La generación 'dobliu' (W)

¿Cuántos de los que se marcharon por el Mariel no lo hicieron buscando esa bocanada de aire fresco que les entró, por primera vez, por las rendijas de emisoras americanas?

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Frente a las carencias y el racionamiento de la cartilla familiar, los jóvenes sabían que se vendían marcas de Café (Maxwell House), autos (Your car is Toyota), que se estrenaban películas como Papillón y Exorcista, y que existían programas televisivos como Midnight Special o shows como Saturday Night Under the Lights.

¿Cuántos de los que se marcharon por el Mariel no lo hicieron buscando esa bocanada de aire fresco que les entró, por primera vez, por las rendijas de la WQAM, la WGBS o la KAAY? ¿Acaso no era un ritual escuchar el top 100 de las emisoras y copiarlo en las libretas, lo que de por sí constituía una ventaja en el aprendizaje del idioma inglés?

La única grieta abierta

Durante estos años en que la música cubana atravesaba sus horas más bajas, y en medio de la feroz cruzada contra toda manifestación cultural proveniente del enemigo capitalista, disfrutar de la programación musical de estas emisoras casi las 24 horas del día significaba la única grieta abierta hacia el mundo exterior en una era caracterizada por la eclosión de las vanguardias musicales de los sesenta y setenta.

La fuerte impronta de esta música pop-rock marcó profundamente el gusto y hasta la orientación ideológica de esta generación denominada "dobliu", inicial de dos de las estaciones de radio. Resultaba frecuente que por las mañanas, durante la formación en el patio de los preuniversitarios, los jóvenes comentaran apasionadamente los temas que habían escuchado la noche anterior desde Little Rock.

Muchos incluso se agolpaban en torno a un radio portátil ruso o japonés para escuchar atentamente una melodía de The Who o de Eagles; mientras que también se reunían en casa de cualquier amigo que tuviese un tocadiscos High-Fidelity norteamericano en el cual poder devorar los discos de pop-rock que alguien clandestinamente había traído de una "misión" en el extranjero.

En 1979, durante el primer encuentro musical Cuba-USA, la revista People informó que Billy Joel, de visita en Cuba y descansando en las arenas de la playa frente al Hotel Marazul, departió con un grupo de jóvenes y se asombró de que estuvieran al tanto de su música. Cuando les preguntó cómo podían mantenerse actualizados si no se vendían discos y no había presentaciones en vivo de artistas, le trajeron un radio con la WGBS sintonizada. Frente al mar la recepción debía ser envidiable y en ese momento estaban poniendo Freak Out, del grupo Chic. ¡El hombre se quedó perplejo!

Todos estos elementos permitieron generar en la mentalidad de esta generación una zona resistente a la feroz utopía colectivista castrista, un coto exclusivo y reservado para albergar la esperanza de disfrutar algún día del bienestar material que lograba deslizarse a través de las ondas hertzianas.

Para un mundo que ha devenido tan dependiente de la imagen, parece insólito explicar el alto grado de seducción que despertaban esas transmisiones radiales, pero ¿cuántos de los cientos de miles de jóvenes que emigraron en el año 1980 no iban en busca de esos "sueños de audio"? Algún día habrá que hacer esa encuesta.


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