriel en el análisis que hace sobre el proceso democrático en Cuba en la República y en la Revolución. Tampoco aquí logra argumentar su posición, mientras deja de mencionar a las dictaduras de Machado, Batista y los Castro. Al creer que el pecado original del nacionalismo radical cubano es ser antidemocrático, opta por el mal menor: una autocracia de derechas.

Pienso que es realista al considerar la situación de Cuba, así como cuando advierte de modo correcto los desafíos que implica una superación de la crisis sistémica que enfrenta el país en este instante. Sin embargo, creo que se equivoca en las soluciones que ofrece. Porque la anexión ni siquiera se haya entre las opciones políticas con que cuenta una sociedad abierta al mundo como la cubana.

Los tópicos de José Gabriel son acertados, porque trata de dar solución a problemas reales y concretos. Entiendo que la inserción de Cuba en el mundo pasa por un cambio en el patrón de acumulación que sigue la economía en la Isla y eso implica una reducción de esta a escala de la comunidad. Asimismo, el cambio en el patrón de acumulación debe ir acompañado de la superación de los déficits democráticos del proceso, sin lo cual se reduciría la solvencia del sistema al momento de gestionar el desarrollo.

Luego, la relación con Estados Unidos es un tema decisivo para Cuba. Algo que pasa en principio por la solución del diferendo con ese país (convivencia) y que termina en el tipo de relación económica que se establece con el mismo (complementariedad). Conviene saber que la Unión Americana es un mosaico de realidades, que va de las ciudades del sol a las ciudades del óxido, pasando por la comunidad cubano-americana en la Florida.

Entiendo que es un problema el déficit en divisas, pero lo es únicamente para una economía con un 80 por ciento de apertura al mercado mundial que no cuenta con un tejido social y económico densos que amortigüe el movimiento aleatorio y azaroso del mismo.

La creación de un aparato de producción flexible (semi artesanal) —por ejemplo— no solo reduce el impacto ecológico de la economía, sino que implica un coste menor para la reconvención tecnológica de la economía. Luego está el daño antropológico que han sufrido los cubanos en las últimas seis décadas y media, que solo se soluciona con un proceso de comunización de la sociedad que supere los déficits democráticos del proceso.

Contamos con los fondos que necesita el país para incrementar la tasa de acumulación en la economía (25 por ciento PIB anual) y entrar de esa manera —solo en 5 años— en un ciclo virtuoso de desarrollo. Debemos de convertir al Estado y el mercado en extremidades sociales de la sociedad, algo que incrementará la capacidad de la sociedad para movilizar los fondos y recursos en función de un desarrollo que esté centrado en la comunidad.


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